CAPITULO 8

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Aurora Ivera.

Sigo las indicaciones que Nils me dio para poder salir sin que me vea ninguna persona, el rubio es quien se está haciendo cargo de las cámaras y eso es una gran ayuda, ya que sin eso, no podría salir de aquí

Las botas se hunden en la nieve y el frio me cala, estoy muy acostumbra al clima de Italiana que a este, donde a todas horas se te congela el puto cerebro. Uno de los hombres de confianza del Boss sale de una de las columnas de la casa, provocando que me eche hacia atrás, ocultando mi sombra

La moto queda a la vista y soy rápida a la hora de correr hacia ella, estoy por subirme cuando siento como me tiran hacia un lado quedando de espaldas y con el cuerpo del ruso sobre el mío.

Su loción me llega de golpe y el azul de sus ojos me cala cuando el corazón se me acelera, no se que es lo que me pasa cuando lo tengo cerca, pero todo en mi parece reaccionar de una manera que mi cabeza no comprende.

—¿A dónde carajos ibas? —me preguntó presionando mis manos contra la nieve.

—Suéltame, imbécil. —lucho queriendo zafarme. —¿Quien te crees? ¿Cuando vas a entender que no eres nadie? Déjame en paz.

Acerca más su rostro al mío, sus labios rozan los míos cuando corro la cara, pero se las ingenia para tomar mis dos manos con una sola mientras que con su otra mano me toma del mentón obligando a que le corresponda el beso.

Sus labios están fríos al igual que los míos, pero carajo, todo me tiembla cuando hacemos contacto, el corazón se me va a salir del pecho si no logro regular el ritmo. Todo me gana, su agarre a mis manos afloja y bajan a mis mejillas, acunando mi rostro separándose un poco solo para mirarme a los ojos.

—Vas y te sientas en mis piernas, me calientas y despues huyes a los brazos de otro, no mi amazona de cabello negro, asi no juego yo. —susurra sobre mis labios. —Y ya te lo dije, de aquí no te vas a ir.

Lo empujo hacia un lado quedando sobre él y aprovecho para sacar la navaja que tengo atada al tobillo. El movimiento que hago deja la hoja bajo su yugular, la cual acaricio con el filo. Su mirada no delata miedo, ni protección, simplemente no refleja nada.

—Tengo un cuchillo bajo tu cuello ¿Y no te da miedo? —pregunto enterrando el filo de la hoja. —Pero si acerco mis labios el corazón te tiembla ¿Que diferencia hay?

Sus ojos azules como el hielo me barren el rostro con determinación.

—La diferencia no es de mi parte, es de la tuya, que a mi el cuchillo me condena a la muerte, pero cada beso tuyo me pone a los pies de satanás y estoy dispuesto a aceptarlo, con tal de que me recuerdes.

Sus palabras me golpean por dentro, tienen peso, se que lo tienen, pero no se un carajo de nada. Me pongo de pie dándole la espalda, no me gusta esto, no me gusta en lo absoluto. Furiosa me adentro de nuevo en la casa y subo las escaleras sintiendo sus pasos pesados detrás de mí, trato de cerrar la puerta, pero me lo impide, logrando entrar y él mismo la cierra de un golpe sordo.

—Largate con alguna puta y déjame en paz. —señalo la puerta. —¿No tienes algo mejor que hacer?

Se ríe y no se que rayos le causa tanta gracia.

—No me recuerdas, pero si me celas ¿Eh? —me presiona contra su pecho. —Creeme que las únicas piernas que deseo abrir, son las tuyas.

¿Por qué tiene que estar tan jodidamente sexy?

Mi mirada baja a sus labios y me resisto, quiero hacerlo para no caer de nuevo, pero el que su mano suba a mi cuello apretando de a poco me excita y me acelera todos los sentidos. Sus ojos se vuelven a encontrar con los míos, su cuerpo se tensa y me sostiene cuando me encaramo contra él, rodeando sus caderas con mis piernas.

Tentación Roja 2 ® Donde viven las historias. Descúbrelo ahora