Mercia.

VIII - Secretos.

Quisiera darte todo lo que nunca hubieras tenido, y ni así sabrías la maravilla que es tenerte.

 Frida Kahlo.  

♕ 

— Marie, esto no es seguro, por favor regresemos al colegio — Elena estaba temerosa de ser descubierta, pero siempre caía ante las historias de su amiga. — de todas formas esas cosas no me gustan, si se enteran a donde vamos, nos van a golpear, por favor, Marie, regresemos. 

— Guarda silencio, Elena. — siseo — nos descubrirán únicamente porque tú no dejas de lloriquear, ya casi llegamos, Isabella dijo que era por aquí cerca — la tomo de la mano para jalar de ella e ir más rápido. 

— Yo de verdad no sé porque te hago caso, Marie, siempre nos metemos en problemas por tus ideas, la ultima vez papá no me dejo ir a un baile — rodo los ojos. 

— ¿Acaso no quieres escuchar que sucederá en tú futuro? — la miro divertida — ella nos lo dirá.

— Es una bruja, tal vez una charlatana... — siguió caminando rápidamente para seguirle el paso a su amiga, estar por el bosque a media noche no era una buena opción lo sabía.

— No seas puritana, camina más rápido. 

Siguieron caminando en silencio varios minutos, cuando se toparon con una choza, era de madera, bastante pequeña. Elena dio un paso para atrás pero Marie la empujo suavemente.

— Vamos, es aquí — camino hacía la puerta.

— ¿Estas segura de esto? —  preguntó cuando iba a tocar. 

— Sí, estoy segura — así que toco suavemente la puerta. 

Detrás de ella una beta, de piel morena, y grandes ojos los recibió. 

— Bienvenidas, señoritas. — dijo con una voz melodiosa. — ¿Qué las trajo por aquí?

— Hola — dijo Marie segura, pero realmente estaba aterrada — venimos porque alguien nos dijo que usted lee el futuro, y a eso venimos. 

— El futuro es incierto, puede cambiar el rumbo por medio de nuestras acciones, no todo mundo soporta la verdad, ¿ustedes están preparadas? — las miro con sus enormes ojos café.

— Si — asintieron ambas 

— Son veinte chelines por cada una. — dijo dejándolas pasar. 

— Le daré cien por ambas, pero no quiero que nadie sepa que estuvimos aquí — hablo Elena. 

— Seremos discretas, mis niñas — sonrió.

Cuando entraron a la pequeña choza, había artefactos colgados por toda ella, olía a hierbas, habían muchas cajas, no se atrevieron a preguntar que eran.

— ¿Qué método quieren que utilicemos? — preguntó sacando algunos artefactos de sus cajones — yo recomiendo los caracoles, siempre son más precisos.

— ¿Caracoles? — preguntó Marie con una ceja alzada. 

— Si, niña, caracoles. — bufó. 

— Lo que sea esta bien, démonos prisa por favor. — Elena estaba nerviosa, si las descubrían iban a tener problemas.

— ¿Quién comienza? — las miro a ambas.