Las palabras de Marina caen sobre Christopher Vélez como un balde de agua helada.
Su cerebro realmente no puede terminar de procesar la información que la mujer le acaba de soltar como una bomba nuclear, no puede entender qué es lo que hace el hombre allí y mucho puede entender cuál es la urgencia de verlo, si bien sabía, Adriano Rossi era uno de los magantes más importantes de Italia, poco se sabía sobre él pero las pocas cosas que se sabían eran suficientes para darte cuenta que existían personas que hacían ese tipo de trabajo por él. ¿Entonces que hacía allí?
—¿Lo hago pasar?—la voz de Marina se hace presente una vez. Christopher se aclara la garganta, alisa una arruga inexistente en su pulcro traje gris y asiente lentamente.
—Sí, pero dame unos minutos.—responde finalmente.—Regresa a tu lugar, por favor, y cuando esté listo lo haces pasar...—indica amablemente.
—Está bien, señor.—musita y luego se va.
—No entiendo...—comienza Erick.—¿qué es lo que hace este hombre aquí? Primero hace que pierdas un contrato millonario y ahora viene...
—¿De que hablas?—pregunta de inmediato. Erick aparta la mirada un breve segundo antes de volver su atención al filo del escritorio.—¡Habla, Colón! ¿Qué significa eso de que me hizo perder un contrato millonario?
—Bueno, era de esperarse, ¿verdad?—argumenta dejando escapar un largo suspiro.—Nuestro cliente dio instrucciones especificas para la filmación de su comercial, quería que fuese dentro de los hoteles de Rossi así que cuando se enteró que no se podría, llamó para decir que había encontrado otra agencia de publicidad que sí pudiera cumplir con sus expectativas; tuvimos que devolver el cheque que pagó por adelantado...
—¿Qué mierda?—exclama Vélez.—¿Cuándo mierda pensaban decirme eso?
—No te enfades.—reclama Erick.—Esto pasó ayer por la tarde cuando no volviste para llevar a Alex a casa, tampoco respondiste mis llamados, ¿cómo demonios esperabas que te lo dijera?—cuestiona lo obvio.
—¿Qué tanto afecta?—pregunta de repente.
—No mucho.
—¿Qué tanto, Erick?—repite. Erick vuelve a mirarlo con fijeza, llena sus pulmones de aire antes de dejarlo salir de nueva cuenta y niega lentamente.
—Es un treinta por ciento del ingreso de este año, este comercial en serio era importante...—susurra.—se habían pagado varios millones por él...
—¡Mierda!
—Míralo por el lado bueno...—murmura el pelinegro.
—¿Cuál lado bueno, Erick?—pregunta.—¿Cuál se supone que es el lado bueno de que hayamos perdido un contrato millonario?—Christopher alza una de sus cejas. Erick niega.
—No lo sé.—acepta.—Pero debe haber un lado bueno, en todo hay una parte buena, no todo siempre es negro...
—No comiences con con la mierda psicológica.—demanda.
—Hagamos algo—propone—tú te quedas aquí, tomas aire, te relajas y piensas en cosas gratas. Yo iré allá, hablaré con él y le diré que en este momento no puedes atenderlo, ¿de acuerdo?
—No.
—¡Christopher!—reclama.
—¡No!—bufa.—Yo lo recibiré.
—No hagas una locura...—pide el ojiverde.—eso es todo lo que te pido.
—No voy a hacer nada loco.—responde.—Y no te preocupes, llamaré al novecientos once en caso de emergencia.