Capitulo 8 (parte 1)

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Una semana más tarde, Zavriil fue a visitar a Háthor, que ya estaba en condiciones para trabajar, aunque fuera con escolta y en una silla con ruedas que le permitiese moverse aun con las piernas fracturadas.

Cuando la visitó por primera vez tras el ataque, quedó sorprendido por la eficiencia de la medicina de Tiresia. Pese a haber caído desde cientos de metros de altura, en medio de explosiones, y restos de cristal y escombros, parecía que la mujer apenas había sufrido una pequeña lesión ósea y varias quemaduras, una de ellasuna mancha de piel rojiza y deformada en el rostro, cruzando la mejilla hasta el párpado de la mujer. Algunas como aquella, dejarían cicatriz. Serían un doloroso recuerdo, especialmente para alguien con una actitud tan vanidosa sobre su propia belleza, pero solo un recuerdo frente a la posibilidad de haber muerto en aquel ataque. Claro que, esa solo era la situación después de las intervenciones médicas necesarias durante las primeras horas posteriores al suceso; Háthor había estado batallando entre la vida y la muerte varios días, pero después de pasar por las manos de los médicos más hábiles de la metrópolis, solo quedarían los indicios típicos de un accidente de pequeña escala.

El cuadro psicológico por otro lado no sufrió ningún daño aparente. Háthor, al igual que la mayoría de los herederos de las casas mercantiles de la ciudad, había sido preparada desde joven para ser una líder nata. Conocía la posibilidad de que algo así ocurriera y sabía que no era el momento de mostrar debilidad ante el pueblo y el mundo. Cuando Zavriil pidió la cita para encontrarse con ella, aceptó sin miramientos.

Su conversación fue sobre el traslado de su hermano, Eithan, a Prom, y Háthor estuvo de acuerdo. Entendía la preocupación de Zav por la seguridad de su hermano pequeño y seguía buscando una buena relación entre ellos dos, aun después de lo sucedido después de su última reunión. Sin embargo, Zavriil no mencionó a la mujer ni el símbolo que encontró en la Aguja, ni la amenaza que vio en el ascensor antes del atentado. Los guardas de la ciudad no encontraron, al menos de manera oficial, ningún rastro del culpable y en cierto momento se sospechó del propio joven, debido a su posición en el caso, saliendo del mismo lugar donde había ocurrido la tragedia. Por suerte, la implicación se desestimó rápidamente y Zavriil pudo regresar a su rutina en poco tiempo.

Cuando todo hubo pasado Zavriil estaba ya preparado, física y psicológicamente, para retomar su investigación.

Había destinado fondos de la casa mercantil al estudio de la historia de la ciudad en nombre de la memoria de su padre. Incluso si estos fondos eran abundantes cantidades de platinos, era tan solo una minucia para el saldo del que disponían y teniendo en cuenta todos los movimientos económicos previos de arqueología y cultura no resultaron nada sospechosos. Incluso otras casas se dispusieron a aportar también pequeñas cantidades a modo de ayuda, una estrategia social que buscaba parecer un aliado que empatizaba con la tragedia que había sucedido años atrás y que también se sentía fresca con el incidente de Lady Asmodei. Esa misma justificación también le sirvió a Zavriil para integrar miembros de la seguridad privada de la casa, con los que mantenía contacto directo, en la investigación del caso de terrorismo, bajo la premisa de una justicia férrea que evitase más sucesos como los de sus padres o el de Háthor.

Las piezas estaban en sus puestos y el siguiente movimiento empezaba por investigación de campo por la misma mano del joven.

El primer destino de dicha investigación fue buscar en lo más cercano, los libros de arqueología e historia de Tiresia de su padre. Tal como su hermano había dicho, tan solo aparecía el símbolo en algunas páginas sin más relación entre sí que la temática general de los volúmenes. Algunos mejor acotados, otros solo bocetos emborronados y con líneas torcidas. Zav llegó a la conclusión que podría ser el indicio de un tema que no dejaba a su padre tranquilo ni durante sus lecturas, tal como él se encontraba ahora. Eso significaba que debía ser precavido, porque si su padre tuvo un final amargo por aquella investigación, él podía seguir el mismo destino.

Cerró los libros con resignación. No esperaba dar con la clave tan rápidamente pero el primer fracaso suele ser doloroso. El valor suele encontrarse en sobreponerse a ese dolor y continuar hasta dar con resultados.

Echó un último vistazo a la sala, a su hogar, e hizo la señal para que un coche viniera a la puerta a recogerlo. Poco tiempo después la limusina estaba llegando a la Aguja donde se encontraba su residencia habitual, la que había pertenecido a sus padres. Allí había salas de información con servidores de almacenamiento de información, unidos a la red, un privilegio al que no la mayoría podía acceder en ese tiempo.

Según había oído de su padre, era muy posible que en los tiempos de La Caída fuera mucho más común. Tanto como para guardar allí cientos de millones de datos de vidas e historias, guardados en algo que conocían como La Nube. Para desgracia de los esfuerzos por recuperar aquellos datos tan valiosos, una investigación promovida por la ciudad de Prom, aquella nube nunca vio el cielo. Se trataba de servidores conectados entre sí y a la red, que descansaban bajo el mar, y para cuando se intentó recuperar su contenido estaba tan dañado por décadas de humedad y sal marina, que era irrecuperable.

En aquellos servidores, investigó el pasado de las casas mercantiles, como sospechosos probables de aquellos movimientos en contra de las casas interesadas en el pasado lejano. No solo su origen, sino también a individuos concretos tanto contemporáneos como anteriores. Por ejemplo, Jonas Artifazte, un líder de la casa del mismo nombre, que se vio envuelto en sectas del Elixir, hacía ya un par de generaciones. Su legislatura trajo consigo la inyección en la ciudad de una gran cantidad de la sustancia con fines recreativos y religiosos. Al final fue depuesto del cargo y nombre, su familia pasó un momento pésimo para salir de aquel escándalo, pero nada más que fuera digno de recordar.

Como ese había varios casos de eventos vergonzosos y que estaban rodeados de la clásica corrupción que acompaña al poder. Sin embargo, aquellas historias de prensa rosa no parecían revelar ninguna pista sobre los símbolos ni el atentado.

Después de bastante tiempo investigando entre sucesos anecdóticos y datos financieros sin conexión con el tema que lo ocupaba, Zavriil abandonó la tarea. Si bien la tarea parecía no haber llevado a ningún punto, era un lugar por donde comenzar a adquirir el contexto de la historia que se estaba labrando. Necesario si pensaba llegar hasta el fondo del asunto. La trama llevaba formándose bastante tiempo, a la espera que alguien la liberase a la luz.

[Nilsa #1.] Ciudad de PandoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora