El sonido de los pájaros provocaron que abriera lentamente mis ojos. Giré la cabeza en busca de Elena, aún seguía dormida, pero esta vez estaba más cerca, podía sentir su respiración sobre mi pecho. Estaba preciosa incluso cuando estaba dormida. Me levanté de la cama sin hacer demasiado ruido y salí de la habitación cerrando la puerta para que pudiera dormir un rato más si quería. Saqué el teléfono de mi bolsillo para mirar la hora, aún era temprano, no me preocupaba si quería dormir un rato más, pero deberíamos marcharnos cuanto antes. Encendí la cafetera para hacerme un café, cogí una de las pocas tazas que había y la dejé sobre la pequeña encimera.
—Buenos días —saludó irrumpiendo en la cocina.
—Buenos días, espero que hayas dormido bien —sonreí.
Se hizo un breve silencio, supongo que no quiso contestar a mi pregunta, ya que comenzó a hablar de otra cosa.
—¿Cuándo nos iremos? —Preguntó.
—En cuanto terminemos de desayunar, si te parece bien.
—Sí, mi padre tendrá que estar preocupado.
La cafetera comenzó a hervir, vertí el café sobre mi taza e hice lo mismo con la taza de Elena.
—Oye, sobre lo de anoche, yo...
—Tranquilo, está todo bien. Un momento de debilidad entre ambos y nada más.
—Sí, justo eso, un momento de debilidad.
Le acerqué su taza y mis dedos rozaron suavemente su mano, la miré y ella me miró, en seguida agarró su taza para así evitar el contacto lo máximo posible. Fui hacia la habitación, la dejé sola en la cocina para que terminase de desayunar. Cogí las llaves del coche junto con mi cartera y las metí en mi bolsillo. Me mojé un poco el pelo para arreglármelo, aunque fuese algo, y en seguida salí al salón. Después de recoger sus cosas, salió de la habitación y se dirigió a mí con el rostro bastante serio.
—Ya estoy, cuando quieras nos vamos.
—De acuerdo, cierro todo y nos vamos —contesté.
Decidió esperarme fuera, así que intenté tardar lo menos posible. Cerré todo y lo dejé tal cual estaba cuando llegamos, abrí la puerta y la cerré con llave dándole la espalda. Me giré, pero vi que ya no estaba, preocupado comencé a llamarla, pero nadie contestaba. Cogí mi teléfono y decidí marcar su número, el constante pitido me estaba poniendo de los nervios, pero fue un alivio cuando al cuarto pitido descolgó.
—Elena ¿dónde estás? Ya estoy fuera.
—Sí, díselo Elena, ¿dónde estás?
Aquella voz al otro lado del teléfono provocó que se tensara todo mi cuerpo.
—¡Dónde está! —Exigí.
—¿Tan temprano dando órdenes? —Rio alegremente.
—No agotes mi paciencia Black, dónde coño está.
—Si te dijera dónde está no tendría nada de diversión.
Apreté mis puños con rabia, ese imbécil quería acabar con mi paciencia, y lo estaba consiguiendo poco a poco, necesitaba calmarme y no seguir cayendo en su estúpido juego.
—Que quieres —le contesté calmando un poco mi tono de voz.
—Eso ya me gusta más —rio—. Tráeme de vuelta a Mackenzie y solo entonces te entregaré a Elena.
—No sé nada de Mackenzie.
—No me tomes por estúpido Iván, sé que te la has estado follando todo este tiempo —hizo una breve pausa—. Pero me pregunto qué pensará Kenzie al enterarse que su principito ha encontrado a alguien nuevo —rio con satisfacción.
—Jamás te daré a Mackenzie.
—Pues entonces olvídate de ella. Jamás volverás a verla.
Oí a Elena de fondo llorando, no entendí bien lo que decía.
—Pásame con ella, quiero saber que está bien.
—Acercadla —les dijo a sus matones—. ¿Iván? —preguntó ella.
—¿Estás bien? ¿Te han hecho algo?
—No lo hagas, no dejes que Mackenzie vuelva con él, por favor... No te preocupes por mí, estaré bien.
—No Elena, escúchame.
—Se acabó el tiempo principito. Aquí te espero, ya sabes dónde.
Y colgó inmediatamente. Enfurecido cogí las llaves del coche, me subí en él y lo arranqué. El motor rugía con fuerza al igual que mi rabia. Eché marcha atrás y emprendí el camino de vuelta a la ciudad. Dejé el coche en el garaje e introduje las llaves, un leve clic hizo que se abriera la puerta principal, entré y cerré la puerta. En el sofá se encontraban Vlad y Mackenzie, en cuanto oyeron el sonido de la puerta se giraron para ver quién era.
—Al fin apareces, ¿se puede saber dónde coño estabas?
—Necesito hablar con Vlad. Déjanos solos.
—¿No piensas darme ninguna explicación? Estupendo —contestó marchándose hacia la habitación enfurecida.
Me acerqué hasta el sofá y ocupé el sitio de Mackenzie.
—Tenemos un problema.
—¿Qué has hecho ahora?
—Eso ahora no importa. Black quiere verme, y quiere que lleve a Mackenzie conmigo.
—¿Sabe que está contigo? —Preguntó totalmente sorprendido.
—Al parecer sí.
—¿Pero?
—Es una larga historia, tiene a Elena secuestrada, y si quiero que se deshaga de ella, debo de intercambiarla por Mackenzie, no hay otra opción —me tapé la cara con las manos frustrado—. No sé qué hacer, Vlad. Si hago el intercambio, Mackenzie lo pasará mal, y si no lo hago, Elena lo pasará mal también, me tiene entre sus manos.
—Debe de haber otra salida, tenemos que pensar en algo.
—¿Y crees que no lo he hecho ya?
—Cálmate Iván, estás furioso y nervioso, tienes que relajarte.
—¡¿Relajarme?! —Lo miré con frustración, aunque en realidad no era culpa suya sino mía—. Como cojones quieres que me relaje si no hay solución...
—Ya la encontraremos, pero no solucionarás nada si estás así de frustrado y enfadado. Así que cálmate que ya se nos ocurrirá algo.
Apoyé la cabeza sobre el respaldo del sillón y cerré los ojos para intentar calmarme un poco, pero mi cerebro se negaba a hacerlo. El simple hecho de imaginar sus manos por cualquier parte de su cuerpo me ponía de los nervios, más le valía no tocarle ni un pelo o acabaría sacando lo peor de mí.
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Wiles
RomanceUna agente del FBI y un mafioso. Interesante combinación ¿verdad? Dos protagonistas, dos historias ocultas. ¿Serán capaces de mostrar sus sentimientos el uno al otro o preferirán seguir viviendo con mentiras y engaños?