Oh, no

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Ishigami Tsukiku, de quince años, estaba tranquila jugando al póker con sus amigos Misaki y Yok cuando oyó el sonido del timbre resonar gracias a que la puerta de su habitación estaba abierta.

—Esperen un momento —les dijo a sus amigos, para luego levantarse e ir a ver quién era, ya que sus padres no estaban en casa.

Al llegar a la puerta principal, vio que solo se trataba de la correspondencia.

—Ah, solo eso. ¡Rei-bot! —Llamó al robot domestico más cercano—. Lleva esto a la oficina de mi padre, sin son para él, o a la de mi madre, si son para ella o... ñeh, solo lleva las cartas a la habitación de mis padres —le ordenó al pequeño robot esférico, que sacó unos brazos de metal y tomó las cartas.

—¡A la orden, joven ama!

Tsukiku notó, mientras el rei-bot se llevaba las cartas, que una tenía el sello de su escuela, cosa que la confundió, porque la escuela no solía enviarle cartas a sus padres a menos que ella se hubiera metido en alguna clase de problema. Y no se había metido en problemas recientemente.... O al menos no la habían descubierto con las manos en la masa en varias semanas.

Volvió pensativa a su habitación, sentándose frente a sus amigos, que la miraron con curiosidad.

—¿Pasó algo? —preguntó su mejor amiga en todo el mundo, Shirosawa Misaki, una joven de largo cabello pelirrojo y ojos color miel, vestida de blusa y shorts negros, con medias llenas de agujeros y guantes que le llegaban casi hasta los hombros.

—Sí, vi que nuestra escuela les envió una carta a mis padres —murmuró, comenzando a tirar inconscientemente de sus dos coletas bajas color blanco-verdoso—. Solo hicieron eso cuando quemé el laboratorio, hice un cráter en la cancha de futbol y electrocute a unos bravucones, ¡pero últimamente no me descubrieron haciendo nada malo!

—Eso podría no ser del todo cierto —comentó su amigo Mijow Yok, un chico pálido, alto, de cabello castaño grisáceo muy alborotado y ojos verdes, con una mascarilla y mirada seria, vestido con una camiseta, jean y una chaqueta ligera, todo de distintos tonos de grises—. Recuerdo que golpeaste al novio de la hija del director el jueves.

—¡Intento besarme, se lo merecía! ¡Y tú también lo golpeaste!

—Sí, y yo asumí toda la culpa, porque no me importa ser suspendido. —Encogió los hombros—. Pero el imbécil seguía queriendo convencer a su novia que tú fuiste la que trató de besarlo.

—Es cierto. —Misaki asintió—. Y ya sabes que le cree todo lo que dice y ella siempre quiere hacer que su padre castigue a los que la molestan. Quizás planearon algo en tu contra.

—Llamaré a Haishi, él se sabe todos los chismes del instituto. —Quiso llamar a su mejor amigo con el que prácticamente se había criado, hijo de sus tíos Tsukasa y Minami, pero él no le contestó—. Demonios, seguro está entrenando. —Bufó, tirando su celular a un lado.

—Me fijaré en las redes sociales, quizás alguien publicó algo. —Misaki sacó su propio celular y comenzó a buscar.

—Mis padres vienen en media hora —murmuró Tsukiku, empezando a sudar frío—. Si esa carta dice algo malo me mataran. Me dijeron que si vuelven a castigarme en la escuela este mes me quitarían mis tarjetas de crédito. ¡¿Cómo voy a pagar mis materiales científicos, entonces?! Tendré que rogarle a mi viejo para que me dejé experimentar con él. —Volvió a jalar sus coletas con frustración.

—Si tanto te preocupa, solo revisa la carta tú misma —propuso Yok, revolviendo su cabello con fastidio.

—Ja, esa es una buena idea. —Sonrió—. ¡Diez... no, veinte billones de puntos para ti, su majestad!

One-shots SenHakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora