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— ¿Por qué quisiste darme la sorpresa de lo tu recuperación? —preguntó el pelinegro mientras caminaba junto a ella. 

— No quería arruinar el momento que tenías cuando desperté. —sonrió apenada. 

— ¿De qué hablas? —habló con nervios. 

— Ese día, estabas confesando lo mucho que me extrañabas y lo mucho que me amabas. Mi corazón salto de alegría, recuerdo perfectamente todo y hasta mi mano tocaste. —sonrió al recordarlo.

El joven desvió su mirada avergonzado y bastante tímido, siempre le costo expresar sus sentimientos ante ella. Siempre recuerda como aquella pequeña llego a su escuela, con timidez y algo introvertida por el nuevo ambiente, pero siempre su corazón latió ante su presencia. 

La chica tuvo el valor de tomar nuevamente la mano del chico, como él lo hizo aquella vez que ella salió del hospital, lo quería hacer para su tranquilidad y para transmitirle su tranquilidad a quien era su novio. 

Con delicadeza acercó su mano a la de él, entrelazándolas. Él hecho se sobresaltó por los nervios y la vergüenza, pero luego apretó levemente el agarre y sonrió con tan solo pensar de que ella había tomado la iniciativa de tomar su mano. 

Ambos caminaban con sus manos entrelazadas, disfrutando el aroma de las flores que se alborotaba con la brisa. Él describió que la mirada de su novia se podía sentir encima de su nunca, ella en ningún momento lo dejo de mirar. 

— ¿Se te perdió alguien hermoso como yo? —preguntó alardeando. 

— Puede ser, aunque tú eres mucho mejor. —respondió en modo de coqueto, haciendo que aparecieran un pequeño color carmesí en las mejillas del pelinegro. 

— Ya no vuelvo a jugarme así. —dijo con el ceño fruncido, mientras sus mejillas se colocaban mas coloradas. 

— Me gusta recordarte lo bonito y tierno que puedes llegar a ser, mi vida. —rió apenada. 

Verla reír lo volvía loco, quería siempre hacerla feliz.  

Ambos jóvenes enamorados, quienes presenciaron otro atardecer juntos.

. . . 

— Por fin conoceré a tus amigos, estoy algo nerviosa. —confesó la menor mientras se aferraba mas al brazo de su novio. 

— Tranquila, ellos te caerán bien y les caerás bien. —le dio una sonrisa sincera, lo que hizo que se tranquilizará. 

El pelinegro había citado a sus amigos en un parque cercano a su apartamento, donde el ambiente era agradable, sincero y muy relájate. Su novia fue quien sugirió el lugar, allí había pasto verde y tal vez podían hacer un picnic. 

Y a eso se llegó. 

La chica había hablado por el grupo que ellos tenía para comunicarles eso a ello, haciéndose pasar por su novio y ellos gustosamente aceptaron. Les pareció bastante agradable que ellos preguntaran por ella y ella solo sonrió satisfactoriamente, mientras su novio la observaba como le hacía feliz, saber que ellos la tenía presente. 

A lo lejos pudieron divisar a un grupo que estaba parado cerca del pequeño lago que en el parque se encontraban. Eran 5 chicos, la mayoría eran altos y bastantes agradables a simple vista, uno encantador y otro bastante tierno. 

— Me ponen la piel de gallina que sean bastante altos, me siento un duende. —hizo puchero. 

— Tranquila amor, siempre han sido altos. Pero si te das cuenta, soy más grande que todos ellos. —presumió. 
 
— Antes no eras tan grande mi vida. —rió. 

— Pero ya crecí. —recalcó. 

Se acercaron a el grupo donde aquellos chicos recibieron gustosamente a su pequeño. 

— ¿Cómo es que haz crecido tanto? —preguntó el mejilludo asombrado. 

— Ni yo mismo sé. —respondió. 

Todos miraron a la pequeña pelinegra, quien se encontraba escondida detrás de su novio. 

— Tú debes ser Hinata, cierto? —preguntó el mayor. 

Ella asintió tímidamente. 

— Princesa, no tengas miedo, sal. —pidió amablemente. 

Salió con delicadeza de la parte de atrás de su novio, colándose a su lado. 

Él la tomo de la mano, entrelazándola para mantenerla tranquila. Sabía que estaba nerviosa. 

— AWWWWWWWWW, ES MUY TIERNAAAA. —dijeron todos al unísono provocando a que la chica se colocará completamente roja. 

Su novio rió ante la ternura que generaba la pequeña. 

— Está chiquita. —dijo el mejilludo. 

— Exacto, y es mi chiquita. —dijo seguro aferrándose a ella. 

La ama, verdaderamente la ama. 

Quiero protegerte, déjame hacerlo [Nishimura Riki]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora