Capítulo 15

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Decidí investigar un poco sobre Elena. Busqué el nombre de Maddie Walker en la base de datos, pero no había nada que se correspondiera con ella, así que decidí buscarla por Elena. Había miles de resultados, pero fui descartando varias opciones hasta quedarme con tres. Leí atentamente el expediente de las tres personas que podían corresponderse a ella, pero tan solo una lo hacía. Según explicaba este informe, su nombre es Elena Fernández, veinticuatro años, vive sola y es hija única. Su padre, Mario Fernández, fue uno de los ex-narcotraficantes más conocidos de todo el estado, pero hace unos años lo dejó y rehízo su vida, al igual que su hija. Ahora ambos trabajan para el FBI. «Lo sabía, desde el primer momento sospeché que esa mujer ocultaba algo, tan solo era cuestión de tiempo que lo supiera. Por eso se interesó desde el primer momento en Marc, lo está investigando, estará intentando encontrar pistas sobre su pasado, sus antecedentes penales por abuso sexual y corrupción». Me froté los ojos debido al cansancio y bebí un poco de agua.

—¿Qué haces? —Preguntó Mackenzie acariciándome el pelo suavemente.

—Nada importante, cosas de trabajo.

—Ya veo —dijo mientras posaba sus ojos sobre la pantalla de mi portátil.

—Kenzie, no empieces, ya hablamos de esto.

—Yo no he dicho nada, lo has dicho tú —contestó cruzándose de brazos—. Por algo será.

—Tan solo es trabajo, Kenzie. Cálmate, por favor.

—Como quieras —contestó marchándose molesta hacia la habitación.

Odiaba cuando tenía esos ataques de celos. No entendía el motivo de su enfado, tan solo estaba trabajando. Es como si tuviera miedo a perderme o que pudiera dejarla sola por el simple hecho de investigar sobre la vida de Elena. Reuní todo lo que necesité sobre ella y decidí escribirle un mensaje para hablar, tenía que explicarme muchas cosas. Cerré mi ordenador y subí hasta mi habitación. Mi móvil vibró en mi bolsillo, lo agarré y vi que era Elena. No me esperaba que contestase tan rápido, sorprendentemente aceptó mi invitación. Bajé al gimnasio mientras pasaban las horas y subí a mi habitación para ducharme y cambiarme para salir a cenar con ella. Mackenzie había salido con Vlad al centro comercial, por lo que les puse a ambos un mensaje sobre mi ausencia de esta noche. Terminé de ducharme y me vestí. Me desabotoné la camisa un par de botones y cogí las llaves del coche. Aparqué el coche próximo al restaurante, avancé apenas unas calles y en minutos me encontraba frente a él. El encargado me animó a pasar tras confirmarle el nombre de la reserva. Un chico de alrededor de unos diecisiete años me llevó hasta la que sería mi mesa.

—Que disfrute de su mesa, señor.

—Gracias —le contesté con una sonrisa.

Me senté y esperé a que llegase Elena. Fue puntual, por lo que no tuve que esperar demasiado. Lucía un pantalón blanco de cuero que se pegaba a su cuerpo como una segunda piel, y un corsé negro junto a una chaqueta de traje blanca. En seguida me divisó y el mismo chico de antes la acompañó hasta la mesa.

—Gracias —le respondió.

—De nada señorita. Cualquier cosa que necesiten no duden en llamarnos.

Ambos asentimos y el camarero se marchó con una sonrisa en su joven rostro.

—Hola —saludó mientras se quitaba su chaqueta y la colgaba sobre el respaldo de su silla.

—Hola —le contesté.

—Tú dirás sobre lo que quieres hablar conmigo con tanta urgencia.

—Vas directa al grano —sonreí.

—No me gusta andarme con rodeos.

—Una buena cualidad.

—Gracias. Ahora, suéltalo, porque realmente dudo que me hayas citado a cenar para simplemente verme la cara.

—Cierto. Sé que trabajas para el FBI —intentó pronunciar algo a través de sus labios, pero la interrumpí antes de que lo hiciera—. Desde el primer momento en el que te vi supe que había algo extraño en ti, pero no sabía el qué, así que dejé que se quedara en mi imaginación, pero el día que te vi en la mansión de Marc me resultó bastante extraño ya que ni os conocíais. Aquel día decidí medio creerme tu historia, pero nada más marcharte y extraer el pequeño líquido que había sobre los labios de Black supe que verdaderamente ocultabas algo. A través de un viejo amigo, averigüé de qué se trataba exactamente ese líquido blanco. Un suero de la verdad ¿o me equivoco? —Hice una breve pausa mientras analizaba su rostro totalmente descompuesto ante mis conclusiones—. Lo que finalmente me llevó hasta una Elena de veinticuatro años, hija del ex-narcotraficante más conocido de todo el estado, que ahora ambos trabajan para el FBI.

—Así que has estado acosándome.

—Yo no lo llamaría así exactamente.

—Ah ¿no? ¿Y entonces cómo? —Preguntó cruzándose de brazos.

—Tan solo decidí contestar a mis propias preguntas. Vamos agente, tú más que yo deberías aceptar tu curiosidad por la gente que conoces —le contesté apoyando mis antebrazos sobre la mesa e inclinándome levemente para cortar un poco la distancia entre ambos mientras le sonreía con suficiencia.

—Borra esa estúpida sonrisa —dijo malhumorada—. Y ahora dime. ¿Para qué te has tomado tantas molestias en averiguar quién soy y que es lo qué hago? —Se detuvo unos instantes para mirarme antes de continuar—. ¿Acaso he llamado tanto tu atención que no podías sacarme de tu cabeza hasta que no lo averiguaras todo sobre mí? —Preguntó imitando mi sonrisa.

Intenté contestarle, pero nada salía de mis labios.

—¿El stalker se quedó sin palabras? Guau, realmente no me lo creo.

—Deja de bromear —contesté fríamente.

—¿Herí tus sentimientos? Lo siento, no fue mi intención —dijo burlándose claramente de mí.

—Si quieres investigar sobre Marc estoy dispuesto a ayudarte. Al igual que tú, yo también quiero que ese cabrón se pudra en la cárcel y pague por todo el daño que ha hecho, pero para eso debes prometerme algo.

—¿Qué quieres? —Preguntó desviando levemente sus ojos a mis labios. Cosa que no pasó desapercibida para mí.

—Que todo esto se quede entre nosotros, nadie puede saber que te estoy ayudando.

—De acuerdo, pero entonces tendríamos que vernos más a menudo y con discreción.

—Así es. ¿Tenemos un trato? —Acerqué mi mano a ella para estrechar la suya y así cerrar el trato.

—Trato hecho —contestó estrechando nuestras manos. 

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