3. No puedo entenderlo por ti

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Einar

Hoy acompaño a la abuela a la consulta con el doctor Welles, para que evalue su salud y nos diga si todo está correctamente. Mis hermanos y yo tuvimos que hacerle una "encerrona" para que aceptara la cita médica.

Selen Gleeson, una gran mujer y muy tozuda, pero así la queremos. Es nuestra abuela, la que nos ha enseñado, cuidado y querido desde que tengo uso de razón. Y mi responsabilidad como el mayor de los hermanos es asegurarme de que ella esté bien y no le pase nada.

— Buenas tardes, cariño — escucho la dulce voz de mi abuela — ¿llevas mucho esperando?

— Abuela — le digo abrazándola — tendrías que haber dejado que fuera a recogerte — le reprocho.

— Tonterías — dice restándole importancia con la mano — ¿Qué tal en el trabajo? — me pregunta ella cambiando de tema. Muy astuta abuelita...

— Como siempre, mucho trabajo — le respondo sin querer entrar en detalles mientras entramos en el hospital — ¿Cómo te sientes tú?

— Como una jovencita — me responde riéndose. No me queda claro si de mi o si se rie de su respuesta.

Llegamos a la consulta del doctor Welles y en pocos minutos la enfermera que trabaja junto a él nos hace pasar.

— Bienvenida señora Gleeson, señor Gleeson — nos saluda al entrar en su consulta — siéntense.

Ambos le devolvemos el saludo mientras tomamos asiento en frente del doctor.

— Como bien le dije — comienzo a explicarle sin darle oportunidad a mi abuela — mi abuela ha estado sintiéndose mal las últimas semanas.

— Puedo hablar por mi misma, Einar — me regaña ella frunciendo el ceño.

— Lo sé. Lo que no tengo tan claro — continuo — es si vas a ser sincera y le vas a contar al doctor cómo te has sentido — le reprocho ganándome un bufido de ella.

— Bueno señora Gleeson — habla el doctor intentando quitar parte de la tensión del ambiente — cuénteme qué síntomas ha tenido.

La abuela le cuenta a regañadientes que ha sentido algún mareo y que algunos días se siente más cansada de lo habitual. El doctor la invita a otra sala contigua a la suya para poder hacerle las pruebas físicas y los análisis pertinentes.

En lo que tardan en volver, me pongo al día con la agenda de los próximos días y aprovecho también para escribir a mis hermanos e informarles de las pruebas que están realizando a nuestra abuela. Al cabo de media hora, regresan a la consulta y la abuela vuelve a sentarse a mi lado.

— Bueno señor Gleeson, como bien le he explicado a su abuela — comienza a explicar el doctor — según las pruebas que le hemos realizado, todo apunta a una mala regulación de su cuerpo respecto a la glucosa — continua — diagnóstico que confirmaremos con los resultados de los análisis de sangre que le hemos realizado.

— ¿Cuándo tendrá los resultados, doctor? — le rpegunto.

— En unas veinticuatro horas — me responde — Por el momento ya le he explicado que no es recomendable que consuma azúcar.

— ¡Ja! — dice la abuela.

— Abuela — le aviso.

— Ni abuela, ni nada — me dice ella enfadada — este doctor es muy cruel — ya empieza a dramatizar y ahí vamos — explícale que no puedo vivir sin mermelada.

— Abuela, por favor compórtate — le suplico.

— Doctor — le dice mirándolo e ignorando mi súplica — si me quita la mermelada enfermaré de verdad.

Dulce y sin azúcar añadidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora