Capítulo 3

8 2 0
                                    

Me levanté temprano como de costumbre. Me dirigí al baño para darme una ducha antes de ir a trabajar. Desayuné un par de tostadas y un zumo, y en seguida cogí las llaves de casa para marcharme. La mañana era fría como siempre, el viento helado arrastraba las hojas caídas de los árboles, la primavera se adentraba y, aun así, hacía un frío infernal. Salí del ascensor deprisa y llegué a mi despacho, por el camino saludé a Olivia y a Eric, que no dejaban de comerse con los ojos. «De verdad que no entendía cómo aquellos dos no se daban cuenta de cómo se miraban. Hasta Florence, la recepcionista, se daba cuenta y ni siquiera frecuentaba nuestra planta». Dejé mi chaqueta sobre la silla de mi escritorio y me senté en ella, encendí el ordenador como cada mañana, y un mensaje inundó la pantalla del ordenador. No había ninguna dirección, tan solo había un texto corto escrito en aquel misterioso correo. Sé quiénes sois, escribieron en aquel mensaje. No tenía ni idea de quién se trataba, pero desde luego no me hacía ninguna gracia que me estuvieran gastando algún tipo de broma como esta. «¿A quién más se refería a parte de mí?» No comprendía nada de lo que aquel mensaje decía. Agotada, decidí ignorarlo y ponerme a trabajar. Mi cerebro volvió a concentrarse en aquel chico, para ser más exactos Iván Novikov, sí, ese mismo Iván que por accidente me encontré con él la pasada noche. Era incluso más alto de lo que teníamos registrado sobre él en los archivos, sus ojos azules eran muchos más claros e intensos aquella noche, noté un cierto brillo cuando me miró. Había algo en él que me parecía diferente, algo extraño de lo que no estaba segura. El sonido de la puerta abriéndose me sacó de mis pensamientos. Se trataba de mi padre, su rostro se mostraba alegre, traía consigo una carpeta morada.

—Buenos días, cielo —me saludó.

—Buenos días, papá —le sonreí.

—Tengo buenas noticias —dijo esbozando su enorme sonrisa—. Traigo el expediente de aquella mujer que me pediste.

—Genial papá, muchas gracias.

Se acercó a mí y lo dejó sobre mi mesa. Comencé a abrirlo y leerlo un poco por encima a la vez que mi padre iba describiendo un poco sobre ella en voz alta.

—No hay nada fuera de lo normal —dijo cruzándose de brazos—, pero lo que sí me llamó la atención, es la tercera página del caso —avancé hasta la tercera página y esperé a que continuase—. Al parecer, su expareja es Marc Black, quién ya conocemos y llevamos buscando años.

—Con que tratamos con un violador de primera —dije mientras leía y escuchaba a mi padre atentamente.

—Así es —afirmó—. Según he averiguado, Mackenzie Johnson estuvo relacionada con él tres años, pero dejó de estarlo hace unos cuantos meses hasta que se la relacionó con Iván Novikov, el cual trabajó para Black cuando aún Johnson estaba con él.

—Interesante, así que algo tuvo que pasar para que terminase con Black para que después huyera de él.

—¿Se te ocurre algo? —Preguntó.

—¿No se conocían antes? Quiero decir, si tenían algún tipo de amistad durante la relación de Mackenzie con Black.

—Eso no lo sabemos, pero pienso igual que tú. Algo pasó entre Black y Mackenzie para que terminasen.

—A lo mejor le ayudó para que terminaran con aquella relación. Black tiene antecedentes, a lo mejor intentó algo con ella e Iván la ayudó a escapar.

—Puede ser... Aquí tienes todo en la carpeta sobre lo que he podido averiguar, quédatela por si necesitas consultar algo más.

—De acuerdo, gracias, papá —me dio un beso en la frente y se marchó cerrando la puerta tras él. Leí el resto de las páginas del informe de MacKenzie y seguí centrándome en ambos.

Mi cabeza seguía dándole vueltas a lo que había hablado con mi padre. Necesito saber más sobre Marc, sentía que todos los años de investigación se habían ido a la mierda, apenas encontrábamos pistas, y si las había, en seguida desaparecían. Pero esta vez era diferente, tener a Iván nos ayudaría a acabar con él de una vez por todas. Dentro de unos días celebraría una fiesta en su mansión, ocasión perfecta para adentrarme más en su mundo, si no podíamos desde fuera, lo haría desde dentro. Apunté la dirección del lugar y la reenvié a mi teléfono. Cerré el ordenador y salí de mi despacho, era la hora del almuerzo y había quedado con Olivia. Avancé por el largo pasillo hasta llegar a su despacho, toqué a su puerta y entré.

—¿Estás lista? —Le pregunté.

—Sí, vamos.

Se levantó de la silla de su escritorio., cogió su chaqueta y su bolso y salimos de la oficina. Cruzamos la calle y nos dirigimos hacia nuestro restaurante chino favorito. 

WilesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora