La emperatriz plateada y la villana abandonada. Parte 01.

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¿Qué pasaría sí?...

La emperatriz plateada y la villana abandonada.

Parte 1. El caso de la villana abandonada.

Tic-tac. Aristia miró sus manos, identificando las marcas de callos, característica de los caballeros. Con suavidad, tocó su mejilla, su rostro, su piel. Ella, sumergida en su propio mundo, ignoró al hombre que entró en la habitación, mirándole con dulzura, símbolo de su amor por ella.

-Aristia- llamó Ruvelis, dulcemente.

La voz llena de sentimientos de Ruvelis, confundió a Aristia. Ella miró en dirección, encontrando a un apuesto joven mirándole con ojos cristalinos a punto de derramar lágrimas. Ruvelis se acercó a ella y le tomó por ambas manos, acercándolas a él y besando suavemente los nudillos de la chica. Aristia observó en silencio al emperador, controlando el claro desagrado por tal acción hacia ella.

-Pensé que nunca te volvería a ver, Aristia- Ruvelis expresó, con las manos de la adolescente cerca de su rostro.

Ruvelis observó a Aristia. Ella identificó el sentimiento de amor puro en su mirada, lo cual la incómodo. ¿Cómo puede corresponder sus sentimientos si "Aristia" no está entre ellos? Ella no es la mujer que él ama, a pesar de su apariencia idéntica, salvo el color de cabello. Tan pronto como ella tomó posesión del cuerpo de Aristia, su cabello se tornó rojo, como una señal de que es un alma diferente habitando el cuerpo de Aristia.

-... Suelta mi mano- dijo Aristia, tranquilamente.

Aristia utilizó un tono frío, totalmente diferente a la Aristia que suele tratarlo con amabilidad y respeto. Ruvelis observó a la chica y descubrió claramente rechazo hacia su persona. Él intentó tocar su mejilla, más Aristia tomó fuertemente a Ruvelis por la muñeca, deteniéndolo.

-No me gusta repetir las ordenes. Aléjate de mí- Aristia frunció el ceño, molesta.

- ¿Qué? - Ruvelis parece confundido.

- ¿No me ha escuchado? - arqueó una ceja -a cambio de mantener este cuerpo con vida, dio su palabra como emperador de darle la libertad a Aristia- añadió - ¿o acaso el emperador de Castina no tiene palabra? - escupió, molesta. Si el deseo de ese hombre no se hubiera interpuesto en su camino, ella ahora estaría descansando en los brazos de la muerte por el resto de la eternidad.

-Aristia yo...- murmuró Ruvelis, confundido por el frío actuar de su prometida.

-Basta- lo detuvo, utilizando un tono frío -no soy la mujer que usted ama, majestad- añadió -por lo cual le pido que se retire- explicó -y en menos de una semana firme el documento de anulación de compromiso- mirándolo -no pienso perder mi vida por un hombre ciego que no puede diferenciar la mujer que ama de otra a pesar de lucir idénticas- cruzó los brazos y mantiene una pose altiva.

-Aristia ¿Qué estás...? - Ruvelis murmuró, incapaz de creer que aquella mujer sea su prometida.

-Quiero romper con su majestad- dijo Aristia, molesta -quiero romper los lazos que nos unen a ambos- explicó - ¿Cuántas veces tengo que repetirlo? ¿Acaso debo de estar al borde de la muerte por segunda vez para que usted me dé mi libertad? - expresó, fríamente -largo, no quiero volver a verlo a menos que sea necesario- sentenció, apartando la mirada del hombre y cortando el contacto con él -espero su cooperación, majestad- sentenció Aristia, utilizando un tono frío y calculador.

-Palacio imperial. Días después. Conferencia imperial-

­-... ¿Qué ha dicho, majestad? - preguntó Arkint de Rass, confundido.

¿Qué pasaría si?Where stories live. Discover now