Capítulo 15: "Vamos a Entrenar"

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Hay un rio, mas, ninguna forma de pasarlo;

hay un rio y dentro suyo un cuerpo flotando...Hay un rio, y en mí,un inexplicable deseo de cruzarlo.

Los párpados de un chico problemático abren al son que los colores de la mañana inundan su habitación, entrando por su ventana. "¿Dónde?" se cuestiona Marcus tratando de sentarse sobre su propia cama, tambaleándose al intentar apoyarse sobre sus dos brazos, dándose cuenta de la realidad de que se ha quedado sin uno.

"Demonios", dice el castaño como acto reflejo mientras cae nuevamente en su lecho, pero con solo esa palabra pronunciada de su boca y el acolchonado rechinar del colchón, su padre que yacía dormido en su asiento a un lado, se despierta con gran rapidez, sorprendiéndose inmediatamente de ver a su hijo consiente nuevamente.

—¡Marcus! —los ojos del mayor brillan con ligera humedad; con sumo cuidado, Valentino retoma a su hijo de los hombros y le ayuda a acomodarse en la cama de forma adecuada.

Marcus se queda en total silencio y una tierna expresión se imprime en su rostro, como un niño ensimismado mirando al vacío, no renegando de la ayuda que se le ofrece. No se había dado cuenta al despertar que su padre lo estaba esperando, suscitándole varias incógnitas que no tarda en expresar con unas mejillas ruborizadas.

—¿Cuánto llevas aquí?

—Desde que te traje unas horas después de tu misión.

—¿Y hace cuanto fue eso?

—Una semana entera y tres días, estaba muy preocupado... —Valentino suelta a su hijo suavemente, retrayendo sus manos con sutileza y rapidez, como si no quisiera perturbar la pureza de Marcus. Sonríe, aunque con un ceño de preocupación

—¿Y las chicas que rescatamos?

—Están bien. Pero tú, ¿Cómo te sientes?

El castaño, sin tanto interés, observa su cuerpo alzando sus labios con intriga, respirando profundamente y temblando un poco; se da cuenta de que la visión de su ojo izquierdo se ha tornado borrosa. No siente nada mal, pero es el recuerdo de cómo se sentía antes de quedarse inconsciente el que le revuelve una aflicción de impotencia, nostalgia y fastidio, desembocándose al notar que no tiene más su brazo izquierdo.

—Pensé... pensé que iba a morir —expresa con decepción, mientras evita la mirada de su padre, humillado de sí mismo por no haber sido rival para Armando.

Marcus trata de reincorporarse, disculpándose con Valentino, insultándose y aquejándose, lanzándose comentarios hirientes sobre sus deficiencias. El mayor quiere ayudarlo, tratando de establecer contacto, mas, no sabiendo muy bien cómo, titubea. Al final, no hace más que reconfortar a su primogénito revolviéndole su cabello mientras pide perdón por no haberle advertido de sus previos rivales, perdón por no estar ahí para ayudarle, "perdón, perdón, perdón".

Nuevamente, una vergüenza fraternal envuelve al joven, ya que su padre no suele pedir disculpas ni dar muestras de cariño fuera de las palabras o regalos.

"Ahora que lo recuerdo; ha sido así desde el incidente... ¿Debería ponerme en peligro mortal más seguido?" maquina el castaño cual infante en búsqueda de la atención de su progenitor, dándose cuenta de lo absurdo que suena tan solo segundos después. Ante todas las disculpas que clama Valentino, Marcus finalmente contesta:

—Ay, por favor. Ya entendí; no seré más duro conmigo mismo, pero tú tampoco lo seas contigo ¿sí?

—Bien...

En la escena irrumpe Don Emilio que trae el almuerzo para su jefe, asombrándose espontáneamente al ver que el chico ha retornado de su letargo.

—¡Joven Marcus! —reacciona el anciano casi tirando la comida al tratar de correr y apapachar al muchacho.

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