Capítulo 16

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Me encontraba en casa recapitulando varias cosas sobre el caso cuando me llegó un mensaje de Iván. Sorprendida desbloqueé mi teléfono para ver de qué se trataba. Su mensaje era bastante claro, necesitaba verme con urgencia para hablar de algo importante, y tenía que ser esta noche. Rápidamente le contesté aceptando su propuesta. Me dirigí a mi armario en busca de la ropa que me pondría. Continué ordenando las ideas del caso hasta la hora de la cena. Me vestí y me dirigí al restaurante que eligió. Empujé la puerta y un chico bastante joven me acompañó hasta la mesa. Mis ojos ya se habían posado en él antes de llegar. Llevaba una camisa blanca desabotonada un poco más abajo de su cuello dejando a la vista una cadena de plata, la cual había visto ya más de una vez.

—Hola —saludé sentándome en la silla que había frente a él.

—Hola.

Me miraba atento, como si esperase a que yo hablara primero.

—Tú dirás sobre lo que quieres hablar conmigo con tanta urgencia.

En seguida sus labios se curvaron en una sonrisa.

—Vas directa al grano.

—No me gusta andarme con rodeos —le contesté sin emoción.

—Una buena cualidad.

—Iván, no tengo toda la noche, si realmente me has escrito para hablar creo que es momento de que lo hagas ¿no?

—Cierto. Sé que trabajas para el FBI. Desde el primer momento en el que te vi supe que había algo extraño en ti, pero no sabía el qué, así que dejé que se quedara en mi imaginación, pero el día que te vi en la mansión de Marc me resultó bastante extraño ya que ni os conocíais. Aquel día decidí medio creerme tu historia, pero nada más marcharte y extraer el pequeño líquido que había sobre los labios de Black supe que verdaderamente ocultabas algo. A través de un viejo amigo, descubrí de qué se trataba exactamente ese líquido blanco. Un suero de la verdad ¿o me equivoco? Lo que finalmente me llevó hasta una Elena de veinticuatro años, hija del ex-narcotraficante más conocido de todo el estado.

—Así que has estado acosándome.

—Yo no lo llamaría así exactamente.

—Ah ¿no? ¿Y entonces cómo? —Pregunté cruzándome de brazos.

—Tan solo decidí responder mis preguntas, no me mires así, tú más que yo deberías aceptarlo —contestó con una sonrisa, a la vez que apoyaba sus antebrazos sobre la mesa y se inclinaba levemente para cortar un poco la distancia entre ambos.

—Borra esa estúpida sonrisa —dije malhumorada—. Y ahora dime ¿para qué te has tomado tantas molestias en averiguar quién soy y que es lo qué hago? —Hice una breve pausa para mirarlo —. ¿Acaso he llamado tanto tu atención que no podías sacarme de tu cabeza hasta que no lo averiguaras todo sobre mí? —Le dije imitando su sonrisa—. ¿El stalker se quedó sin palabras? Guau, realmente no me lo creo.

—Deja de bromear —contestó fríamente.

—¿Herí tus sentimientos? Lo siento, no fue mi intención —dije burlándome de él.

—Si quieres investigar sobre Marc estoy dispuesto a ayudarte—. Al igual que tú, yo también quiero que ese cabrón se pudra en la cárcel y pague por todo el daño que ha hecho, pero para eso debes prometerme algo.

—¿Qué quieres? —Pregunté.

—Que todo esto se quede entre nosotros, nadie puede saber que te estoy ayudando.

—De acuerdo, pero entonces tendríamos que vernos más a menudo y con discreción.

—Así es. ¿Tenemos un trato? —Acercó su mano a mí.

—Trato hecho —acepté estrechando su mano con la mía.

—Genial, un placer hacer negocios contigo —dijo guiñándome un ojo.

Iba a levantarme de la mesa para marcharme, cuando de repente su mano agarró la mía impidiendo que lo hiciera.

—No te vayas, al menos cenemos algo ¿no?

—Bueno, está bien.

Me senté de nuevo en la silla y le pedimos la comida al camarero. Fue una cena bastante agradable, nos reímos y disfrutamos de la compañía. Me ausenté un segundo para ir al servicio mientras él pedía la cuenta.

—Ya estoy —anuncié.

—He pagado la cuenta. Antes de que digas nada, tan solo tómatelo como una invitación, al fin y al cabo, fui yo quien te escribió.

—La última vez.

—Como quieras. Gracias por todo —le dijo al camarero.

—A ustedes pareja.

Ambos nos sonreímos tímidamente y nos marchamos del local.

—Gracias por haberme invitado.

—No fue nada —sonrió dulcemente.

—Será mejor que me marche, se está haciendo tarde.

—Sí, yo también debería —dijo metiendo sus manos en los bolsillos del pantalón—. ¿Quieres que te acompañe hasta tu casa?

—Puedo ir sola, no te preocupes.

—Realmente no me contestaste —sonrió.

—Bueno, está bien, puedes acompañarme —le dije devolviéndole la sonrisa.

Fuimos hasta su coche y ambos nos subimos en él. Al cabo de unos diez minutos llegamos.

—Bienvenido a mi humilde morada. No es una mansión, pero se vive bien—sonreí.

—No está mal —sonrió.

—Gracias por acompañarme.

—De nada.

Le di la espalda e introduje mis llaves en la puerta.

—Elena.

—¿Sí? —Me di la vuelta para mirarlo.

—Buenas noches —contestó.

—Buenas noches.

Abrí la puerta y me adentré en el edificio. Subí las escaleras y entré a mi apartamento. 

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