Al despertar, Nilsa notó el movimiento alrededor de su tienda. Una figura caminaba bajo el sol y proyectaba una sombra en la tela del refugio. La bestia, de gran tamaño, caminaba agazapada a cuatro patas, con cuidado de no proferir ningún ruido al plantar sus zarpas anchas y pesadas, con plantillas que amortiguaban los pasos, al dejar su peso caer contra el suelo, sin saber que su sombra había alertado de su presencia a la chica.
Nilsa se movió despacio, con el mismo sigilo que el animal que la cercaba. El rifle seguía desmontado y sobre el suelo junto a la mayoría de artilugios duros que cargaba en la mochila, por lo que desechó la idea de usarlo, a riesgo de que el ensamblaje del arma alertase al depredador. El cuchillo de caza que aún guardaba en el interior de la mochila, y que usaba más como herramienta que como arma sería, por otro lado, una elección más silenciosa, pero también la expondría más ante el ataque del animal. El peto podía protegerla de las garras y dientes si atacaba a su pecho, pero el resto estaba al descubierto y un zarpazo de semejante bestia no necesitaba de herir su piel para causar daños en sus huesos y órganos internos. Mientras se debatía por cómo defenderse, o si debía atacar ella primero en una situación desesperada, su corazón retumbaba a mil por hora dentro del pecho. Sin embargo, un repentino giro en su suerte sonrió a la muchacha.
La sombra de la bestia cambió de postura, su cabeza se irguió; Las orejas redondas del felino quedaron rectas en su posición ante la sorpresa del animal por algún sonido cercano. Durante unas fracciones de segundo el animal se convirtió en una estatua, antes de volver a su postura agazapada, gruñir en un tono bajo y grave que reverberó en el estómago de Nilsa (el cual era ahora un nudo en el inicio de la garganta) y corrió en dirección opuesta al sonido que había captado.
Mientras la adrenalina se dispersaba, las manos de Nilsa comenzaron a temblar. Se sentó erguida sobre el saco de dormir aliviada por evitar el conflicto. Sin embargo, el alivio fue breve, al acordarse del sonido que había escuchado el animal y relacionarlo con el momento en el que se había quedado dormida.
Miró al exterior desde la entrada de la tienda de campaña con cuidado. El sol aún estaba alto, aunque las peores horas ya habían pasado. Salir era arriesgado, pero con la proximidad de la vegetación del bosque podría valer la pena con tal de buscar un lugar más seguro que el que se encontraba, alejándose de extraños sonidos procedentes de la nada y que asustaban a seres que podían considerarse máquinas de matar. La muchacha recogió rápidamente sus enseres, dejó a su mascota acompañante que dormía plácidamente en el interior protegido de los bolsillos del pantalón y se aventuró a continuar la travesía.
De a poco la naturaleza recobró su normalidad. Aves comenzaron a cantar en sus habituales ritmos diurnos, señalando que el peligro ya había pasado de largo, al menos por el momento.
Los pasos de Nila se afianzaron mientras se acercaba a la masa forestal, pese a caminar en la misma dirección que el animal que la estaba cazando hacía poco. El frescor del aire provenía de la protección térmica que aportaba la vegetación a su entorno. Capas y capas de hojas y ramas amortiguando el azote del sol. Una madre Tierra protegiendo a sus hijos, como Gaia, la representación de la naturaleza en las historias que Iñigo les contaba de pequeñas a ella y a su hija, a su hijo Cronos de su padre Plutón. Pero como en la historia de Gaia y Cronos, sus hijos se habían vuelto crueles. El cataclismo había venido del miedo de los hombres por perderse en el paso del tiempo, en su orgullo por el control de su propia madre rompieron el equilibrio y convirtieron al entorno en su enemigo.
En su ascenso a cotas más altas de terreno no notó ningún acercamiento sospechoso. Fuera lo que fuera que había asustado al depredador, no la estaba siguiendo a ella. O al menos era tan sigiloso como para no levantar ningún indicio de ello en la intuición de la joven. El camino fue oscureciéndose conforme el sol terminaba de caer en el horizonte y la sombra de la montaña crecía sobre el bosque que se había vuelto más denso. La corteza de varios árboles indicaba la presencia de herbívoros de gran tamaño, arrancada a grandes alturas, mayores que la envergadura de la humana, y ramas que se abrían como paraguas aún más arriba, donde los animales ya no habían llegado a los brotes tierno. Eso dejaba una visión limpia al frente, para comprobar de nuevo si en efecto no estaba siendo perseguida. El suelo por otro lado, aun mantenía la presencia de arbustos de aquellos pinchosos que había cruzado en el sotobosque, crispando y crujiendo cuando animales más pequeños salían de sus madrigueras subterráneas en busca de alimento. Para este momento, Nilsa, con Dragda de nuevo libre fuera de los pantalones y olfateando el aire desde su cuello, encendió una linterna para no encontrarse en una oscuridad absoluta, provocando ciertos brillos reflejados en ojos ajenos en la lejanía.
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[Nilsa #1.] Ciudad de Pandora
Science FictionEn un mundo post-apocalíptico, Nilsa es una joven buscadora de palabras, obsesionada con descubrir los secretos del pasado que llevaron a la caída de la civilización. En su camino, su destino se cruzará con el de Zavriil, un poderoso joven de una ci...