Un baile antes de despedirse

4 0 1
                                    

Lucía y Alejandro


Dado que la semana pasada tuvieron una sesión bastante tensa, hoy pensaron los maestros que debían suavizar las cosas antes de narrar las vivencias de sus unipersonales. Por ello los ejercicios estuvieron basados en la acción corporal, hubo momentos donde relajaron el cuerpo por partes, después sin previo aviso, lo tensaron; otro donde cantaron su canción favorita y ahora con palos tenían que armar una coreografía con la ayuda de un compañero.

Para ese entonces Lucía y Alejandro poseían ya una buena química de trabajo, pues se encargaban con autorización de los maestros a diseñar las dinámicas de calentamiento para los chicos. Comenzando con un entrenamiento corporal básico y un entrenamiento tanto de respiración diafragmática como el entonar y vocalizar para potenciar la voz. También, cuando ambos iban a sus clases normales en la tarde se fueron conociendo poco a poco en el escondite de la chica, conversando y conociendo de su vida más allá del estereotipo que pensaron un momento eran. Alejandro, más allá del fútbol mantenía otras aficiones, resulta que, en las mañanas, tres veces por semana entrenaba, pero los otros dos se la pasaba trotando por las calles, lo definía como sus momentos de exploración, le gustaba mucho ubicarse y saber dónde encontrar cada cosa en su lugar, haciendo un croquis a mano de los lugares de interés. En cambio, Lucía le platicaba de cómo consiguió tan buena voz, pues desde pequeña hasta hace algunos meses ella iba al coro de su iglesia, decidió abandonarlo porque nunca le daban la voz principal y sentía que un lugar así solo se estancaba.

Mientras hacían su rutina notaban los demás una descompensación pues, la chica se cansaba rápido con la coreografía, mientras el chico pedía más intensidad, hubo un momento donde Lucía simplemente se mareó y pararon el ejercicio. La recostaron en el suelo, y solo se le veía perdida mirando hacia arriba.

Los maestros preocupados actuaron rápido, uno a cuidarla y otro directo a llamar a los de la enfermería, había bastante miedo por lo que pasó, la chica insistía que estaba bien y que se podía levantar, estaba terca en hacerlo, pero al final cedió ante lo que dictaba su organismo. Cuando llegó la encargada de la enfermería checaron sus signos vitales y tras ello la llevaron entre los tres adultos para estarla cuidando allá, dejando la habitación solo con los chicos. El futbolista quería acompañarla más se lo negaron, les dijeron que no era nada grave y que tenían que hablar entre ellos de sus vivencias que les marcaron la vida.

Cuando los maestros se fueron, los chicos querían acompañarlos, pero les volvían a insistir con que se quedaran en el aula para evitar llamar la atención de los demás salones, al final, no pudieron hacer más que dejar que los acompañará Alejandro ya que seguía terco.

Ya en la enfermería la encargada los calmó, diciéndoles que solo debió ser por el desgaste físico, teniendo tantas actividades el día de hoy, la chica tarde o temprano iba a marearse, pero con descansar y tomar un suero se le podría pasar.

Paty se quedaba con la chica y le decía al maestro que debía volver con los chicos para seguir con la actividad y calmarlos.

Mientras el maestro volvía, Alejandro estaba bastante pálido de ver a su amiga así, tragaba saliva antes de sincerarse con la maestra: — Ella me odiará si está escuchando esto, pero... no ha estado bien, ha venido varios días a la escuela comiendo lo mínimo, me esfuerzo dándole algo de mi almuerzo, pero sospecho que es lo único que come en el día.

— ¿Por qué no nos contaste antes de iniciar la rutina?

— Tuve que sacarle la información del porque no lo hacía, casi suplicándole.

— Esperemos está bien, si sabes que ha estado pasando con ella debes contárnoslo.

— Su padre... falleció hace poco, su madre está en cólera y parece, ella tampoco lo está tomando bien. Nos comenzamos a juntar hace unas semanas. Creo que es todo lo que les debo contar.

Nuestro Dramático tallerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora