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-Es horroroso -fue lo único que dijo mi amiga.
Reí al ver a Kiara con una mueca en su cara mientras se miraba en el espejo. La chica observaba con asco su vestido. Éste le llegaba por los tobillos, era recto y suelto, de color lila y con tirantes muy finos. Llevaba unos tacones altos y una diadema de flores rosas y moradas encima del moño alto en el que tenía recogido su largo y rizado cabello. A todo esto, le había añadido collares y pendientes plateados.
－Pero estás divina －sonreí, viendo como le quedaba de bien.
－Sigue siendo horroroso.
－Lo sé, no tiene nombre －dijo sarcásticamente la madre de Kiara en la puerta de su habitación－. ¿Cómo se me ocurre pedirte que vayas a una fiesta?
La señora Carrera estaba también preciosa. Su vestido amarillo tenía un gran escote y tirantes anchos, con unas ondas que lo hacían ver más voluminoso. Su pelo castaño estaba ondulado. En fin, ambas chicas parecían modelos, y me sentía incómoda a su lado. Sin duda, no pertenecía a ese lado de la isla.
－Creo... que iré a ponerme mi vestido mientras vosotras seguís teniendo estas agradables discusiones de madre e hija －comenté irónica, levantándome de la cama de Kie y agarrando la percha con la bolsa en la que estaba la prenda. También cogí unos tacones del suelo, los cuales eran para mí esta noche. La mulata me regaló una sonrisa asesina, y su madre me miró asintiendo con la cabeza.
Suspiré echando el aire por la boca pesadamente, no me creía que fuera a hacer esto. Entré al baño y me senté en el inodoro. Abrí la bolsa y saqué el vestido. No lo pensé más y me lo puse encima de la ropa interior. Me miré en el espejo y sonreí levemente. Me gustaba más o menos como me quedaba, aunque no fuera cómodo. Prefiero mil veces camiseta y pantalón. Enseguida me coloqué los tacones, y al levantarme casi me caigo. Debería haber tenido clases para andar con zapatos de punta que te servirían armas letales antes de ir al festival.
Salí del baño para que me dieran su opinión. Me encontré con la madre de Kie acariciándole las mejillas a su hija.
－...gente agradable －oí decir a la señora－, donde puedes hacer cosas divertidas.
－Con gente rica, que va a su bola, mientras la isla se va hundiendo en el océano －replicó Kiara, negándose a aceptar aquello.
－Más vale que te animes si quieres seguir con vida. －La señora Carrera se apartó de su hija y me echó un último vistazo antes de salir－. ¡Te queda bien, Verónica!
Kie se dio la vuelta y abrió la boca nada más verme.
－¿Tan horrible es? －pregunté frunciendo la nariz, mirando mi atuendo.
