Tiró su cigarrillo al suelo y se marchó dejándome solo en la mesa. Mi mente no dejaba de darle vueltas a la conversación que tuve con ella hace menos de cinco minutos. No me creí del todo el porqué de su mentira, pero decidí no discutir más con ella. Muy dentro de mí sabía que aquella mujer se traía algo entre manos. Algo que explicara su interés por acercarse al idiota de Marc. Le pedí otra copa al camarero y vi cómo se alejaba de la casa lentamente, como si intentase huir sin ser vista. Dejé mi copa sobre la mesa y decidí seguirla. Avancé deprisa y salí de la casa tras ella. Rebuscó entre sus cosas y sacó su teléfono para llamar a alguien. En seguida, un taxi amarillo la recogió y se alejó de allí como si nunca hubiese puesto un pie en ella. Entré de nuevo y busqué a Marc. Lo encontré en el salón con una copa de wiski en su mano y durmiendo plácidamente. Me acerqué a él sin hacer ningún ruido. Olía a alcohol, como la mayoría de los que estábamos aquí, pero me sorprendió un líquido blanco que reposaba sobre la superficie de sus labios. Agarré un trozo de papel de mi bolsillo y le limpié la boca para obtener una pequeña muestra de aquella sustancia. Disimuladamente me alejé de allí, y llamé a Vlad para informarle de todo. Tras haber estado hablando durante el trayecto de vuelta al hotel con Mackenzie, abrí la puerta de mi suite. Me deshice del traje y los zapatos, y me metí en la cama. Mañana regresaba temprano a Nueva York, así que tendría que darme prisa para tenerlo todo listo para antes de esta noche por si se me olvidaba guardar algo. Dejé mi móvil sobre la mesa de noche y me metí bajo las sábanas. La alarma de mi móvil sonó provocando que abriese los ojos con desgana. Me levanté de la cama y fui al baño a lavarme la cara, dentro de media hora acordé hacer el check out, así que no debía tardar demasiado en desayunar y abandonar la suite. Decidí no cambiarme de ropa y quedarme con el chándal, así que, así vestido, bajé a desayunar. Tan solo me pedí un café y un mini croissant, no tenía demasiada hambre. Volví a subir a mi suite y terminé de meter mis cosas en la mochila. Bajé hasta el hall y le entregué la llave al recepcionista, terminé el último papeleo y esperé en la entrada a que me trajeran el coche. Abrí la puerta y avisé que había llegado, en seguida, oí como Mackenzie bajaba deprisa las escaleras para lanzarse sobre mis brazos y darme un abrazo.
—Estás aquí —sonrió en mi cuello—. Te he echado mucho de menos, ya sé que tan solo han sido tres días, pero aun así...
—Yo también te he echado de menos —le devolví la sonrisa—. ¿Quieres que hagamos un almuerzo de bienvenida? —Le pregunté alegre.
—Sí, me encantaría —contestó entusiasmada.
—Genial. Iré a ducharme y bajo a hacer la comida.
—¿Y por qué no mejor nos duchamos juntos y después la hacemos?
La miré con una sonrisa aceptando su propuesta. Subimos las escaleras y llegamos hasta el dormitorio. Dejé la maleta a un lado y nos desnudamos. Abrí el grifo de la bañera y esperé a que se llenara completamente. Entrelacé su mano con la mía y la guié hasta la bañera, aún se ponía un poco nerviosa cada vez que la tenía desnuda frente a mí, y eso me encantaba.
—¿Echas de menos a tu madre?
Su pregunta me pilló por sorpresa, la miré extrañado.
—¿Por qué me preguntas eso?
—No sé...
Ella acarició mi mejilla dulcemente mientras se acurrucaba junto a mí. Mis manos peinaba su pelo suavemente, ella cerraba sus ojos disfrutando de mi toque.
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Wiles
RomanceUna agente del FBI y un mafioso. Interesante combinación ¿verdad? Dos protagonistas, dos historias ocultas. ¿Serán capaces de mostrar sus sentimientos el uno al otro o preferirán seguir viviendo con mentiras y engaños?