Capítulo 2: "Atando cabos"

32 2 0
                                    

Uno no nace odiando, se es aprendido o inculcado,
si se nos enseñase a amar sabríamos que no hay ni buenos ni malos;
que no todo es blanco ni negro, sino que tiene sus matices,
y entre esos colores grises, la vida se va pintando.

Atzin olfatea y busca el rastro de Eleonora, por otro lado, Marcus parece concentrado recitando alguna especie de mantra personal del cual Atzin se ve un poco intrigado, luego le preguntará si puede sobre él. Drásticamente, la atención de Atzin se reincorpora al detectar el aroma de la prófuga.

—¡Marcus, la encontré!

—Bien, ¿listo?

—Si.

—Yo también, solo tengo una última cosa que pedirte Atzin.

—Claro, ¿de qué se trata, Marcus?

—No me mires directamente a los ojos de ahora en adelante, por favor.

Atzin no entiende el porqué de esa petición, pero, algo resignado, se atiene a cumplir con la demanda de Marcus al tiempo que este, por otro lado, no deja de repetir su mantra a la vez que respira profundamente. Ambos se dirigen con la enemiga.

Marcus no se siente precisamente tranquilo, pero no se debe a la batalla que van a librar, sino porque aún está lidiando con el hecho que su compañero sea un nahual. Un frío tormento escala su espalda hasta chocar con su cuello, nublándolo de varios recuerdos que provocan un dolor en su estómago. Los ojos de Atzin, salvo por su color, son la copia exacta de otros nahuales que atormentaron su vida.

Pero al decir copia exacta, no hace referencia a la forma de sus ojos. Para Marcus, todos los nahuales perfilan unos ojos "aberrantes"; una mirada humana pero que enmascara su verdadera naturaleza bestial, hasta que miras el resto de su cara; y que, como toda bestia, no se puede estar totalmente seguro frente a ella, aun estando domesticada. Todo esto sumando a las cosas que su padre le enseñaba, para Marcus, los nahuales no son de confianza... lamentablemente.

En estos instantes, ya están cerca de la amenazadora Nahual, subiendo las escaleras hasta el quinto piso. Entre cautela y prisa, los jóvenes pisan cada escalón con la sensación de que el ataque enemigo puede llegar en cualquier momento, deben ser precavidos en eso, aunque (gracias a los sentidos súper desarrollados de Atzin) pueden estar seguros de que Eleonora aún está lejos. Sin embargo, el nahual Xolo se paraliza de un momento a otro; despertando la inquietud de Marcus y poniéndose en guardia rápidamente.

—¡¿Se está acercando?! —pregunta a Atzin.

—No, en lo absoluto... —responde con un gesto de confusión—. Ella se desconvirtió... y ahora está sangrando.

—¿Cómo? ¿A qué te refieres, Atzin?

—No lo sé, solo puedo oler eso, ¿tal vez está herida?

—En ese caso démonos más prisa y capturémosla.

—Claro.

Pasan a escalar de forma acrobática y veloz saltando entre las escaleras, alcanzando en poco tiempo la puerta al piso 5 y sin vacilar, la pasan con apuro. Mientras más se acercan a Eleonora más intenso es el olor a sangre según Atzin; Marcus está totalmente concentrado que no se ve afectado por la presencia de su compañero. Están preparados para el ataque y dentro de pocos pasillos se toparán frente a frente con Eleonora, llegando justo... a un baño.

—Está aquí —remarca Atzin.

—¿Aquí dónde? —interroga confundido Marcus.

—Aquí dentro del baño.

IPCENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora