CAPITULO 3

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Aurora Ivera

Subo los pies al respaldo de la banca de enfrente mientras me como una barra de frutas observando el cristo que está sobre el altar. La iglesia no es muy grande, pero por el momento no puedo quejarme, ya que al parecer no viene mucha gente por aquí y en el último lugar donde Joseph o Azael me buscarían, sería aquí

—Así que eres Dios ¿Cierto? —tamborileo mis dedos sobre mi muslo. —El todo poderoso, vaya peso. Para ser el que lo ve todo has quedado muy mal con muchas personas o eso he visto

Me aparto el cabello del hombro cuando levanto un brazo para extenderlo por el respaldo de la banca.

—Tu lo has dicho, vaya peso. —habla el sacerdote a mi espalda. —A él también lo dejaron solo y pagó por los pecados de nuestras almas.

—Nadie se lo pidió. —contradigo. —Hacerse el héroe lo llevó a una muerte cruel y no muchos se los agradecieron. Creo que debió dejar que cada uno se librará de los pecados como pudiera.

Los pasos del cura avanzaron hasta que se sentó a mi lado.

—En ese caso hubiera muerto toda la humanidad, porque todos hemos pecado en algo. —dice con las manos sobre su regazo. —Creo que lo que Dios intentó demostrar es que todos merecen la oportunidad de darse cuenta que las cosas no son tan malas si lo dejan entrar.

Ruedo los ojos.

—Vaya mierda, esas son mentiras padre, no creo que Dios deje entrar a todos al cielo, si eso fuera verdad no existiría eso llamado infierno. —me encogo de hombros. —Al final él es el primero que juzga.

—Nunca lo has dejado entrar...—comenta seguro. —Él tiene un lugar para todos...

—Pues para mí no lo tiene, he destripado a tantos y he asesinado a otros más que ya perdí la cuenta. —suspiro. —Se que tengo ganado un lugar al lado del Diablo...—miro al Cristo. —Un punto menos por decir Diablo en una iglesia.

El sacerdote sacude la cabeza, pero se asoma en sus labios una sonrisa ladeada.

—El que hayas hecho todo eso, no significa que hayas perdido tu lugar, ese sigue donde mismo, pero sería más fácil si lo dejas entrar. —insiste.

De pronto el genio se me descompone, porque es tan fácil decir que lo deje entrar y nadie se pone en mi lugar.

Me pongo de pie negando con la cabeza.

—Una vez, necesité de eso llamado "fé y esperanza" una vez, le pedí solo una vez que me ayudara cuando estaba entre la vida y la muerte, estaba tan desesperada, se lo rogué. —respiro hondo. —Pero al parecer el señor tenía algo mejor y decidió ignorarme, solo una vez necesité de su atención y lo quise dejar entrar, pero no funcionó y ahora no tengo tiempo para esto.

Rodeo la banca para volver al pasillo.

—Hija...—me detengo un momento sin voltear. —No te abandonó, si lo hubiera hecho, no estarías aquí.

Camino fuera de la capilla sin querer escuchar más nada. Putas mentiras. Me apoyo en uno de los muros que hay fuera, dónde saco el teléfono para ver la hora. Es casi medio día y se suponía que Nils estaría aquí con unas hamburguesas.

Tentación Roja 2 ® Donde viven las historias. Descúbrelo ahora