Capítulo 13: "Secuelas"

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Que caprichoso es el destino,
hace de victimario y también de testigo
ante las diversas tragedias
que nosotros sufrimos.

Tras soltar aquella frase, Marcus emprende una carrera contra el enemigo, cortando por levedad la oreja de Armando que lo esquiva eficazmente, aunque no dejando de estar impactado de que el castaño siga vivo. Atzin vuelve a arremeter con potencia al cazador anonadado y logra empujarlo a una considerable distancia.

Atzin se reúne con su compañero sonriendo, pero su satisfacción se ve abrumada por la desahuciada imagen de Marcus. El cuerpo del humano está cubierto por protuberancias y magulladuras enrojecidas; con cortes que desbordan el tan valioso líquido carmesí. El novato es el primero en dirigir las palabras al nahual que se congeló al ver su horrible condición.

—Atzin, seré conciso, estoy en mi límite, así que no vuelvas a caer en sus jodidas trampas y acabémoslo.

—No-no lo haré... ¿Estas bie-?

—¡Cuidado! —proclama Marcus empujando al nahual despistado.

Armando pasa a una impresionante velocidad tratando de golpear al Xolo, parece que aún sigue con su plan de no asesinarlo, sino solo de mantenerlo inconsciente; pero Marcus se interpone sabiendo que, si vuelve a perder a Atzin, morirán inevitablemente.

Marcus se posiciona atrás de Atzin y el Xolo comprende que volverán a aplicar la estrategia anterior, aquella donde el nahual es el escudo; así, sin mediar palabra, vuelven a la contienda. Por su lado, Armando no puede zafarse del báculo mágico del agente, la forma que adquirió aprisionó perfectamente su mano con tal de no poder librarla a menos que use energía; pero gastar energía en estos instantes sería un error, no puede arriesgarse a agotar sus reservas ante los ataques del hacha que le robó Marcus.

Así el combate inicia nuevamente; feroz y rápido, sin ceder margen al error por ninguna de las partes. Armando se nota frustrado ante la resistencia y poder de Atzin, aunque más importante, el terror se plasma en su mirada cada que Marcus aprovecha las aperturas para atacarlo, lanzando el hacha que le pertenecía antes y que ahora le responde al castaño.

"Lo veo", piensa el cazador retrocediendo, "Veo en sus ojos el deseo de matarme. El perro no me mataría, aunque pudiera; pero este maldito hijo de Valentino... ¡Sabe que puede matarme y lo hará si se lo permito!".

Como Armando dejó de usar su Aleación, es más susceptible a sufrir los cortes de las técnicas que lanza Atzin, pero es un precio justo que pagar para evitar que Marcus se lance a él con el hacha. El intercambio de golpes favorece al nahual, y aunque el cazador cuenta con una resistencia inimaginable, cada que esquiva a Marcus se abre una brecha donde el Xolo puede contratacar estrepitosamente; permitiendo que el castaño vuelva a posicionarse tras él y repetir la táctica una y otra vez.

—Atzin... —susurra el castaño—. ¿Puedes hacer el encantamiento de Water Jail?

—Sí —responde el nahual de igual forma—, pero sí lo uso en Armando, solo podré mantenerlo 5 segundos.

—Eso es suficiente, diré "lluvia" como palabra clave, más te vale no fallar. El efecto del arma de Armando no durará mucho en mi cuerpo.

La paciencia del criminal se está colmando y comienza a cuestionarse: "¿Realmente quiero al perro? ¿Qué importa si lo mato? Aun tendré a la gata"; Marcus solo alcanza a cortarlo ligeramente pues Armando está siendo extremadamente cuidadoso, pero ¿qué tal si mejor se desata y trata de acabarlos de una vez? El cazador está seguro de que los podrá asesinar, aunque resulte herido, pero un nahual especial como Atzin no se ve todos los días.

De repente, Armando percibe nuevamente un fuerte contrincante, a una gran distancia; lo abruma tanto esa presencia que se queda quieto y pregunta, furioso:

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