Las consecuencias del cañon

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Ryu Romero.

Cuando sale del aula se siente raro, la verdad no quería colaborar con los chicos pero ver la espontaneidad de Fabiola le había fascinado, la chica se le hacía linda en cierta medida y al momento de ver sus movimientos en la pelea de piratas lo hicieron sonrrojar. Quería preguntarle donde tomaba sus clases de ballet, tal vez se animará a tomarlas, era la primera chica que veía tener esa cadencia en los pies con tanta naturalidad y su cuerpo se movía con un soltura envidiable, no había nada rígido en ella, parecía una hoja cayendo al viento un día de otoño.  Se despeja totalmente de esos pensamientos, pues sigue decidido en hacer su artimaña una vez terminará la clase.

Va directo al auditorio, allí están las chicas practicando sus primeros pasos de folclórico, aún no hay grandes faldas ni maquillaje en sus rostros, solo chicas aprendiendo a mover sus dos pies izquierdos. Hay cierto encanto que le provoca el baile al chico, el hecho de hacer de su cuerpo movimientos tan gráciles provoca que en su estómago se muevan mariposas, que broten ganas moverse por instinto aunque no siga un metrónomo y no distinga un metatarso de un talón.  

Ryu pide permiso para entrar a la clase, la maestra Adilia lo acepta, pero a cambio debe mostrar su compromiso, aunque no sea el taller que eligió, el chico acepta, desde un lugar aparte, a espaldas de las chicas, comienza con los primeros pasos que le explican, conocidos como calabaceo. Le dieron dos ejemplos rápidos de los pasos a los cuales piensa replicar lo mejor que pueda. Nervioso mueve sus pies, se traba, se equivoca, no obstante, se siente feliz de hacerlo. Demostrará su compromiso aprendiendo este paso lo mejor que pueda.

Es un capitán de barco después de todo y no quiere decepcionar a su nueva tripulación. Los sentimientos lo llenan de duda, hasta ese momento no le importaba su soledad, pero ahora tiene compañeros de armas. 

Tal vez al final del semestre pueda volver a cruzar las espadas con Coneja, seguirle ese virtuoso ritmo que posee y bailen juntos en un duelo.

Alicia González.

-¿Entonces se pusieron a jugar con sus espadas? -Su padre.

-Sí, se los sugirió Fabiola, fue algo casi de la nada, pero al final fue divertido.

-¿No es una especie de doble sentido y los chicos hicieron algo indebido?

-No padre, en realidad jugaron con espadas, bueno más bien unos palos de escobas.

-Entonces, si ese es el caso... Lo mejor es que aprendas a usar armas, creo que tengo unas por aquí- El padre va a buscar cosas en su habitación.

Mientras lo hace Alicia piensa en el día, cuando terminó teatro se fueron a su casa ella y Coneja donde se quedaron a platicar. La mayoría de la plática fue sobre las materias y la reacción de la maestra al irse enojada tras la terquedad de Abraham, les resultó por demás chistoso. Poco después de terminar el recuerdo su padre gritó desde la habitación: -Entonces ¿cuándo estará la obra de piratas? -mientras lo decía se escuchaba el ruido de varios artículos cayendo. 

-Trabajaré en ello, solo necesito pensarlo bien antes de comenzar con el texto.

No quería que esa promesa estuviera vacía, de verdad quería intentar escribir algo tras el ejercicio, solo que se sentía aún algo abrumada. Su padre comenzaba a tardar por lo que comenzó a recoger la mesa y lavar los trastes, habían comido pasta a lo que quería limpiarlo pronto para que la misma no se quedará seca en los platos. Terminando de limpiar, pensaba por donde comenzar la historia, quizá con el argumento que dieron con el inicio de un motín o que esté fuera el clímax por el impacto del enfrentamiento, buscaba una libreta para anotar ideas sueltas, mientras estaba ocupada en ello su padre llegó con dos espadas de utilería, le lanzó una a su hija avisándole previamente de que lo haría. La chica apenas puede sostenerla sin que se le caiga, es de metal, pesada y sin filo: -En guardia -Dice él y tras ello asume una postura.

Nuestro Dramático tallerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora