Volátil

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"Ligero como una pluma, pesado como la culpa"

No quería despertar.

Había pasado toda la noche sin poder descansar un solo segundo, pensando en el trágico día que pasé, después de mucho tiempo, las catástrofes aparecían nuevamente, junto al nombre que susurraba mi mente mientras mi corazón aún palpitaba con fuerza.

Por la mañana me arrastré al campus de la universidad, agotada y con mayor pesadez de lo que acostumbraba, lista para seguir con los desastres en las clases de Muncrap, el tipo que intentó humillarme frente a toda la clase y de quien me obligaron aceptar unas disculpas para no llevar más lejos la situación.

Hacemos simples saltos, pero no puedo concentrarme, y cada vez que intento manejar la situación, vuelvo a caer, una y otra vez. Llega un punto en el que toda la clase repara sobre mis caídas y escucho a un par murmullar sin descaro, lo que me hace enfadar y fallar aún más.

Mi cuerpo choca contra el piso nuevamente, suelto el aire retenido en mi pecho, llena de frustración, reprimo una mueca notoria y me dispongo a levantarme del suelo cuando un par de piernas en mallas rosas se posicionan frente a mi vista.

—¿Qué sucede, Vaitiare? —La pregunta me desconcierto, y levanto la vista hasta ver a la morena alta para frente a mí— Llegaste tan bajo, pero ¿sigues cayendo?

Mi ceño se arruga en respuesta, —Disculpa, ¿te conozco?

Me pongo de pie en un solo impulso, confundida por su acercamiento, quedamos a pocos centímetros una de la otra y puedo observarla con mayor atención.

—Claro que lo haces, debes recordarnos de esa competencia, —su voz se vuelve engreída y tengo que bajar ligeramente la mirada para poder ver sus oscuros ojos—, una de las tantas que tus padres compraron para ti.

El comentario me deja sin habla por un segundo, pero intento mantener la calma y evitar un escándalo en la clase.

Al menos, no demasiado escándalo.

—Oh, lo lamento —digo, con falsa sorpresa en la voz—, no suelo recordar el rostro de las personas en el público.

—Eres una zorra.

La frase me causa escalofríos, de tan solo recordar la actitud que sostenía hace unos meses, me enferma y aterra pensar en ello.

—¿Qué es lo que quieres? Porque te aviso que si deseas ser mi admiradora o amiga, esas no son las formas.

Algunas personas cercanas se percatan de la situación y sin disimulo fijan su atención en nosotras, al igual que el tipo que estaba practicando con ella al inicio de la clase, quien se acerca hasta nosotras y rodea sus hombros con un brazo.

—¿Y cuáles sí? —cuestiona con falsedad— Oh, ya lo recordé, tengo que acostarme con tu padre para serlo.

Me enfurezco completamente, y no solo por sus palabras y la vista arrogante que mantiene con el rubio que la respalda, sino también al recordar la situación por un efímero segundo, es como si viese a la mismísima Samantha frente a mis ojos, eso me hace querer estallar en gritos.

Sin embargo, tomo una larga bocanada de aire antes de continuar, no puedo permitir humillarme a mi misma frente a estas personas.

Le dedico una sonrisa después de calmarme y chasqueo la lengua mientras inclino ligeramente la cabeza, —Y también tienes que ser buena bailarina, esfuérzate, tal vez algún día logres algo.

—Jodida perra.

Ladeo la mirada y veo de reojo como Muncrap se acerca a nosotros a pasos lentos, por lo que aprovecho el tiempo que queda antes de que llegue, para acortar la distancia entre ambas. Me posiciono a escasos centímetros de su oído y sin mucho reparo me dispongo a terminar con esta discusión absurda.

Now and then (#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora