Capítulo 14

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Había decidido contactar con Black para que nos viéramos, tenía una confesión por su parte ante una violación, pero mis palabras no son suficientes para poder llevarlo ante un juez de una vez por todas. Me encontraba en un banco de Central Park esperándole, habíamos quedado para comer en un restaurante no muy lejos de aquí. Miré la pantalla de mi teléfono para comprobar la hora, en dos minutos estaba aquí.

—Hola preciosa, espero no haberte hecho esperar demasiado, he tenido que retrasarme por trabajo —dijo disculpándose.

—Tranquilo, acababa de llegar.

—Perfecto entonces, ¿te apetece que vayamos ya hacía el restaurante?

—Sí, claro.

Me levanté del banco y ambos nos encaminamos hacía el restaurante. Black insistió en que le daba igual el lugar y la comida, así que decidí escoger un restaurante chino, ya que era mi comida favorita.

Entramos y un joven camarero nos guio hasta nuestra mesa.

—Aquí tienen la carta, cualquier cosa no duden en llamarnos —nos sugirió.

—Gracias —le contesté devolviéndole la sonrisa.

El camarero se retiró para dejarnos tiempo para decidir sobre la comida. Entonces, Marc decidió intervenir.

—Me sorprendió tu mensaje, la verdad.

—¿Por qué?

—Porque apenas nos vimos ayer.

—Cierto, pero me apetecía volver a charlar contigo —sonreí despreocupada.

—A mí también, desde que te vi por primera vez supe que nos llevaríamos bien —contestó devolviéndome la sonrisa.

Tras terminar la conversación y pensar la comida, llamamos al camarero y en seguida nos tomó nota de todo. Una hora después terminamos de comer.

—Insisto en pagar.

—Yo decidí en invitarte a comer, me corresponde a mí pagar.

—Preciosa, insisto, ya podrás reservar el dinero para comprarte algún vestido o zapatos bonitos.

—Está bien, como quieras, pero a la próxima invito yo.

—Te tomaré la palabra —sonrió.

Salimos del restaurante y avanzamos unos pasos más hasta regresar a Central Park.

—Me alegra que nos hayamos visto —agregó posando su brazo sobre mis hombros.

—A mí también, pero será mejor que me marche ya.

—¿No podrías quedarte un poco más? —Insistió.

—Me encantaría, pero debo marcharme.

—Como quieras —dijo no muy convencido—. Te acompaño hasta tu coche.

Asentí y le guie hasta el aparcamiento. Me despedí de él con un beso en la mejilla y me metí en el coche. No habíamos vuelto a hablar de Mackenzie desde el día de la fiesta, y debía de volver a hacerlo pronto si quería tenerlo en la cárcel más pronto que tarde. La idea de contactar con Mackenzie no se me iba de la cabeza, si ella aceptase que le tomásemos declaración, tendríamos una víctima que pueda ayudar a que manden a ese cabrón a la cárcel, pero solo pasaría si la encontraba... Quizás si conseguía acercarme más a Iván, podría dar con ella más fácilmente, pero no será sencillo. Agarré las llaves de mi bolso y abrí la puerta, fui hasta mi habitación para cambiarme de ropa y ponerme el pijama. Cogí mi teléfono y llamé a mi madre, hacía años que no nos veíamos después de que nos dejara a mí y a mi padre y se marchara con otro hombre, su amante para ser exactos. Se había casado con un multimillonario, y ahora vivían en una de sus mansiones de Los Ángeles. Marqué su número de teléfono y al tercer pitido contestó.

—¿Sí? —Preguntó desde la otra línea.

—Hola mamá, soy yo, Elena. Te llamaba para saber cómo va todo.

—¡Elena! —Contestó alegremente—. No esperaba tú llamada. Todo va genial, ahora mismo estoy haciendo unas compras. ¿Tú que tal estás?

—Me alegra que estés bien. Yo acabo de llegar a casa, he salido a comer con un compañero de trabajo.

—¿Solo un compañero? —Preguntó curiosa.

—Sí mamá, solo es un compañero. No te preocupes que no tienes yerno.

—Tienes veinticuatro años, deberías tener pareja. A mis diecinueve años ya estaba embarazada de ti.

—Sí, y a los veintitrés aprovechaste la oportunidad de marcharte en cuanto lo conociste a él ¿no?

—Elena...

—Sabes que es cierto.

—Lo sé cielo, pero ya te he pedido perdón cientos de veces por eso mismo.

—Y yo te perdoné, pero que lo haya hecho no significa que lo haya olvidado.

Se hizo un breve silencio, a lo que ella decidió intervenir cada vez que salía el tema sobre su pasado. Evadía la conversación o simplemente decía que tenía que marcharse como lo estaba haciendo ahora.

—Elena, tengo que colgar. Hablamos más tarde, dale recuerdos a tu padre.

—Sí, adiós —suspiré.

Colgué el teléfono y lo dejé sobre la encimera. Desde que era apenas una niña mi madre nos dejó y se fue con su nuevo novio multimillonario, y desde entonces no la he vuelto a ver. El abandono para mi padre supuso un derrumbe emocional, apenas comía, se pasaba el día borracho, llegaba tarde a casa y ni siquiera me saludaba, la mayor parte del tiempo que estaba en casa se la pasaba encerrado en su habitación. Cuando se marchó, lo pasó realmente mal, yo apenas era una niña, pero sentía lo mal que se encontraba mi padre por ella. Nunca llegué a odiarla por haberse marchado, pero si me enfurecía con ella cuando mi padre se encontraba así. No tuve una infancia fácil, crecí sin una madre, y por mucho que mi padre hiciera de ambos, fue difícil. Comencé a juntarme con quien no debía, fumaba y bebía casi todos los días, salía con chicos que ni siquiera me gustaban, tan solo necesitaba sentirme querida y deseada... Pero con el tiempo supe que eso no me devolvería a mi madre, así que cambié, maduré, y me convertí en la mujer que soy ahora. Un día la vi en una revista internacional, al principio me sorprendió verla, estaba rodeada de joyas y vestidos caros, y un hombre que la agarraba de la cintura mientras la miraba con ternura. Tras investigar en internet sobre el hombre que estaba junto a ella, pude dar con su teléfono, y hasta hoy, seguimos hablando de vez en cuando.

WilesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora