Capítulo 10: (parte 1)

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El aliento húmedo de Dragda fue lo que extrajo a Nilsa de su trance tras casi un día competo de sueño. Se sentía deshidratada y, pese a hacer menos de una semana desde la toma de su última dosis, notaba como los efectos del Elixir habían menguado en su organismo, pero después de los eventos de las instalaciones de investigación necesitaba ese descanso. Rascó suavemente la cabecita del animal y se dejó rodar un poco hacia el borde de la estera, acercándose hacia donde había dejado todos sus enseres al llegar.

Entonces, en su esfuerzo por hidratarse un poco, miró en dirección a su bolsa y recordó los informes de dichas instalaciones, los que había ojeado justo antes del ataque de la criatura mutante. No había mencionado nada de ellos a Tamayka ni a Arai; Pese a su decisión de confiar en ellas, aun no podía asegurar que estuvieran tras algo más de lo que ella no sabía.

Tras un pequeño sorbo del carísimo líquido, inspeccionó su mochila. Por suerte, en la asociación rebelde, no habían inspeccionado el contenido en forma de voto de confianza y allí seguía, la carpeta de documentos mohosos. En el fragor del momento, Nilsa la había metido tan rápido en su equipaje, que pensaba que no quedaría mas que un amasijo de polvo y trocitos de pasta vegetal seca.

Abrió la carpeta con cuidado y observó de nuevo el amasijo de datos y apuntes a mano. Estaban escritos en una forma antigua del lenguaje común, un amasijo entre términos que aun prevalecían y otros que conocía de algunos documentos pre-Caída que habían sido descifrados. Algunas partes ya estaban deterioradas de antes, pero había empeorado en el transporte, quedando partes completamente ilegibles. Fey va a tener bastante trabajo por delante, pensó la joven que fue consciente de la existencia de su amigo fuera de toda su aventura.

Volvió a guardar los papeles con cuidado en la carpeta y ésta en un plástico protector. Ya no había prisa por escapar de un monstruo mutante y antinatural, así que los documentos se merecían un mejor trato en esta ocasión. Después se enfocó en las luces parpadeantes que aún seguían encendidas en la habitación. Comprobó las pantallas del sistema. Nada nuevo. Bueno, al menos ahora tengo un equipo de investigación ayudándome, se reconfortó mentalmente mientas suspiraba de decepción.

Apagó las pantallas y dejó que el equipo interno de la computadora siguiera en su búsqueda de datos en la red. Aprovechó que volvía a estar descansada y consciente para limpiarse el cuerpo en seco y ponerse una ropa más cómoda que la de su expedición, con la que había dormido por el agotamiento total.

En esta ocasión eligió un bodi negro con mangas largas que se extendían hasta la palma de las manos y que permitía pasar el pulgar por un agujero para mantenerse en su lugar, como base; Unos pantalones anchos de color chocolate, con sus típicos bolsillos infinitos para cargar a Dragda, y para completar el conjunto, un chaleco amarillo limón con capucha. En las piernas llevaba calcetines y botas altos, para sentirse preparada en casos inesperados, como de costumbre. Cuando hubo acabado se acercó a su mascota, que entendió lo que pasaba al instante y esperó erguida sobre sus pequeñas patas posteriores, sonsacando una pequeña pero sonora risa a Nilsa, a quien le recordaba a una salchicha peluda que miraba con dos pequeños y oscuros ojillos. La joven cogió delicadamente al animal, notando el tamborileo de su pequeño corazón nervioso, y lo metió en uno de los amplios bolsillos, desde donde el animal asomaba esperando por su paseo.

Una última mirada a la habitación reveló que todo estaba en orden, solo la estera que usaba para dormir estaba algo revuelta, pero era admisible. Nilsa salió de la estancia y cerró el seguro por identificación sin temor. Cruzó los pasillos diáfanos del bloque de cemento gris como un suspiro y salió por la puerta sin compresión por el horario nocturno. La noche ya había entrado en su apogeo y la contaminación lumínica de los neones, más comunes en dirección hacia el centro del núcleo urbano, opacaban las estrellas que la habían guiado en la naturaleza.

Se dirigió directamente hacia la plaza del Centro de Recursos para reportarse a su amigo, cruzando entre el gentío que crecía exponencialmente conforme avanzaba, con dificultad por el bulto de su mochila, en donde cargaba el delicado tesoro de fibra vegetal, que le llevaba.

Durante el trayecto, apretujada contra más personas, hacia los puestos de comercio, vio como varios rateros hacían de las suyas, desapareciendo el contenido de bolsillos y mochilas con precisión de cirujano. Algunos de ellos intentaros la marcaron como objetivo, pero no era una novata que se había acercado a pillar una dosis de Elixir raro o algo que comer por gusto, Nilsa llevaba en pandora toda la vida y había pasado por diferentes partes, incluyendo las bandas criminales menores de la ciudad, no sería una presa fácil y así se lo hizo saber a los pícaros que la cercaban, mirándolos fijamente a cada uno y avanzando entre ellos despreocupada, demostrando veteranía. Los perseguidores de dedos ágiles entendieron el mensaje; "Intentadlo y os encontraré, os he visto la cara".

Por fin la multitud dejó de estar tan acinada al abrirse la avenida en la plaza. Incluso un poco de aire corría esa noche y las tiendas de los puestos se zarandeaban levemente, permitiendo respirar a aquellos que llevaban un rato demasiado cerca de los alientos del resto de individuos en camino.

Nilsa se dejó guiar por su memoria muscular, siguiendo el camino hacia la caseta donde Fey se encontraría, como casi siempre. Lo reconoció fácilmente en la distancia. Estaba sentado en la parte delantera de su negocio, en un escritorio que hacía de mostrador y mesa de negociaciones. Frente a él se encontraba un cliente.

El sujeto, y su escolta que esperaba de pie unos pasos más atrás, eran del gremio de espías. La joven los reconoció por las miradas nerviosas que daban sutilmente en diferentes direcciones, la ropa, aunque similar a la que la mayoría de gente llevaba en la ciudad para poder mezclarse en la multitud con facilidad, estaba más pegada al cuerpo para darle libertad de movimiento y llevaba cartucheras en los muslos, algo escondidas, pero no tanto como los compartimentos y otras armas que llevarían bajo las prendas y que Nilsa sabía que estaban allí.

En ese nicho de negocio no había entrado, pero si se había relacionado con ellos lo suficiente para identificarlos. A diferencia de los buscadores de palabras, los del gremio de espías no diferenciaban entre cultura y secretos, o entre veracidad y mentiras al mejor postor. Era un negocio peligroso, donde su vida siempre estaba en juego, pero también muy beneficioso. A Pandora llegaban encargos de todo el continente y ellos se los distribuían o competían por ellos. En realidad, poca gente sabía si eran un solo gremio o si cada cual trabajaba por cuenta propia. Algunos incluso teorizaban con la existencia de un hombre conocido como Búho, un jefe de espías que manejaba la ciudad desde las sombras gracias al control de la información, puede que incluso más que tan solo la ciudad de Pandora.

La joven esperó, retirada, pero con visión del puesto, para no interferir en los negocios del peliblanco. El espía que conversaba con el chico era el líder del grupo con bastante certeza, por su lenguaje corporal era fácil adivinar que estaba más tranquilo y centrado que sus acompañantes. Los negocios se alargaron varios minutos más pero después de un rato de espera el líder espía se levantó, asintió al joven y se fue con paso firme, seguido de los otros hombres que le esperaban y alguno más que se unió a la marcha apareciendo de entre el gentío.

[Nilsa #1.] Ciudad de PandoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora