♧Capítulo 40♧

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Desconocido
Todos estos días siguiéndola, yendo a los mismos lugares que va.
La semana completa se la ha pasado igual. Es como si fuera un robot y estuviese programada para eso. ¿Cómo es que todo le afecta tanto?
¿Cómo es posible que se encaprichara en una tonta como ella? Carece de gracia, es muy sosa.
Nada, no pasa absolutamente nada y eso me está aburriendo.
Tanto esfuerzo para que no me vea, para que no sospeche, para que la ¨cuide¨.
¿Que gano yo con todo esto?
—Hoy por mí, mañana por tí—escucho sus palabras en mi cabeza y mi piel se eriza por completo.
Pero en el fondo sé que me conviene ayudarle con esto, tarde o temprano seré gratificado. Siempre que promete algo lo cumple y no sé cuándo necesite de su ayuda.
***
La noche está iluminada. La puedo observar claramente encima del tejado, con una lámpara de mano a su lado derecho. Su corto y rojizo cabello colocado detrás de las orejas. Lee algo, lleva horas en eso.
Esto es nuevo, se han escuchado mis plegarias.
Al menos debe ser algo importante porque la cara de sorpresa y confusión que puso hace un rato mientras se llevaba las manos a su cabello es algo sospechosa.
Pero bueno ¿quién sabe?
Hay personas que se meten muy dentro de las tramas mientras leen un libro, por quien hago esto es el claro ejemplo de ello, creo que tiene la cabeza más en los libros que en el planeta Tierra. No sé cuándo cambió tanto. No sé cuándo fue que comenzamos a fingir ser unidos.
Agarro los binoculares para observar un poco más de cerca, siempre cuidando de que nadie me vea, ni siquiera las cámaras de seguridad.
El rostro de la chica no es tan expresivo, más bien se torna reflexivo, como si releyera lo escrito  pues no la veo pasar de página.
***
Baja las escaleras con cierto desespero, como si estuviese muy apurada.
Se topa con su padre, su reacción es extraña.
 ¿Por qué esconde lo que lee? ¿Por qué de esa manera tan asustada?
Aquí hay gato encerrado y creo que es justo lo que estábamos buscando.

Narra Michelle
El repetitivo sonido de los campanazos de la Iglesia, anuncian que el domingo recién comienza.
Las cortinas de las ventanas quedaron corridas, el Sol se escurre por las mismas. La luz me da de frente y entrecierro mis ojos hasta que logro acostumbrarme a tanta claridad.
Acaricio con mis dedos el rostro de Malcolm dormido.
Sin esperármelo me abraza por la cintura, sus ojos permanecen cerrados, su respiración sincronizándose con la mía. Es hermoso estar así de cómoda, es simplemente perfecto.
 Pego mí frente a la suya para intentar seguir durmiendo pero el sonido de la puerta me hace voltear a ver.
—Buenos días—escucho la alegría en la voz de Patricia al saludar. La observo y noto como al verme se desvanece su sonrisa.
—Perdone señorita, no sabía que usted estaba aquí.—dice dejando la bandeja encima de la mesa a corta distancia de nosotros.—Le traje el desayuno al invitado.—dice en un tono moderado.
—¡Que olor tan rico!
—Sí, preparé muchas cosas. Voy por otra taza de café para usted.
—Con leche y canela, por favor.—digo y la veo marcharse, trazándose una sonrisa victoriosa en mi rostro.
Con delicadeza quito la mano de Malcolm y voy hasta la mesa.
Tomo la bandeja y camino de vuelta a la cama.
—Dormilón despierta. —Digo besándole el cuello. —Vaya sueño pesado que tienes. Acaso, te dejé muy agotado anoche. —me cachondeo mientras lo agito para que se active.
—La verdad fue estupendo—bosteza abriendo completamente sus ojos azules infinitos y chispeantes.
—Buenos días, mi amor—saluda alargando la palabra final.
— ¡¿Mi amor?! Eso es nuevo. —bufo.
—A partir de hoy estamos oficialmente saliendo. —dice con certeza.
— ¿Es enserio?—lo miro dudosa.
—No he estado tan seguro de algo en toda mi vida como de esto. Quiero protegerte, cuidarte. Despertar a tu lado y besarte. —Dice dejando de lado la bandeja para acurrucarme en sus brazos. — Mi café preferido es el de tus ojos, con ese paisaje quiero amanecer. Y hoy hablaremos con tus padres. —concluye.
Las palabras de Malcolm hacen palpitar mi corazón con fuerza y su mirada me hace sentir una sensación que ya conozco.
Nunca me planteé una relación pero esto se siente muy bien, increíble de hecho. Sus palabras, su interés hacen que quiere replanteármelo todo.
Si algo me gusta de Malcolm es ese tonteo, y como a pesar de lo mal que esté todo pueden hacerme sonreír. Evidentemente hay una complicidad única entre nosotros. Como en tan poco tiempo puede descifrarme tan bien y saber incluso cuando estoy mintiendo. Pues lo admito este chico me gusta desde el primer día que sus ojos dieron con los míos por coincidencia. Aunque no lo aparento esa sensación de quererle ver otra vez siempre ha estado presente.
                                                               ***
Malcolm se arregló para hacer una rutina matutina.
Su bronceado cuerpo hace contraste con los rayos de Sol. Su torso desnudo me hacen quedándome viéndole todo el rato, el tatuaje de ancla que comparte con Dylan  es apreciable y luego debajo me topo con su abdomen definido y perfecto.
Incluso me dan ganas de hacer ejercicios pero soy muy floja para eso. Tanto como mi padre.
Pide que me acerque y le alcanzo una toalla.
Las gotas de sudor caen de su cabello. Su pecho sube y baja por su agitada respiración debido al esfuerzo de hace un momento.
—No me abraces—me quejo para no sentir el sudor de su cuerpo.
Me lanza a la piscina.
—Me debes un baño, mi amor. —susurra a mi oído.
Esas cursis palabras hacen que se estremezca mi cuerpo por completo y quiera detener el tiempo de una vez por todas.

El Cuaderno de Dylan [Escritos #1] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora