Conejito

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No recuerda cuantos meses han pasado, ni siquiera cómo era su antigua vida. Sólo sabe que sobrevive y que esa jaula es fría, muy fría.

Afuera la nieve se acumula, tanto que el cartón que el vendedor puso sobre su jaula pronto cederá. Su pelaje esponjoso y verde es insuficiente para protegerlo. En un vano intento por retener el calor se echa enroscadito como una pequeña bolita peluda.

Va a morir esa noche, lo sabe. En la mañana escuchó al dueño de la tienda de mascotas decir que si no se vende lo abandonarán en el páramo helado.

<Yo no pedí ser un conejo, ustedes me atraparon ¿Por qué tengo qué morir por su estúpida avaricia?>

Se sentía molesto y triste. Tratando de no pensar en su miserable destino cerró sus ojitos verdes para dormir.

—¿Cuánto por la bola de pelos verde?

<¿Me van a comprar?>  Emocionado levantó sus orejitas y con los ojos brillando de emoción volteó a ver hacia arriba, solo para sentir como si su sangre era drenada de su cuerpo. Era el carnicero, el temido rubio que despiadadamente colgaba asecar la piel de cualquier animal frente a su casa.

Se desmayó.

Una hora después, Izuku despertó arropado en una manta cálida y suave. Estiró sus orejitas y patitas. Por primera vez en mucho tiempo no sentía lo incómodo del metal bajo su cuerpo.

Sus bigotes se tensaron al sentir los pasos de aquel rubio acercándose, presa del miedo intento huir.

—¡Eso no, pequeña rata, te compré, así que ven aquí!— Katsuki Bakugo lo agarró con agilidad y lo levantó de sus orejas, extrañamente no dolía, pero sí lo hizo quedarse quieto.

El rubio escaneó al pequeño conejo con la mirada. Era más pelo que carne. Izuku temblaba con los ojos fuertemente cerrados.

—No te voy a comer, tienes muy poca carne. Te compré para tener compañía— La fuerte voz del rubio le hizo abrir los ojos con asumbro.

Verde y rubí. Los ojitos del conejito lucían enormes en su rostro, dándole un aspecto demasiado tierno, mismo que secretamente le había gustado al joven carnicero tachado de "cruel y despiadado", pero nadie sabía su fascinación por las cosas lindas, como ese conejito.

<¿No me comerás? ¡Gracias!> Izuku movía su nariz rápido intentando decirle lo que quería al rubio, pero claro, él no entendía el idioma conejo, así que simplemente lo llevó en sus brazos hasta la cocina.

—Mira pequeña rata, solo tengo zanahorias y lechuga, mañana viajaremos al centro para conceguirte concentrado especial que te ayude a engordar ¡Estas en los půtos huesos!

Izuku no se molestó en intentar contestarle, lo sabía, no era alimentado mientras estuvo en esa jaula y ya ni siquiera recordaba cuando fue metido en ella... O lo que hacía antes de eso.

Katsuki observó satisfecho como el pequeño conejo se terminaba la lechuga y la zanahoria, de verdad tenía hambre el pequeño.

—Te vas a llamar Deku, yo soy Katsuki y te voy a cuidar el resto de tu vida— Afirmó con firmeza el rubio.

Así, los días pasaron, Izuku por fin disfrutaba de estar dentro de una casa calentada por una chimenea y Bakugo de tener compañía. A sus 19 años era un hombre solitario debido a la muerte de sus padres hace 2 inviernos. Secretamente disfrutaba mucho cuidar a esa pequeña bola de pelos.

El conejito dormía a su lado, calentito y cómodo. Le había tejido un gorro de lana y lo llevaba al trabajo, que estaba en el primer nivel de su vieja casa de madera. Aunque por obvias razones Izuku se quedaba en su acolchada cama y cubría sus ojitos con sus orejas.

ONE-SHOTS KATSUDEKUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora