Capítulo 21

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Decidí esperarlo fuera en el porche. En cuestión de segundos vi como un deportivo negro se paraba frente a la cabaña. Dos hombres musculosos y llenos de tatuajes se bajaron de él.

—Al fin te encontramos preciosa —sonrió uno de ellos.

—El jefe estará la mar de contento —sonrió el otro hombre que había junto a él—. Imagino lo que querrá hacer contigo en cuanto te tenga con él.

Me levanté del banco y saqué mi arma, los apunté a ambos con ella.

—Marchaos —les advertí.

—Tranquila preciosa, baja el arma y todo saldrá bien.

Uno de ellos se acercó a mí.

—Aléjate o disparo.

—Somos dos contra una —sonrió con suficiencia.

Seguía avanzando más hacía mí, por lo que aproveché para apuntar hacía su pierna e intentar correr, pero resultó inútil, me acorralaron en el intento.

—Zorra de mierda —gruñó presionándose la pierna ante el dolor de mi bala.

—Suéltame imbécil —intenté retorcerme en sus brazos.

—Esto no hubiera pasado si no hubieses disparado —me agarró con más fuerza y puso un esparadrapo sobre mi boca para silenciarme.

Lo último que recordé antes de desmallarme fue como me metían en aquel deportivo negro y aquellos dos matones me subían en la parte trasera del coche. Un estruendo golpe en la puerta me despertó. Abrieron las puertas dónde yo estaba sentada y tiraron de mí para bajarme. Me habían puesto unas vendas en los ojos, por lo que no podía ver absolutamente nada, lo único que podía hacer era escuchar y oler todo lo que hubiese a mi alrededor o cerca de mí. Avanzamos un largo rato hasta que nos detuvimos, me sentaron en una especie de colchón y en ese momento se deshicieron de las vendas de mis ojos.

—En seguida viene el jefe, ponte cómoda —sonrieron ambos con malicia.

—Soltadme par de imbéciles.

Se miraron entre ellos sin dejar de sonreírse mutuamente.

—Hemos traído a una peleona, seguro que le encantará.

Se retiraron de mi alcance y se apoyaron sobre la pared en una esquina de la pequeña habitación. Oí como unos pasos se acercaban a nosotros desde el otro lado de la puerta. Abrió la puerta y su rostro se reveló ante nosotros. El mismísimo Marc Black me había secuestrado y atado en contra de mi voluntad, y ahora estaba frente a él.

—Bienvenida preciosa, hacía tiempo que no nos veíamos.

—Suéltame.

—Cuanto quisiera amor mío, pero sino no habría diversión —sonrió.

—¿Qué quieres de mí? Creí ser lo bastante clara la última vez que nos vimos.

Se fue acercando lentamente sin perder su estúpida sonrisa.

—No debiste juntarte con quien no debías, mírate ahora, lo que has conseguido por juntarte con ese —hizo una pausa— niñato.

—No sé de qué me hablas —contesté firmemente.

—Oh vamos, te veía más inteligente. No intentes negarlo, sé que habéis estado juntos desde hace poco más de un mes. Tengo a gente que trabaja para mí y cumplen con mis órdenes.

—Déjame salir de aquí.

Avanzó unos pasos más, su rostro estaba frente al mío.

—Me temo que no, preciosa —contestó acariciándome el rostro.

Aparté mi cara de su mano, pero el agarró mi barbilla obligándome a mirarlo.

—No hagas que me exceda contigo, siempre he ido con respeto, no me hagas perderlo ahora.

—No me amenaces Black.

Cerró sus ojos con lascivia ante mis palabras.

—Qué bien suena mi apellido en tus labios —sonrió.

—Eres un cerdo —escupí.

Se levantó mosqueado y ordenó a sus matones que me desvistieran.

—¡Dejadme en paz! —Grité mientras les propinaba patadas.

Me arrancaron la camiseta, mi sujetador estaba al descubierto. Los tres no dejaban de observarme, sus miradas sobre mí me producían asco, además del frío que me provocaba estar así.

—Retiraos —ordenó.

—Como diga jefe.

Obedecieron y salieron de la habitación, ahora estábamos Marc y yo completamente a solas.

—Creo que es hora de que hagamos una llamadita ¿no?

Cogió mi teléfono del bolsillo y comenzó a marcar un número, espero unos segundos y descolgaron, la voz de Iván estaba al otro lado del teléfono, su tono era bastante furioso y preocupado.

—Cálmate Novikov, aún no le he hecho nada —sonrió—. Pero no te creas que no tengo ganas, no sé cómo has podido controlarte, es una mujer bastante hermosa, y esa ropa interior le queda... —suspiró.

Pude oír como Iván le gritaba al teléfono, estaba realmente molesto.

—Toma, quiere hablar contigo —me tendió el teléfono y lo colocó sobre mi oreja.

—Elena ¿estás bien? —Preguntó, su tono era de preocupación, jamás lo había escuchado así conmigo.

—Iván —no pude evitarlo, nada más escuchar su voz, lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos.

—Ey, no llores, te prometo que te sacaré de allí...

—Se acabó el tiempo —ordenó Black.

Me arrebató el teléfono e intercambió un par de palabras con Iván para después colgar.

—Tranquila preciosa, esta noche saldrás de aquí si cumple con su palabra.

—No te entregará a Mackenzie.

—Pues entonces tendré que quedarme a cambio contigo. Debe ser una situación difícil para Iván, elegir entre una u otra, alguna acabará dolida, ni yo mismo podría elegir. Pero bueno, situaciones de la vida misma. Hasta esta noche preciosa.

Se marchó cerrando la puerta tras él. Todas las luces estaban apagadas, no había nada a mi alrededor, estaba sobre un colchón entre cuatro paredes de acero. Envolví mis brazos alrededor de mi pecho intentando aliviar el frío. Me tumbé sobre el colchón y dejé que mis párpados se cerraran, intentar dormir hasta que Iván pudiera regresar, no sabía que haría, pero confiaba en él y que haría todo lo posible por salvarnos a ambas.

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