Capítulo 4

7 3 0
                                    

Salía del local cuando la vi. Su cabello era corto y castaño, llevaba unos vaqueros ajustados y una chaqueta negra. Iba distraída cuando se chocó conmigo, la agarré a tiempo antes de que se tropezara. Sus ojos verdes me miraron con sorpresa.

—¿Estás bien? —Le pregunté preocupado.

Se separó de mí y volvió a mirarme.

—Sí, gracias —dijo escondiendo sus manos en los bolsillos de su chaqueta.

—¿Segura? Tienes cara de haber visto un fantasma —reí.

Me miró desconcertada.

—Sí, tan solo un largo día —suspiró.

—¿Necesitas que te acompañen a casa?

—Podré arreglármelas sola, gracias.

—Como quieras. Soy Iván, por cierto —dije extendiendo mi mano hacia ella.

—Elena —estrechó su mano con la mía.

En seguida sentí una chispa de electricidad entre ambos, algo que nunca me había ocurrido antes.

—Un placer, Elena —le contesté.

Se dio la vuelta y siguió avanzando calle arriba.

La alarma de mi teléfono hizo que me despertara, la apagué y me levanté de la cama. A mi lado dormía plácidamente Mackenzie. Sin hacer demasiado ruido me vestí. Cerré la puerta con cuidado y fui hasta el cuarto de baño. Me lavé la cara y bajé las escaleras deprisa. Desbloqueé mi teléfono y comprobé si tenía algún que otro mensaje sin leer, revisé el correo y vi una invitación para un evento dentro de tres días en un pueblo pequeño aquí en Nueva York. El mismísimo Marc Black me había invitado para ir a su estúpida fiesta. Menudo cabrón, se cree que puede comprar a todo el mundo con una simple invitación. Ese hijo de puta no debería de estar divirtiéndose y fardando de cuánto dinero posee, ahora mismo debería de estar pudriéndose en la mismísima cárcel. La de mujeres que ha violado y maltratado que por desgracia he tenido que ver con mis propios ojos, las mil y una veces que contuve mi rabia contra él.Mackenzie agradeció que la ayudara a huir de él, con ella no pude contenerme más...

Venía de una reunión con unos capos cuando comencé a oír llorar a alguien en una habitación al final del pasillo. Sigilosamente seguí el sonido del llanto de una mujer. Una de las habitaciones estaba entreabierta, me asomé para ver de quién se trataba. Era ella, estaba desnuda en la cama, atada al cabecero, su rostro estaba repleto de lágrimas. La voz de mi jefe le ordenó que se callase, ella se negó y él le propinó una sonora bofetada, se oyeron risas de dos hombres al fondo de la habitación, pero no pude verlos con claridad. Mi jefe comenzó a desnudarse y se acercó a ella con una sonrisa en el rostro.

—Vas a ver las consecuencias que tiene desobedecer a tu jefe, preciosa.

—Suéltame —gruñó, furiosa.

Agarró un trapo y se lo metió a la fuerza en la boca. Se subió en la cama y comenzó a tocarla con sus asquerosas manos. Se desabrochó el pantalón y quedó completamente desnudo frente a ella.

—Desatadla, quiero que esta belleza se trague mi polla como una buena puta —les ordenó a sus lava perros.

Se acercaron a él y pude verlos con claridad, uno de ellos era rubio con los ojos azules, no más alto que su compañero moreno de ojos verdes, ambos estaban tatuados hasta el cuello, lo que les hacía parecer más intimidantes de lo que eran realmente. Cumplieron las órdenes de su jefe y desataron a la chica, juntaron sus muñecas y la esposaron.

—Tócala, no seas tímida —sonrió, agarrándola del pelo.

Ella, con las manos temblorosas comenzó a masturbarle mientras él jadeaba como un puto cerdo.

—Así, así —dijo mientras cerraba sus ojos.

Quitó sus manos de él y comenzó a chupársela, él la agarraba por el pelo y la presionaba para que lo hiciera más rápido hasta conseguir que se ahogara.

La tiró sobre la cama y abrió sus piernas, ella se negaba, sus piernas golpeaban la cama impidiendo que lo hiciera, pero aquellos matones la ataron de las piernas inmovilizándola completamente.

—Quédate quieta —le ordenó.

Se subió encima e introdujo su miembro dentro de ella. Lo hacía demasiado fuerte, le estaba haciendo daño, ella no paraba de llorar. Decidí ayudarla, corrí hasta la toma de corriente y apagué todas las luces quedando todo a oscuras. Volví de nuevo al pasillo y esperé hasta poder entrar.

—¿¡Se puede saber qué cojones habéis hecho?! —Gritó mi jefe furioso.

—Nada señor —contestaron ambos.

—Me da igual, id ahora mismo a arreglarlo.

Me oculté en la habitación de al lado mientras salían para poder entrar después. Abrí la puerta lentamente y me dirigí a la cama. Apenas una tenue luz alumbraba la habitación, me puse un pasamontaña y empuñé mi arma apuntándolo.

—Quién cojones eres —dijo mirándome furioso.

—Cállate y quédate quieto o te vuelo la cabeza —ordené.

—Y una mierda.

—¡Te he dicho que te calles! —Grité pegándole un tiro cerca de su oreja.

Se quedó quieto en una esquina de la habitación. Aún apuntándole, me dirigí hasta ella.

—¿Por qué haces esto? ¿Quién eres? —Preguntó asustada.

—Eso no importa, ahora vístete. Deprisa —le dije mientras la desataba.

La ayudé a bajarse de la cama, y con cuidado la llevé en brazos hasta la puerta.

—¡Te juro que te encontraré y te mataré miserable! —Gritó furioso.

Atasqué la puerta con una silla para que no huyera. Agarrados de la mano salimos de allí, llamé a un taxi mientras le daba mi abrigo para que se calentara.

—He llamado a un taxi, te llevará a una dirección y tienes que quedarte allí hasta que regrese.

—Espera —me agarró del brazo suavemente —. ¿Cómo te llamas?

—Iván.

Llegó el taxi y se subió en él. Mientras, me alejé de allí y quemé el pasamontañas, me guardé el arma en el pantalón y entré de nuevo en el edificio como si hubiese vuelto de la reunión por primera vez...

Llamé a Vlad y le informé del evento, me negaba a asistir a esa fiesta y verle la cara a ese gilipollas, pero insistió en que fuese para comprobar que todo estaba en orden desde que me fui. Abrí mi ordenador y busqué un hotel donde alojarme.



WilesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora