trece

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Si dar vueltas en la cama sin cesar se consideraba un deporte, Danna sin duda alguna estaba siendo una campeona de primera clase. Suelta un suspiro de exasperación, toma su teléfono y niega lentamente. ¿Por qué siempre todo tenía que ser tan complicado? Si bien su historia con Christopher había comenzado siendo una especie de cliché de libro romántico, siempre consideró su relación como algo "normal". Es decir, Danna no tenía que luchar contra brujas espantosas disfrazadas de corderos, no había castillos encantados y no tenía hadas madrinas, ¡que va, esas cosas no existían! Tal vez para alguien de la edad de Alex o de Mafe, pero no para las personas de la edad de ella. ¿Entonces por qué sentía que su relación se había vuelto algo así?

La distancia sin duda alguna le estaba comenzando a jugar en contra, echaba de menos a Christopher más que a ninguna otra persona, extrañaba su sonrisa, el sonido de su risa, mirarlo a los ojos, tocarlo, besarlo... ¡joder! En serio lo echaba de menos. Y por más que había estado pensando en las palabras de Zinerva —Nada de lo que pasó con ese jodido contrato es culpa tuya, Danna. Por favor, deja de pensar en ello; las cosas que pasan en el mundo de los negocios no tienen nada que ver contigo, es un negocio, las partes cambian pero eso no significa que tenga algo que ver con el hecho de que Christopher sea tu pareja— y lo había tratado, había estado tratando de sacarlas fuera de su mente y creérselas en el proceso pero realmente parecía que entre más lo intentaba, menos lo conseguía.

Su sexto sentido le decía que en efecto, sí tenía algo que ver con el hecho de que Rossi lo hubiese cancelado, sabía que la empresa de Christopher era enorme y algo como eso no lo afectaba demasiado monetariamente hablando, pero al prestigio del que gozaba, por el que tanto él había trabajado por años probablemente sí lo haría. Y por eso se sentía culpable.

Y sí a todas las cosas locas que estaba pensando sumaba que Christopher no respondía a sus llamadas, sí, la causa de su insomnio era eso.

Toma su celular, admira la fotografía que funge como su fondo de pantalla y luego desliza su dedo por la pantalla rogando mentalmente que esta vez tenga algo de suerte. Un minuto después, la voz de Christopher la saluda.

El corazón de la castaña da un vuelco dentro de su pecho ante el sonido de su voz, inspira con fuerza y luego deja salir el aire de sus pulmones.—Hola, mi amor...—susurra Danna.

—Hey, ¿Qué ocurre?—pregunta él en voz baja.—Te escuchas apagada...

—No me pasa nada, es sólo el cansancio.—responde.—Tengo insomnio, no puedo dormir...

—Deberías beberte un té, mamá siempre dice que esas cosas espantosas ayudan a conciliar el sueño.—le aconseja. Danna sonríe. Delante de todo el mundo, Christopher Vélez es uno de los hombres más jodidamente exitosos, vigorosos y codiciados de la socialité de Estados Unidos, es el tipo de hombre implacable, imponente y reacio que podrías conocer alguna vez pero cuando de Danna o de Alexandra se trata, nadie podría jurar que ese hombre de negocios del que la mayoría de las mujeres de la alta sociedad desean se convierte en un hombre amoroso y comprensivo que da consejos sobre tés para conciliar el sueño. Y eso es precisamente lo que hace que cada día que pase —a pesar de la distancia— ella se enamore más y más de él.--¿Dan?—la llama.

—Oh, lo siento.—responde de inmediato.—Me quedé pensando un poco. ¿Cómo estuvo tu día?

—Fue una puta locura.—anuncia sin más.—Primero, Adriano Rossi decide desistir de la idea y el contrato que teníamos para filmar dentro de sus hoteles se vino abajo haciéndonos perder un montón de dinero, que realmente no me importa pero, sabes cómo esto, se supone que confiaba en él para esto, era algo que teníamos previsto y ahora simplemente eso ya no será...—explica a toda prisa aunque en realidad no existe la necesidad. Si hay alguien que entiende a la perfección de lo que él está hablando, esa es Danna.

S.O.S Vélez en apuros.Where stories live. Discover now