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Narra Hinata

Han pasado varios años desde que empecé a andar de novia con mi pequeño japonés, si a pesar que ya tengamos casi 27 años, sigo viéndolo como ese pequeño que necesitaba protección en la secundaria, quien me amaba en secreto y fue un tanto egoísta. A la final de todo lo amaba, eso me hacía feliz. 

Me propuso matrimonio ya hace un año y nos casamos hace cuatro meses, eso era el mismo tiempo que tenía de embarazo. No le había dicho aún, estaba esperando a que regresará de trabajar para darle la noticia. 

Fui a buscar la pequeña caja donde estaba la primera prueba de embarazo que me había hecho, un pequeño traje de bebé y unos zapatitos, acompañado de una notita. Lo coloque en la mesada de la cocina y me dirigí a la sala a esperar a que llegará.

Me senté en el sillón y cerré mis ojos, apoyando mi cabeza al espaldar del mismo. Seguía pensando en que todo paso de manera tan inesperada, ahora estábamos casados, comenzaríamos una nueva familia y sin embargo, todo a valido la pena.   

La puerta sonó al ser abierta, era él, había llegado. 

Me levanté algo lento, pero a la vez con velocidad y me dirigí a la puerta dejando ver a mi querido esposo quitándose el saco y colocándolo en el perchero. Su perfil, era hermoso, verlo a él era como ver a un ángel recién caído del cielo.  

― Hola mi amor, como te fue en el trabajo? ―le pregunté suavemente curiosa, aun me encontraba algo lejos de él.

Él me miro, sus ojos brillaban como desde el primer momento en que me encontró. Me sonrió, luego se acerco a mi y planto un pequeño beso en mis labios, sus manos se encontraban en mi cintura, así acercándome más a él.

― Cansado, te extrañaba tanto. ― contestó mientras nuestras juntaba nuestras frentes, ambos podíamos sentir nuestras respiraciones agitadas. 

Quitó mis manos de mi cintura y subió una colocándola en mi nuca manteniendo su mirada fija en mi, a los pocos segundos puso su otra mano en mi mejilla izquierda acariciándola levemente con el dedo pulgar.   

― Eres muy hermosa, me siento tan afortunado de tenerte. ―su voz era suave, me demostraba mucho el amor que me tenía con cada pequeño detalle, jamás dejo de amarme con locura, tanto y como yo a él. 

― No más como lo soy yo de tenerte como esposo. ―sonreí dulcemente tomándolo por las mejillas dándole un pequeño pico. 

Amaba ver sus mejillas sonrojadas, se tornaban de carmesí y eso lo hacía ver tierno. 

― Mi esposa amaneció muy cariñosa hoy. ―dijo al se separarse un poco de mí y despeinarme.

― Y tú, andas chistosito. ―recalqué el tú entre risas. 

Ambos nos adentramos a la cocina agarrados de las manos, moviéndolas de arriba a abajo como los buenos niños que llevamos dentro.

Me acerque a la cocina y comencé a sacar los platos y cubiertos para servir la comida, mientras él se disponía a observar parado cerca de la mesada, hasta que notó la existencia de la caja.

― Y esto? ―preguntó con el ceño fruncido recibiendo una mirada nerviosa por mi parte. 

Corté el poco de distancia que quedaba manteniendo a su costado y señalé la caja. 

― Ábrela. ―ordené con una gran sonrisa. 

Él quito el gran laso rojo que rodeaba la caja en forma de cruz y tomó la tapa y veía como baja suavemente la parte inferior, dejando al visto todo lo que contenía. 

Lo primero que vio fue la prueba de embarazo, la tomó con sus dos manos elevándolas un poco dejando de ver con totalidad el resultado. Me miró, tenías sus ojitos aguados intentando mantener las lagrimas allí.

Quiero protegerte, déjame hacerlo [Nishimura Riki]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora