XXV

692 87 14
                                    

La idea de terminar solo, aislado de los demás, nunca atormentó a Dawson Reginald Grimshaw.

En realidad alguien que nunca había tenido compañía desde que nació, jamás podría extrañar algo que no conocía. Su padre Archibald Reginald Grimshaw había creado en él a una bestia sin sentimientos, incluso cuando dirigía sus ojos a Dawson lo hacia con burla y odio.

Una fria tarde después de fumar y con la voz desalentadora de siempre lo molestaba con esa mujer:

- ¿Crees que alguno de nosotros le importamos?

Dawson ni siquiera tenía que responder, bajaba la mirada hasta sus pies mientras de forma nerviosa se apretaba las manos, presionando sus uñas hasta que le saliera sangre. Oh, que tortura.

No. No.

A ella no le importamos.

Ella nos odia.

Nos quiere muertos...

Es lo que siempre se repetía en la cabeza de Dawson cuando su padre hacia la misma pregunta. Esa mujer incluso odiaba más a su padre que la idea de morir.

Dan no lo sabia, la forma exacta en que se conocieron; Había escuchado de los sirvientes que hace muchos años su padre se había enamorado de una mujer hermosa; decían que incluso cuando la miraban por un segundo sentían que no era de ese mundo. Su piel era tan pálida, sus labios tan rojos y su cabello tan dorado, sin embargo tenían unos ojos tan oscuros como el carbón, pero brillantes; claro, antes de llegar a aquella mansión.

Su padre la vió una vez mientras ella salía de tomar un café con sus amigas y como siempre sucedía cuando Archibald Reginald Grimshaw quería algo... lo conseguía.

"Una verdadera lástima" murmuraban los sirvientes cada vez que contaban esa historia.

Una hora después de que su padre pusiera sus ojos en ella por horrible casualidad, la chica se encontraba en su habitación. Ella nunca quiso estar aquí, incluso cuando se supo que esa mujer apenas era una niña, él jamás pensó en dejarla ir.

Dan nació de aquella horrible historia. Cuando apenas estaba abriendo la boca con su primer alarido de vida... su madre intentó matarló. Aunque Dan nunca supo la razón, quiso pensar que era porque le recordaba a su padre. Eran tan idénticos, que nadie podría negra que por su sangre corría la Icori, la sangre de un gran linaje. Una familia poderosa y sucia.

Eso algo que siempre había llenado de curiosidad a Dan, su familia venía de una dinastía extraordinaria. Durante muchos años corría el rumor de que su sangre tenía el don de otorgar fuerza sobrehumana a las mujeres de la familia, sin embargo, en ese mismo rango de años ningún portador tuvo el honor de tener una hija. Su padre solía bromear sobre que aquello: "Es una mentira que se ha mantenido por casualidad".

Dawson lo sabia, cuando su padre lo miraba buscaba esa hija. Estaba seguro que su padre no quería una hija por esa leyenda, pero sí porque quería tener una hija que se pareciera mucho a la mujer que amaba. Es una lástima que ella lo odiara.

Por eso Dawson la aborrecía. Odiaba a la maldita mujer que le dio la vida, la mujer que su padre amaba y la que jamás pudo dirigir su mirada a él.

Nunca pensó odiarla más que eso, pero esa estúpida mujer siempre le daba más razones.

Ella en realidad amaba joderlo.

Una mañana su padre apareció sonriendo, Dan incluso tembló en su lugar. Ver a ese hombre feliz... era tan extraño.

-Tu madre esta embarazada otra vez, Dawson. Debes cuidarla-. Dan sintió nauseas. Durante mucho tiempo esa mujer había terminado con la vida de cualquier ser que creciera en ella, ¿habría otro más?-. Es posible que sea una niña.

Las mujeres ricas y malvadas aman a los protagonistas masculinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora