VIII

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Al cerrar la puerta de su casa. Seraphine suspiró. Mentalmente se anotó que hoy sería el primer día donde tendría que cuidar de Cassius.

Al mismo tiempo que planificaba el horario, su hermano, el dulce y con ojos grandes corrió a sus brazos. Su cabello negro parecía brillar con cada salto.

-Hoy te acompañaré a clases.

-Tu escuela está del otro lado, Esmerald.

-Pronto iré a tu escuela -murmuró- pero hoy puedo acompañarte.

-No. Hoy iré a casa de un amigo, no puedes venir. Se te hará tarde y mamá querrá partirme la pierna, así que -lo levantó como si el peso de Esmerald no fuera un problema para ella y lo empujó hacia el mayordomo- vete.

Seraphine no esperó respuesta, con rostro inexpresivo entró al auto.

Esmerald levantó la mirada, se mostró frío y luego sonrió en los brazos del mayordomo.

-Mi hermana es tan fuerte.

Y el mayordomo quiso decir: joven, ¿no es muy grande para estar en mis brazos?

Lo ultimo que esperaba ver Seraphine esa mañana era a Cassius intentando levantarse del suelo. Las calles del lugar donde vivía no eran limpias, la noche anterior había llovido y las calles estaban llenas de baches llenos de agua.

Cassius había caído cerca de uno.

-Mierda.

-Estoy bien.

-¿Te volviste a meter en problemas? -preguntó Seraphine caminando a su encuentro.

-Qué te importa.

Seraphine dibujó una línea en su rostro mientras lo volvía a levantar.

Cassius es un imbécil con mucho orgullo, sabía que podía decir que estaba bien cuando tenía hambre y puede estar muriendo de dolor. Cassius era el mejor estudiante de su escuela, un pobre becado con mejor actitud que la mayoría de los hijos ricos de esa escuela. Y al mismo tiempo, era el protagonista de una historia tóxica donde la violencia que vivió lo hace dudar de que algún día él merezca el cariño que alguien pueda ofrecerle. Cassius era muchas cosas, pero al mismo tiempo era apenas un adolescente.

Seraphine estudió su rostro y bajó la mirada. Tenía el labio roto y su mejilla estaba inflamada, sus labios estaban morados, por lo que Seraphine pensó que tal vez se había quedado toda la noche en la calle.

Tal vez había vuelto a descutir con tu estúpido tío. Y este lo había corrido, pero no hay muchos lugares donde un niño con una pierna rota pueda ir. Tenía el informe en ese momento, pero el color de la camisa le hizo dudar de que estuviera limpia.

Cuando su chófer la vio acercarse con un joven en brazos, se adelantó para abrirles la puerta.

Seraphine lo puso en el asiento.

-Volveré por tus cosas, Cassius.

Al regresar, recogió el viejo bolso del suelo. Al levantarlo el agua que caía de la mochila la hizo fruncir el entrecejo.

A lo lejos, observó la vieja casa y como se podía ver la forma de una persona en la ventana. Seraphine no temió, sin importar se llevó la mochila consigo. Entró al auto y le ordenó al chófer llevarla a la tienda escolar de la escuela.

-¿Qué? ¿Por qué? -preguntó Cassius.

-Los becados sólo obtienen un uniforme durante su estadía. No más. El tuyo, sin ánimo de ofender, es un asco. -comentó, mientras le enviaba un mensaje a Tyche de que llegaría tarde. Luego levantó la mirada.- Hay que buscar otro.

-Estoy bien con mi uniforme.

-Pero yo no.

-No me importa -volvió a repetir Cassius.

Seraphine mostró una mirada ostil antes de levantarse y empujarlo al asiento con fuerza. Sus manos a cada lado de la cabeza de Cassius y su aura de fastidio intimidada.

-Escúchame, Cassius. No soy tu jodido perro, no puedes ordenarme y hablarme como se te de la gana. -su tono de voz era bastante grave-, no te estoy pidiendo algo imposi
imposible. No me quieres como tu enemiga. No es lástima, es bienestar general. Madura, las personas no te ayudan por lástima. Algún día sabrás la diferencia.

-Estás loca.

-Puedo demostrarte mi nivel de cordura, pero justo ahora -volvió a mostrar un rostro relajado mientras de acomodada en el asiento- iremos por tu uniforme.

La respiración de Cassius era lo único que podía escucharse en el auto. Miró por la ventana mientras intentaba retener los latidos de su corazón...

¿Por qué se sentía tan raro cuando ella le gritaba?

Se que merezco ser funada,  pero tengo una buena excusa

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Se que merezco ser funada,  pero tengo una buena excusa. Me detectaron una enfermedad llamada pereza crónica y también olvidé la contraseña de wattpad :D

Intentaré arreglar esto, oki?

Las mujeres ricas y malvadas aman a los protagonistas masculinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora