Emociones transitorias

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Desde tus doce años comencé a ahorrar para tu fiesta de quince, es algo que me había advertido tu abuela, al igual que tus tías maternas. Fue una temporada de recordármelo constantemente, cada que llegaba la oportunidad escuchaba de la gente: "¿Cómo le harás la fiesta?, ¿Ya la llevaste a ver los vestidos?, Llévala a conocer los lugares, mi hermano pequeño puede ayudarte a ser chambelán". Entre muchos otros aspectos."
Por esa temporada mis pequeños respiros tomaban una pausa, por ejemplo, todo ese tiempo me comprometí a no comprar libros aunque fueran de segunda, a dejar de tomar tanto café reemplazándolo con agua y algunas cosas más, en general, pequeños detalles no indispensables con los cuales ahorrar un poco.
Tus opiniones respecto a la fiesta variaban, había días en que estabas entusiasmada queriendo ir a salones de fiesta, probarte vestidos y ensayar tus bailes. Otros te quedabas recostada en cama, mirando el techo, preguntando si era necesario tener una fiesta así. El último mes estos días eran cada vez más frecuentes.
Nunca tuve una respuesta correcta ante tal duda, dejaba que las piezas fueran embonando. Me daba miedo tener una plática en dónde decidieras cancelar todo. Habíamos invertido mucho y varios de tus familiares con los invitación en mano.
Este fue por mucho uno de los momentos en que nunca supe que hacer, la situación me había superado, al punto que podría decir que cedí ante la presión, tuviste la fiesta y por suerte el día del evento si estabas con ánimo de que las cosas se llevarán a cabo. Me preguntó que hubiera hecho tu madre ante tanta duda que tenías, que te habría recomendado o que plática hubieran tenido ante tal evento como una fiesta de quince años. Yo desconozco qué tan difícil debe ser ante una mujer tal evento en su vida.
Tras ocurrido el evento pocas veces hablamos de él y tu vestido ha quedado guardado en el fondo de tu armario.

Cartas para AliciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora