8. Comida, chismes e inspiración

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Einar

Me miro en el retrovisor de mi jeep acomodando algún mechón rebelde que no quiere mantenerse en su sitio, antes de bajar del coche y entrar a la residencia Gleeson, donde mi abuela nos aguarda para que junto a mis hermanos comamos todos en familia este domingo.

— Bienvenido, señorito Einar — me saluda la ama de llaves haciéndome pasar — su abuela y sus hermanos lo aguardan en el jardín.

— Gracias, Amanda — le contesto con una sonrisa — ¿Qué tal la familia? — le pregunto con interés, ya que su marido tuvo un amago de infarto hace un par de meses.

— Muy bien, señor — responde contenta mientras caminamos hacia el jardín — el señor cascarrabias ha pasado la última prueba con resultados positivos. Gracias por hacerse cargo — explica refiriéndose a su marido y riendo. Antes de poder decirle que no es necesario, un grito me sobresalta.

— ¡Mi niño! — se acerca corriendo mi abuela dándome un fuerte abrazo. Para ser de tamaño estándar, aprieta bien...

— Abuela — la saludo dando un beso en ambas mejillas — te has puesto muy elegante hoy — la alago haciéndola girar sobre su eje y consiguiendo que ella sonría.

— Que zalamero eres — acusa soltando otra risita. Me encanta ver feliz a mi abuela — Ven, vamos a sentarnos. Espero que tú no estés tan perdido como ellos — me dice dejándome confundido y mirando a mis hermanos. ¿Perdido? ¿Y a estos que les pasa?

Saludo a todos y me siento en la última silla libre que hay en la mesa del jardín. Cuando Amanda junto a los demás trabajadores traen la comida, y los cuatro hablamos de trabajo mientras comemos.

— ¿Cuándo tenéis la presentación con el señor Yavuz? — pregunta la abuela a Edahi.

— Mañana — le responde él tomando un trago del vino — A las diez de la mañana vendrán y después de la degustación nos dará una respuesta.

— ¿Encontraste un buen café turco? — pregunta Gael — ya sabes que el señor Yavuz es muy exigente con las tradiciones.

— Sí — le responde Edahi con una sonrisa traviesa que nos deja algo extrañados — es uno de los mejores cafés turcos que he probado y los dulces son otro nivel — explica relamiéndose los labios sin borrar su sonrisa.

— No tengo muy claro en qué tipo de dulces estás pensando — ataca la abuela con burla, diciendo lo que todos pensamos.

— ¡Abuela! — la regaña Edahi con los ojos como platos, mientras yo intento no ahogarme con el trozo de carne que se me ha atorado en la garganta y Gael solo ríe como un desquiciado.

Un poco más calmados y a la espera de que Amanda nos traiga el postre, recuerdo que he traido las mermeladas que me ha dado Desa.

— Abuela — la llamo interrumpiendo su entrenida charla con mis hermanos — te he traido algo que te gustará — le digo acercándole la bolsa.

— ¡Oh, cariño! — exclama dando saltitos en su silla — muchas gracias, mi amor — continúa sacando los tarros.

— Pelota — me acusan mis dos hermanos con sonrisas burlonas.

— Envidiosos — contrataco sonriendo con superioridad.

— ¿Y está? — pregunta alzando y mirando con curiosidad el único tarro sin etiquetar.

¡Mierda! Esa mermelada es la que he hecho en la clase de cocina de esa mujer tan, tan...Dios, tenía que haberla sacado.

— La he hecho yo — susurro cruzando los dedos para que no recuerde lo ocurrido al hospital.

Dulce y sin azúcar añadidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora