♧Capítulo 45♧

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Dormir en los brazos de la persona que amas puede ser la mejor sensación del mundo, incluso una adicción. Luego de hablar toda la noche decidimos que hoy no iríamos a clases, nos tomaríamos uno de esos días de películas románticas, en los que a los enamorados parece no alcanzarles el tiempo.
Tenemos claro nuestro destino. Situada a las márgenes del río Sena, la Ciudad del Amor nos aguarda.
Tras bajarnos del avión, tomamos un taxi que recorre los campos de elíseo la principal avenida de París que va desde el Arco del Triunfo hasta la plaza de la Concordia. Considerada una de las más hermosas, elegantes y famosas del mundo.
«La plus belle avenue du monde»
Es además, una de las zonas más exclusiva y cara del mundo, cuenta con tiendas como Chanel, Dior, Louis Vuitton, Cartier, Hugo Boss entre otras.
Fue difícil convencerme de entrar de compras sin embargo en una pequeña tiendita que pasaba de ser percibida, Malcolm adquiere una pareja de pullovers con letreros ridículamente cursis de pertenencia y que me obliga a usar durante todo el viaje. 
París parece sacado de un sueño.
Malcolm se siente seguro caminando por las calles, como si no fuese su primera vez, al contrario de mí. Estoy deslumbrada.
Hacemos una parada en un café al aire libre, nos regocijamos bajo una sombrilla, y pedimos, más bien Malcolm se encarga de ordenarlo todo, ya que el francés fluye por él como si se tratase de su lengua materna.
Observo como se marcha el camarero y atraviesa la puerta giratoria topándose con una señora que lleva una boina muy curiosa, se detiene en una puerta y le entregan un perro grandísimo.
Por otro lado un chico con una guitarra deleitaba con sus canciones a las personas que consumimos en el café, recibiendo a cambio algo de propina.
París es igual a New York, agitado, no parece detenerse jamás, permanece en actividad constante.
La orden llegó a la velocidad de un tren por el metro. Me envuelve el delicioso olor que proviene de mi café.
—Bon appétit— la voz de Malcolm sustituye a la del silencioso camarero.
Un bonito diseño de corazón se dibuja sobre mi taza y sonrío. Malcolm agarra un bocadillo elaborado a base de baguette, bacón y un queso delicioso.
— ¿Dónde te gustaría ir después?
—No lo sé.
—Entonces solo caminemos, siempre hay algo que ver— dice sonriente y luego sorbe un poco de su té.
                                                            ***
Un joven tocaba el piano en una sala acristalada donde chicas jóvenes y delgadas bailaban ballet como mariposas revolotean sobre flores, libres, y contigua a ella, una tienda adornada por cuadros de bosques, frutas y rostros desconocidos.
Pasamos varios y varios edificios casi idénticos, con mansardas; alguno que otro con fachadas llenas de masetas floreadas para dar vida y color, además de un aroma agradable que se mecía en el aire.
Nos detuvimos para que Malcolm se amarrara las agujetas y miré la hora en un reloj antiguo que se exhibía en un anticuario.
Bajamos por la calle, pasando un parque lleno de palomas donde un señor con sombrero de fieltro leía una revista, y más adelante un grupo de jóvenes discutían acerca de algún tema.
Una chica uniformada se sentó en el borde de la fuente, escuchando las palabras de un chico que pensaba convencerla.
Y otra jóven más o menos de mi edad, vendía rosas unos bancos más a la derecha.
No me sorprendió que Malcolm comprara para mí y se me ocurre tomarnos una foto, de hecho he filmado muchísimos videos desde que pusimos un pie fuera del avión.
No muy lejos de la fuente de Hittorff se observa la torre Eiffel, el monumento más alto de toda la ciudad.
La tarde se abre paso rápidamente.  Mientras esperábamos para entrar al Louvre observamos a mimo recaudando dinero, pensé que ya no existían.   
      París es mágico y parece no acabarse nunca.
                                                               ***             
Los faroles están encendidos, llegó la noche.
Pasamos a un local con cubierta de teja, paredes tapizadas rojo tinto y puertas caoba, con jarrones a la entrada.
— ¿Qué es este lugar?
— El público acude a beber y, simultáneamente, presencian espectáculos musicales.
— ¿Es un Cabaret?
—Vaya que lista— se burla para luego besarme.
Nos sentamos en la parte de atrás para disfrutar del espectáculo nocturno. Es casi la última sección de la noche.
Sobre el escenario está una chica hermosa, con vestido escarlata y cabellos oscuros, peinada hacia atrás con pequeños rizos que caían sobre la nuca.
— Aún está aquí. —susurra con una sonrisa.
Las chicas en el escenario cambiaban tanto de vestuario que parecía una exposición de modas, la música es animada y variada. La muchacha que mi novio parece conocer es cantante de ópera.
                                                  ***
—Felicidades a la chica más guapa de todo París.
La mujer se voltea hacia nosotros, analizándonos entre la oscuridad de atrás del telón.
Repentinamente salta sobre Malcolm y él la envuelve en un fuerte abrazo.
— ¿Cuándo piensas retirarte?—le susurra.
—Sabes que no puedo irme. Me encanta hacer esto.
Me aclaro la garganta, no me gustaba la conversación tan íntima que estaban teniendo.
—Ella es mi novia—me presenta, aunque es casi obvio por nuestras camisetas.
—Qué gusto conocerte—me da un fortísimo abrazo. —Es tan hermosa—dice dirigiéndose a él.
—Ayyy pero que emoción volverte a ver— lo envuelve nuevamente en sus brazos.
—¿Hace cuánto están aquí?
—Desde esta mañana…
—Aún te falta mucho por ver. ¿Ya fuiste a Notre Dame?
Mi mente viaja a esa película de Walt Disney Pictures que vi durante mi infancia y sonrío con gusto.
—No en realidad.
— ¿Y cuántos años llevan ya?—interroga terminando de quitarse su vestuario del show.
—No, ella es Michelle, apenas nos conocimos este curso.
—Ough entiendo, por eso no es tan extrovertida, creí que era porque estaba cansada— agrega quitándose las pestañas frente al espejo.
—Mariem prefiero no hablar de ese tema. Por favor, no las compares.
—Se pone sensible la verdad—se burla la chica mirándome. — Y mis disculpas.
—No te preocupes. —finjo una sonrisa, aunque me molesta que me confundan con Lucía, una chica que ni siquiera conozco.
                                                 ***
Mariem termina de arreglarse, lleva un vestido rosa palo y unas airforce, su cabello oscuro sigue siendo rizado pero esta vez los recoge en una coleta y sus ojos no son tan destellantes como lucían con todo aquel maquillaje.
Caminamos hacia donde está estacionado su auto. Malcolm le aconseja que no es recomendable que aparque tan lejos y ella le contradice diciendo que es menos recomendable que pida un taxi. Y entre risas y burlas tienen una pequeña discusión.
Durante el trayecto Mariem me va mostrando algunos lugares, pero mi pregunta en realidad es ¿Hacia dónde vamos? Es tarde y no hemos siquiera reservado en un hotel, aún andamos con las compras de esta mañana y mis flores se están marchitando.
— ¿Por qué se conocen ustedes?
—Si no fuera por Mariem no recordara que fui alumno de intercambio por unos meses.
—Jajaja querían que aprendieses francés y nunca se te olvidó, así que después de todo fue efectivo.
—Por supuesto.
Y con una clara enunciación de ¨Llegamos¨ estábamos frente a una gran estructura de hierro pudelado. La torre esta iluminada hasta el tope, pareciendo un gigantesco árbol de navidad. Es hermosa.
Tomamos el elevador hacia un reservado en la cima, justo allá donde ondea la bandera francesa.
Nunca me había sentido con los pies tan fueras de la Tierra aun habiendo gravedad.
Mariem se adelanta a besar a una chica de cabello corto que aguardaba en una mesa.
Luego esa chica se acerca a saludarnos.
—Malcolm.
—Anne.
—Hola Michelle—me Saluda.
— ¿La conoces?—le reclama la otra chica con indudable confianza.— Soy su prima favorita debo saberlo todo.
—Malcolmmm—su mirada amenazante recae sobre él.
—Le llamé esta mañana y de hecho mi prima favorita es Isabel, la inglesita.
—Golpe bajo.
—Es broma. —dice acogiéndolas en un doble abrazo.
El lugar tiene ventanas de cristales por todas partes y se puede ver París desde diferentes puntos. Mariem ama su país, le encanta todo de su Tierra y me va mostrando tal cual conoce. Ella es una estrella, aunque no necesite serlo, y Anne es su pareja, la apoya en todo.
Malcolm se acerca al bar, y comienza a llenar unos platos pequeños con aceitunas, queso y pretzels…
Anne le ayuda trayendo lo que ella llama foie gras y una botella de vino.
Mariem agarra la copa y se sirve, seguidamente comienza a cantar una hermosa melodía y Anne la mira con una tierna y cómplice sonrisa, como si la canción tuviese mucho significado para ellas.
— ¿Qué le gustaría comer, madame?—pregunta Malcolm fingiéndoselas de camarero.
—Escargots, seguro que no.
—Por qué, son deliciosos—agrega Anne. — Pero no te preocupes preparé algunos platillos de diferentes regiones del país. Sírvete lo que quieras. — su acento hace que el español se torne hermoso.
Malcolm los va colocando uno por uno: Ratatouille acompañado de pescado, Flammkuchen y Gougéres…Anne me va diciendo los nombres y explicando a base de que están hechos. Ella es chef y cuando su primo le avisó que vendríamos ocupó la tarde en preparar esto para nosotros y luego traer todo hasta aquí. La verdad no había sentido hambre, pero ver estos manjares ha  abierto mi apetito.
                                                ***
Mariem enciende un cigarrillo con las velas del candelabro que adorna la mesa y sale con una copa a fumárselo. Mientras nosotros disfrutamos del postre: mousse de chocolate y canalés.
Todos bebimos, no es seguro que ninguno conduzca. Luego de conversarlo decidimos marcharnos caminando. La brisa fría nos envuelve.
Un señor barrigón, con mirada misteriosa cierra una panadería. En ella se exponen, pepitos rellenitos, cruasanes, macarrones coloridos, magdalenas… y carteles promocionales de cereales y croque—monsier.
Le sigue una callejuela con suelo de piedras desgastadas, llena de tienda de souvenires, y hace esquina un bar tristón con un letrero de luces que ya no son luminosas. Un señor es echado a toda prisa porque no cuenta con dinero suficiente para seguir bebiendo, se agarra de la falda de Mariem para pedirle dinero, no la suelta. Nota que Malcolm lleva una botella en sus manos y trata de arrebatársela. Malcolm la rompe contra su cabeza dejándolo inconsciente.
—¡Malcolm!— exclaman ambas señoritas a la vez y Anne se apresura a revisarle el pulso.
—Llama una ambulancia—le pide a Mariem.
—Estoy en eso.
—Lo arruiné otra vez. — me mira.
—Parece que sí, Malcolm.
Los días perfectos no existen.

El Cuaderno de Dylan [Escritos #1] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora