Capítulo 50

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Hoy tengo cita con la psicóloga, personalmente solicitó que la visitara.

Hace tiempo que no lloro, y aunque a veces me deprimo, no se siente como antes, que me ahogaba, que quemaba o me asfixiaba, sino que parece normal agobiarse. No sé, creo que no tengo mucho que decirle el día de hoy, pero no podía rechazar su encuentro después de todo lo que me ha apoyado.

El sillón ya no es negro, aunque sí mucho más cómodo y las ventanas están cubiertas por cortinas. Ha remodelado. La doctora Vanesa parece haber encontrado vocación como coleccionista, su nueva adquisición de cuadros es impresionante.

Sorbo un smoothie que descansa sobre la mesa y analizo detalladamente a mi doctora. Sus ojos parecen cansados, su perfecta coleta azabache esta descuidada al igual que su traje blanco esta algo arrugado.

-¿Qué le pasa?-la miro inquietada.

-Tranquila, Michelle, solo bebe.-dice y termina un desayuno de leche y cereales.

-¿Qué tal va tu vida?

-Todo bien, doc.

-¿Segura?.

-Bueno, no del todo. Jajaja no se el don que tienes de sacarme las cosas.

-Jaja-se ríe.- Es porque somos amigas Michelle.

-No me engañe doc, solo es relación médico-paciente.

-Ahí te equivocas, sino soy capaz de entenderte y ponerme en tu lugar, no podría ayudarte a sanar.-Bueno, ya que somos amigas puede decirme que le sucede.

-Vale, te contare si me dices que es eso que te aqueja.-Bueno hoy tengo citatorio en la comisaría, el estúpido de Bruno aun no aparece.

-Bruno el chico del cementerio ¿por qué tan despectiva a referirte a él? ¿Acaso lo odias?

-No es eso, solo que me ha causado muchos problemas. ¿Dónde se metió, dónde está? Es sensación de culpa me invade. De miedo de que este muerto, que Malcolm tenga algo que ver con esto.

-¿Por qué tendría que estar muerto? ¿Por qué Malcolm tendría que ver con ello?

Su mirada es capaz de neutralizarme por primera vez, es como si ya hoy no quisiera decir mentiras y las palabras salen solas de mi boca. Le cuento más de lo que imaginaba, nos extendemos y me alcanza la hora del citatorio. La vida puede tornarse injusta en disimiles ocasiones, me cayó como un balde de agua fría en invierno saber que Vanesa se iría del país, tiene una orden de alejamiento para su ex esposo. Un hombre que la maltrataba como quería. No hablo de golpes sino la forma en que la hablaba, la manipulaba, la forma en que la hacía sentir. No entiendo como una mujer tan lista puede acabar siendo abusada, reprimida. No entiendo cómo podía ser tan profesional y lidiar con los problemas ajenos teniendo los suyos. Nunca fue incoherente, nunca demostró nada de lo que pasaba en casa. A veces es más fácil aconsejar a los demás. Estaba durmiendo en la oficina por eso el sofá era más cómodo, los cuadros eran herencia de su madre. Con el divorcio no le había quedado nada. Debía deshacerse de eso recuerdos. Hacer dinero y marcharse a empezar de cero, empezar de nuevo. La vida es injusta y aunque el pagará por los maltratos, todo estaba a su nombre.

Perderé a mi doctora, pero lo entiendo. Ella necesita ser libre. No hay nada más importante que la libertad. Y la libertad requiere sacrificios.

El Cuaderno de Dylan [Escritos #1] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora