Capítulo 3 (parte 2)

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El cosquilleo sobre su cara despertó del sueño a Nilsa. Dragda le lamía la nariz con la pequeña y áspera lengua de alimaña, apoyado sobre sus patas traseras en el pecho de la mujer y las anteriores, pequeñas zarpas almohadilladas de diminutas uñas negras frías y suaves al tacto, colocadas gentilmente sobre su rostro.

Colgando a pocos centímetros del suelo, la hamaca se balanceaba en medio del gentío de la ciudad, separados por un sencillo biombo y la pared de tela de la carpa donde se encontraba. El descanso había durado pocas horas, pues aún era de noche, por poco, lo suficiente para que las calles del centro de Pandora aun conservasen la actividad. El matojo de pelo argento y revoltoso del muchacho al que había usurpado la tienda asomaba bajo las páginas encueradas donde estaba metiendo las narices. No había rastro en el escritorio del artefacto que había traído ella antes, lo más seguro sería que él lo hubiera guardado a buen recaudo. Nilsa sí fue capaz de ver junto al libro que Fey consultaba una hoja de papel, amarillento por su edad, con una serie de símbolos, desconocidos para ella, entintados en un color rúbeo, entre un marrón de tono sepia y un rojo terracota.

La sien de Fey palpitaba. Llevaba varias horas indagando en todo tipo de códigos y claves secretas y codificadas, en el intento de descifrar la notación que, el viejo paranoico que era Solem, había inscrito en el vial de Elixir. Había recurrido a todo tipo de papeles antiguos, diccionarios de lenguas muertas y de más allá del mar, a manuales de codificación bélica y había pedido a un contacto fiable de una sociedad secreta de espías que comprobase los símbolos (tomando las precauciones para evitar que se filtrase el mensaje) por si pertenecían a algún argot de ese círculo. Nada había resultado. Al menos no completamente, un antiguo manuscrito parecía encajar parcialmente pero su transcripción parecía carecer de significado, incluso cuando los símbolos se parecían tanto que al primer vistazo pensó que se trataban de los mismos. Al final esa pista tampoco resultó.

Nilsa se acercó, sigilosamente por la espalda, al joven que resoplaba dramático mientras apretaba con el dedo índice y corazón sobre el lateral de su frente. Bajó hasta colocar sus labios, que contenían la respiración, a la altura de la oreja del muchacho y casi en un suspiro dijo; "Buh".

El chico dio un respingo en el sitio, saliendo de su estado de concertación con parte de su cara brillando encarnada por la vergüenza de haberse sobresaltado. Miró a la chica, molesto y agitó la cabeza con desaprobación. Nilsa en cambio sonrió pícara para sus adentros, con la alimaña asomando entre su cabello y su hombro, y los brazos en jarras satisfecha por el resultado de su broma.

—Puedes dejarlo por hoy si quieres, Fey— dijo ella, todavía en la misma pose— Seguro que aun te quedan otras pistas que seguir y encargos que acabar. Yo tengo que pasarme por mi casa, al menos hasta que el sol baje un poco, para preparar la siguiente incursión. Algo me dice que será un día de estos cuando todo el esfuerzo cobre sentido.

—Si tú lo dices... Al menos yo cobro cada vez que decides que necesitas alguna información inútil de estos contenedores de polvo y ácaros— respondió el muchacho, haciendo un gesto hacia la pila de libros que había consultado ese día.— ¿Sabes? podría buscarte algún trabajo decente donde se necesitase información más útil que no tenga que sacar de arcones infestados de telarañas. Se te dan bien más cosas a parte de pasarte horas andando por el desierto sin encontrar nada, no muchas más cosas pero algunas cosas puedes hacer. Hace poco oí que necesitaban a alguien que patrullase en horas solares para una empresa del sector este que... ¿A qué viene esa mirada?

Nilsa ahora había cambiado su pose, dejando caer los brazos delante del cuerpo, con su pelo colgando sobre su cara y mirando desde arriba de sus ojos al chico, como si el comentario se hubiera llevado su energía.

—Nada, nada. Solo me cansa tener que aguantar tus propuestas "maduras" cada dos por tres. En fin, recuerda acabar antes del amanecer, beber agua y no dejar que los rateros te vuelvan a quitar hasta el último platino de camino a casa, otra vez.

—Oh si, culpa al pobre hombre indefenso en vez de a la sociedad que lo marca como presa fácil por no tener un físico musculoso.— Concluyó la conversación Fey mientras despedía a Nilsa a la vez que esta se alejaba desde la entrada de la tienda.

Siguiendo las calles de camino a su hogar, Nilsa, vio los rostros cansados que también se encaminaban a los suyos. Al alejarse de las zonas centrales de la metrópoli la cadencia de gente que atravesaba las calles iba disminuyendo, y aumentaba la altura de los edificios, que albergaban más gente, con menos recursos. O menos necesidades como su caso. En los distritos exteriores la gente ya se había resguardado del sol, después de su jornada de trabajo durante la seguridad de la noche.

Al llegar a su distrito, a apenas unos cientos de metros de su habitáculo, la claridad se asomaba por el horizonte, anunciando la inminente salida del astro Rey. Camino lo que quedaba de distancia con Dragda volviendo a la seguridad de los bolsillos interiores del pantalón de la muchacha y el conocido calor que iba aumentando en su espalda, protegida por varias capas de tela protectora. El visor aun no hacía falta por lo que sus ojos fueron libres de ver como en su frente aumentaba la claridad natural del día, diferente de las luces blancas y neón que iluminaban artificialmente la noche.

Finalmente llegó hasta el bloque de cemento gris sin ventanas donde se guarecía en las horas más intempestivas y que actuaba como estudio, base de operaciones y dormitorio. Entró por la compuerta de metal a poco tiempo de que se activase el bloqueo de seguridad que evitaba que alguien entrase durante el día. Subió varios tramos de escalera y se situó frente a la puerta de su propio apartamento, donde pasó una identificación por un cerrojo y entró.

Al cruzar el arco de entrada una luz, levemente amarillenta por la suciedad acumulada en la bombilla, parpadeo un poco antes de quedar fija e iluminar la sala. No demasiado grande pero si más grande que lo que acostumbraba a ser un apartamento unipersonal en esa zona de Pandora. Pilotos de luces LED rojos y verdes se encendían y apagaban intermitentemente en los servidores donde buscaba y recopilaba información, noticias y posibles pistas de yacimientos con antigüedades. También rastreaban individuos concretos y palabras clave, aun que llevaba mucho tiempo sin recibir ninguna alarma sobre ello. En las paredes colgaban mapas de diferente tipo del continente, con anotaciones sobre ellos. Pandora se situaba marcada en rojo en todos ellos, al Oeste de la gran masa de tierra, pero alejada de hilo de terreno que conectaba a la otra gran masa al Sur. Otras grandes ciudades se señalaban en los mapas, las que formaban parte de las relaciones comerciales más importantes del continente; Mirmidonnia, Tiresia y Prom. Y al fondo de la habitación una cama deshecha.

Nilsa simplemente siguió su rutina. Sacó algo de comida para su mascota y la depositó en un cuenco, revisó las noticias, que podrían contener alguna pista relevante, durante algún tiempo y se sentó a leer un viejo libro que se sabía de memoria. Cuando notó que había pasado suficiente tiempo preparo en su mochila los enseres necesarios para la próxima expedición, cambió las prendas interiores de todo su equipamiento por unas limpias, parando con cada prenda a limpiar de su cuerpo el sudor y tierra de la salida anterior, y durmió unas pocas horas más hasta que fuese seguro ponerse en marcha, o al menos lo bastante seguro para ella.

[Nilsa #1.] Ciudad de PandoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora