11. Un mal despertar

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Edahi

Después de lo estresante que está siendo el día de hoy, solo quiero llegar a casa, ponerme ropa algo más cómoda y disfrutar de una copa de whisky en frente de la chimenea. Así perderme en mis pensamientos y poder desconectar de mi jodida realidad. Pero querer y poder son dos cosas totalmente diferentes, hoy quiero pero no puedo. Por eso ahora me encuentro en el coche recorriendo las calles de la ciudad de camino a casa.

Antes de que Gael se fuera del despacho, quedamos en cenar los tres juntos en casa y cerrar definitivamente todo lo referente a la "cara de la fundación". Miedo me da saber cuál es la idea que tiene Gael, después de ver su expresión cuando lo dijo. Así que no podré disfrutar de evadirme de mi mente. Solo espero que no vuelva a sacar el tema de la señorita Wilson. No me apetece. Lo que sí me crea curiosidad es saber la razón del interés que muestra mi hermano. Está claro que no se conocen, porque sino no me hubiera preguntado de la forma que lo hizo. Tengo igualmente claro que tiene gran interés en ella, lo conozco bien y no me pasó desapercibido ese aura de emoción que emanaba al hablar de ella.

Ella es parte de mi dolor de cabeza, una gran parte. Reconozco que me rompe las bolas el desinterés que muestra hacia mí, aún a riesgo de sonar prepotente, admito que estoy acostumbrada a tenerlo fácil con las mujeres. No es chulería, es un hecho. Soy joven, tengo un nivel económico bastante alto, soy inteligente, atractivo...¿Quién se negaría? Ella, esa pelinegra que se ha enganchado a mi materia gris y se niega a soltarla.

¡Jodida mierda!

Sé que debería pasar de ella, quiero decir, no me faltan mujeres. Pero es que no puedo, o no quiero...no lo sé, solo tengo claro que siento un gran magnetismo que me atrae hacia ella. ¿Amor? (Me rio solo). No, eso no es para mí. Ya lo probé y no funcionó. La señorita Wilson me crea curiosidad. No voy a negar que es muy atractiva con ese cabello oscuro y esa silueta tan apetecible, al igual que ella no puede negar que no le soy indiferente. Lo he podido confirmar hoy en el despacho cuando la he arrinconado, una pena que su amigo nos haya interrumpido.

Y luego la he cagado. Aunque no lo reconoceré en voz alta. Sinceramente, no sé qué me ha pasado. Al oír hablar al señor Yavuz de sus nietos, mi sangre ha empezado a hervir. Y no os hagáis ideas locas, nada tiene que ver con la pelinegra, la cuestión es que conozco a sus nietos. Son de ese tipo de hombres del "aquí te pillo y aquí te mato".

- ¿Edahi? - la voz de Einar me saca de mis pensamientos - Ya llegaste - saluda cuando entro en la cocina, comprobando que mi otro hermano ya está también aquí.

- Buenas noches - saludo a ambos soltando el nudo de mi corbata y volviendo a respirar - Espero que hayáis tenido mejor día que el mío.

- ¿Melissa otra vez? - me pregunta Einar poniendo gesto de desagrado. Ninguno de los tres la soportamos, es como una garrapata.

- Entre otras cosas - respondo sobándome la sien y suspirando pesadamente - Sigue intentando contactar conmigo, tiene saturada tanto a la recepcionista, como a la secretaria con tanta insistencia. Ya le prohibí la entrada a la empresa, no sé qué más hacer.

- Deberías pedir una orden de alejamiento - me aconseja Gael mirándome serio - hace tiempo que tendrías que haberlo hecho.

- Para ser justos, lo mejor hubiera sido no habértela tirado - sentencia divertido Einar - ya te advertimos.

Eso no lo podía discutir, ellos como muchos otros que la conocen, ya me advirtieron qué buscaba. Un marido rico que le cubriera todos sus caprichos y del que pudiera alardear. Tendría que haberles hecho caso, pero no lo hice, ganó el líbido frente a la razón y ahora, tengo un dolor de cabeza extra que podría haberme ahorrado. Y no, el polvo no lo merece.

Dulce y sin azúcar añadidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora