Ídolos

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La primera vez que te escuché hablar sobre un muchacho fue a los 16. Fue por accidente pues me encontraba en el baño mientras te escuché hablando por el celular en los pasillos. Estoy seguro que quizá desde antes te hubieras enamorado de otra persona, pero en estos asuntos es el padre el menos indicado para conversar.
A tu edad, lo más que llegue fue preguntarle a mi madre sobre consejos románticos una o dos veces pero a mi padre nunca. La vergüenza es inevitable y por lo mismo había pensando las cosas dos veces antes de preguntarte sobre tus asuntos amorosos; cuando lo he hecho ha terminado todo en pláticas incómodas y cenas silenciosas.
Cómo sea, mientras te escuchaba en el baño decías que estabas fascinada por un basketbolista, de más de 1.80 de estatura que iba en secundaria; dentro de las cualidades que más te gustaban de él eran que se trataba de un hombre comprometido en su juego, serio y con movimientos sorprendentes propios de un talento innato, por no hablar de su cabello corto pero rebelde.
De buenas a primeras me espante, si lo trajeras a casa y fuera tan alto como dices lo tendría que ver desde abajo, además si fuese atlético seguro tendría algunos músculos marcados; otra de las cosas que me espantó fue cuando dijiste que era de secundaria porque para ese entonces ya eras una niña de prepa. ¿Irías a tu vieja secundaria para ir a visitarlo? ¿ Y cómo diantres no me había dado cuenta de esa conducta?, Temía porque mi pequeña tuviera demasiados secretos y que estos fueran la punta del iceberg.
Sin tratar de hacer mucho ruido seguía escuchando, como hablabas de él, como con tu tono sonabas tan ilusionada de ese amor que le profesabas, sin embargo, al escuchar su nombre hizo que mi angustia desapareciera como si mis miedos los tirara tras jalar la cadena. Cuando mencionaste su nombre entendí que no podría ser de alguien real, Kaede Rukawa, busqué desesperado en el celular para confirmarlo, se trataba de un personaje de anime. Solté el aire aliviado mientras tú del otro lado de la puerta soltabas una risita por la llamada, acto seguido colgaste, trataste de abrir la puerta del baño y gritaste de miedo al caer en cuenta que había escuchado todo.

Cartas para AliciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora