XII

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Cassian nunca quiso ver a Sapphire sonriendo a alguien como Howie.

En realidad nunca quiso que su día sucediera así.

No estaba en sus planes nada de lo que estaba pasando. Cuando Sapphire se presentó frente a la casa de su tío, después que este lo sacara durante toda la noche, él sabía que iba a ser un día pesado. Por un momento sintió miedo de la morada de su tío en su espalda, mientras que Sapphire lo levantaba como recién casados y se iban.

Luego, en la tienda, cuando entró e intentó ayudarlo. El olor a su shampoo...

oh, Cassian había recordado eso. Sapphire olía muy bien.

Sapphire.

Sapphire.

Ella le había contando el poema de los conejitos. Le había explicado como atarse los cordones y aquello le había destrozado el corazón. Por un momento, se sintió culpable. Ella no sabía nada, pero aún así se sintió asqueado. Ese horrible poema le habían dicho cuando una de sus torturas comenzó.

Odiaba todo.

Pero realmente no la odiaba a ella.

Cassian también llegado tarde a clases, pero a diferencia de sus compañeros él fue llamado por el director. Apenas abrió la puerta recibió el golpe de un libro en su cabeza, lo que lo dejó aturdido.

—Maldito niño.

—Lo siento.

—Estás aquí gracias a mi, pero así me lo pagas. ¿Llegando tarde? ¿Te parece algo bueno? Si sigues así te quitaré tu beca.

—No lo haga —suplicó Cassian— he llegado tarde por culpa de mi tío.

El director, un hombre de feo rostro y gran cuerpo sonrió antes de acercarse a golpearlo en la cara. La cara de Cassian se volteó al sentir la cachetada, sus manos temblaban y parecía más pálido.

—¿Te atreves a mentirme? —se acercó a Cassian, viendo con recelo su ropa—. Dime, tu tío te consiguió mueva ropa. Dime, Cassian ¿tu tío ahora es amable?

—Señor...

—No hables.

—Padr...

El director levantó amabas manos para estrellarlas con fuerza sobre la mesa de su oficina.

—Cassian, ¿Qué quieres decir?

—No. N-no, no quise. Tengo un padrino, él me ha dado las cosas. Eso quería decirle —mintió, Cassian—. No quise arruinar tu día, intentaré mejorar. Se lo prometo.

—Un padrino... Al final tu estúpida madre no era tan patética.

—Sí.

El director sonrió, mostrando sus perfectos dientes y apuntó afuera.

—Vete.

Cassian asintió.

—No vuelvas a aparecer aquí. No quiero ver tu horribl cara por el momento. —Exclamó—. Ve a tus clases, pero quédate al final del día. Quiero que hagas algo por mi.

Las mujeres ricas y malvadas aman a los protagonistas masculinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora