Formación de los unipersonales.

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Elías, Alicia, Max y Fabiola.

De camino a sus casas Elías fue el invitado de los chicos del grupo A, mientras iban a la parada del camión se dio el momento de conocerlos: - ¿Dicen ustedes que están juntos desde el kinder?

-Solo Coneja y yo. -Alicia

-¿Y Zorrito de dónde los conoce?

-Entré con ellos apenas en la prepa. -Zorrito.

-Ya veo... Entonces se metieron los tres al taller.

-Podría decirse. -Fabiola.

-Yo quería escribir textos aquí- Alicia.

-A donde vayan ellas será divertido, además aquí parece un verdadero reto. -Zorrito.

-¿Reto?

-La mayoría pensó que esto marcaría su vida, así que suelen elegir el taller que sea más simple para ellos, yo elegí el más difícil y con esta situación que vivimos siento que no me equivoque.

-Tampoco creo que sea para tanto, a veces exageramos mucho con lo de la maestra.

-En parte es ello, pero hay algo más, ¿no lo has notado?

-¿Notar qué?

-Cada uno en el taller tiene algo que contar, un monólogo no escrito que al parecer han tenido miedo que sea puesto a la luz, incluso tú.

-¿Eso no te involucra también, Zorrito? -Fabiola.

-Sí, pero supongo que hay otras notas más interesantes que ser detalladas. ¿No es cierto Alicia?

-¿Qué insinúas?

-Nada, esperen, pidan la parada del camión.

Cuando subieron los de tres del grupo A al camión, Elías se despidió de ellos, al salir más temprano se dio el lujo de caminar al trabajo.

Ryu Romero.

Mientras esperaba las clases de danza folclórica se quedó encerrado en su salón habitual entre semana, el mismo estaba vacío por la participación de los chicos en las TAE. Sentado en la parte delantera escuchaba boleros de los Dandys mientras iba dormitando poco a poco, acostado en la fina capa de polvo del lugar, su cabeza daba vueltas, buscando la paz en esos torrentes intentaba nadar para llegar a un punto fijo donde comenzaba a delimitar sus ideas entre tanto caos. No podía, volvía a la parte de los rápidos, el agua neuronal lo impacta con fuerzas.

En la mañana, hablando con su padre tuvo otra de esas conversaciones, un intento de conexión que nunca llegaba a nada. Se desesperaba al escucharlo y mientras más seguía la plática más ganas le daba de gritarle: -Déjame.

No entendía porque él cada que les quedaba algo de tiempo, antes de irse cada uno a sus obligaciones debían tener esta conversación: -Tu madre siempre te quiso y aunque ella no esté te sigue queriendo.

Si tanto los quisiera no se hubiera ido cuando él era muy chico. Había una figura femenina que no conocía, que de verdad se sentía culpable de su ausencia, si ella en realidad lo quisiera habría ido alguna vez a conocerlo.

Su padre quería darle una imagen totalmente distinta a lo que era ella, si se supone que era tan bondadosa y grácil, porque los dejó tan abruptamente. Ni una carta, ni un último adiós, ¿sería verdad que también su voz era hermosa?, o tan solo era otra exageración de él.

Aunque estuviera ausente la tenía en cada momento, ello le molestaba más aún, tenía sus rasgos, sus ojos rasgados, su mirada perdida, su gesto agresivo, su indiferencia. Era ella en todo momento y tuvo que acostumbrarse a ello lo quisiera o no, las burlas de sus compañeros, las concepciones en las que lo encasillaron, las veces en que ellos exageraron un acento e inventaron palabras para hacerle resaltar sus rasgos asiáticos. Ryu, no solo era un nombre, era su carga, su forma de decir: "no soy de aquí, pero tampoco soy de mi madre, mucho menos de mi padre, no soy de ninguna parte, soy yo, pero no sé quién soy."

Nuestro Dramático tallerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora