Capítulo 9 (parte 2)

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— Una última pregunta. ¿Qué sabéis de los asesinatos de hace 13 años? — mientras preguntaba, el rostro de Nilsa se ensombreció. No era una apuesta segura, pero necesitaba tanta información como pudiera. Recordó el vitíligo y los rizos de su amiga. Recordó el rostro de Iñigo en el Desguace. Recordó la sensación del tiempo pasar y sus ojos secos de tanto llorar. — Cinco fallecidos; Una pareja y una mujer con su hija. Todos fallecidos durante una explosión de plasma cuando se dirigían a una reunión personal, sin testigos y sin culpables aparentes, pero muchas contradicciones en la ficha policial.

Los ojos de ambas mujeres se encontraron. Nilsa no parpadeó, clavó sus ojos marrones en el fondo de los ojos grises de Tamayka, que se humedecía los labios para contestar.

— Parece una pregunta muy concreta. — la respuesta sonaa casi irónica, pero rectificó rápidamente al no ver duda en la cara de la joven. No era un tema que tratar a la ligera, pensó la general. — No, no me suena, pero podría investigar si tenemos alguna información relevante de ese caso. — dijo por fin, provocando un pequeño suspiro de decepción en Nilsa— Pero esta es la última parada gratuita en el viaje. Si quieres que te ayude, te toca a ti ayudarnos a nosotros.

En esta ocasión fue Nilsa quien tomó la iniciativa y ofreció su mano al tiempo que asentía.

—Si es por Pandora podéis contar con mi ayuda como colaboradora.

La otra mujer pareció complacida y estrechó la mano de Nilsa con fuerza y determinación.

— Es un principio— le respondió— Te doy la bienvenida oficialmente como colaboradora, Nilsa. Espero que nuestra visión de justicia te sea agradable y acabes formando parte como miembro oficial un día. Puedes regresar a tu hogar por el momento, nos pondremos en contacto tan pronto como necesitemos de tus conocimientos o sepamos algo sobre tu petición.

— Que las acciones nos guíen a nuevas palabras, general Tamayka. — concluyó Nilsa con el dicho de buscadores de palabras que Arai le había recordado anteriormente.

Las dos se separaron y Tamayka escoltó a Nilsa hasta la entrada de la sala, donde la líder se reunió con la capitana Araignée para hablar y explicar lo sucedido en el interior de la sala. De regreso con Nilsa conversaron de camino al hangar.

— Con que estas oficialmente en el equipo, colaboradora Nilsa— dijo la más madura de las mujeres.

Su manera de destacar el nuevo rango asignado a Nilsa recordaba al tono de una madre orgullosa de su hija al aprender una nueva habilidad o conseguir un nuevo logro personal. Eso recordó por un instante a Nilsa que había mencionado la pareja involucrada en el caso de la mujer e hija de Iñigo. No eran sus padres biológicos, pero durante un tiempo ejercieron como tal. A veces se le olvidaba que ellos también habían sido parte de su vida y de aquella tragedia.

— Eso me han dicho, capitana Araignée — le respondió a la mujer.

—Te dije que me llamaras capitana Arai. — continuó la mayore de las dos, mientras le daba un golpe amistoso en el hombro — Bueno, ¿Qué te parece nuestra gran general? ¿Muy seria verdad?

Tamayka no le había parecido seria a Nilsa. Simplemente no muestra sus emociones con facilidad, pensó Nilsa.

—Espero llevarme bien con ella— explicó la joven a la capitana.

—Seguro que encajas como un guante— le respondió Arai con una sonrisa.

Mientras conversaban llegaron al hangar. Los vehículos seguían allí, esperando por nuevas expediciones.

—Ahora cierra los ojos— le dijo la mujer de la trenza a Nilsa, mientras sujetaba un pañuelo entre sus manos.

—Pero ¿no era colaboradora? ¿De verdad es necesario? —espetó molesta la joven, poniendo muecas.

—Colaboradora, no miembro—le respondió tajante mientras le tapaba los ojos con el pañuelo—. Sabes que la solución está en tu mano. Únete a nosotros de manera completa y tendrás completa libertad de ir y venir.

Nilsa negó despacio y siguió el camino que Arai le mostraba empujando en su espalda con cuidado. Le advirtió cuando llegaron a un vehículo, para que subiese el escalón y bajase a cabeza. Esta vez era un vehículo techado, uno comercial de color oscuro que había visto aparcado mientras se acercaban al lugar de aparcamiento.

Mientras regresaban la conversación se apagó. La joven indicó una zona cercana a su casa y pusieron rumbo al lugar. Nilsa notaba las vibraciones del motor y el paso de las ruedas sobre el terreno mientras la llevaban a casa. Fue consciente del tiempo que había pasado y luchó contra el sueño que el trayecto le esta induciendo. El sonido rítmico de las imperfecciones del suelo contra los neumáticos y el murmuro del corazón de la máquina eran una nana contra la que resistir. Cuando ya creía que sucumbiría definitivamente, el sonido se detuvo.

Arai le puso la mano sobre el hombro. Nilsa dio un pequeño respingo, pero se recompuso y levantó la cabeza, indicando que ya podían retirarle la tela que le impedía la visión. Arai hizo lo propio.

La vista de Nilsa se acostumbró a la luz del interior del auto en un par de parpadeos. La capitana esta sentada a su lado y la miraba con una expresión orgullosa, levantando una de las comisuras de los labios en una sonrisa torcida. A su otro lado, la puerta se abría, mostrando un paisaje familiar.

Los edificios de hormigón, de fachada gris y simple, se recortaban contra las luces del centro de la ciudad. Aún era de noche, pocas horas antes de que se cumpliese un día desde el encuentro con la bestia.

Nilsa bajó del vehículo, que volvió a cerrar la puerta y se puso en marcha, como señal de buena fe sobre la localización del hogar de su nueva aliada. Ella esperó a que se alejase, con una mano algo levantada, en una señal de despedida. Cuando la forma del auto se perdió en la distancia, Nilsa volvió a ponerse en marcha. Hacia su hogar.

Al llegar había más actividad de la que solía observar. Las marchas e incursiones hasta horas cerca de la diurnidad de Nilsa, no coincidían con las horas en las que sus vecinos entraban y salían del bloque de cemento al que llamaban residencia o casa. Esta vez, en cambio, gente cuya cara no reconocía, entraba y salía por la puerta que ni siquiera se encontraba presurizada.

Frente a la puerta de su departamento sacó identificación de identidad y propiedad que le daba acceso, lo pasó por el sensor, y se dejó caer sobre la puerta. Sus piernas eran sacos de arena que arrastrar tras de sí, sus ojos a duras penas se mantenían abiertos y la consciencia empezaba a mezclar la realidad con recuerdos y sueños.

Avanzó a tientas por el espacio entre la puerta y la estera acolchada que era su cama y calló en la inconsciencia. No sin antes notar la sensación fresca y húmeda de una nariz sobre su mejilla.

[Nilsa #1.] Ciudad de PandoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora