Desa
Ha llegado el viernes, el día de la reunión con Edahi. Aún no tengo claro con cuál de los dos que he conocido hasta ahora me voy a encontrar, pero como decían en la antigua Roma, alea iacta est. Y como la suerte ya está echada, aquí estoy, a las puertas de la empresa Gleeson E&P media hora antes de la hora acordada. Entro en la empresa y con paso firme me dirijo a el mostrador de recepción.
— ¿¡Te crees que soy tonta!? — grita una mujer rubia a la recepcionista — ¡Sé que está aquí! ¡Exijo verlo!
Virgencita, te lo suplico, dótame de la capacidad de tener sordera selectiva, que es demasiado pronto, aunque sea la hora del almuerzo, para aguantar berridos.
Sin poder evitar la expresión de desagrado que se forma en mi cara, espero a que la rubia que tengo delante termine de berrearle a la pobre recepcionista, guardando una distancia de seguridad. No sé si seguridad para mí o para ella, odio los gritos sobre todo a la hora del almuerzo.
— Señorita Bateman, le vuelvo a explicar que el señor Gleeson ordenó explícitamente que no la dejáramos pasar a la empresa — intenta explicarle la recepcionista.
Vaya, si no lo veo, no lo creo. Edahi, ese diosito al que tanto parecen gustarle las mujeres prohibiendo a una - que por cierto está tremenda, para qué negarlo - la entrada a su empresa.
— ¡No digas tonterías! — exclama a gritos incrédula la tal señorita Bateman — ¿¡Cómo va a prohibirle la entrada a su novia!?
¿Novia? Entendí a los grandullones que era un pica flor que no se comprometía en relaciones estables. Aunque si fuera su novia, no creo que le prohibiera la entrada, ¿no? Parece algo prepotente y creído, pero no alguien cruel.
— Señorita Bateman — le advierte la recepcionista — no me obligue a llamar a seguridad — eso hace que la mujer rubia deje sus gritos. Virgen santa que paz — Como ve — continúa la recepcionista mirándome con una sonrisa — tengo trabajo. Así que apártese para que pueda atender a la señorita...
— Wilson — respondo algo cohibida, no me gusta nada estar de espectadora en este tipo de situaciones — Con permiso — le digo a la rubia que no se ha apartado ni un ápice para dejarme sitio. Que maja ella...
— Buenos días señorita Wilson, ¿en qué puedo ayudarla? — me pregunta la recepcionista regalándome una sonrisa e ignorando a la rubia.
— Buenos días — respondo con una sonrisa amable — tengo una reunión con el señor Gleeson, aunque vengo un poco pronto — le informo con una risilla nerviosa.
— Un momento — me dice la recepcionista comprobando el ordenador — sí, aquí está. Suba por el ascensor que yo le aviso a su secretaria.
— Muchas gracias — le agradezco despidiéndome de ella y yendo hacia el ascensor.
— ¿Esa fresca sí puede pasar y yo no? — escucho mientras me alejo — dile a Edahi que esto no quedará así.
Agradezco a todos los dioses habidos y por haber, la santa paciencia que me otorgaron al nacer y a mis padres el haberme enseñado a gestionarla tan productivamente. Mejor que lo agradezca la rubia, que gracias a ello no se ha llevado una buena contestación. Bendita paciencia.
Me observo en el espejo del ascensor y no voy tan fresca. Me río internamente. Para la reunión de hoy he elegido algo elegante que remarque mis curvas. Porque sí, ¿para qué mentir? Me gusta verme atractiva y eso, no está reñido con lo profesional. Salgo del ascensor y dando pasos firmes me acerco a la secretaria que conocí el otro día.
ESTÁS LEYENDO
Dulce y sin azúcar añadido
ChickLitDesa Wilkinson, ahora conocida como Desa Wilson, es una joven impulsiva y llena de sueños, cuya vida personal se limita a su establecimiento "El rincón de Des" y sus dos amigos y única familia, Jael y Chris. Tiene sólo dos objetivos: mantener su vid...