> Fuimos hasta su cuarto, apenas entramos me saqué toda la ropa, ella se abalanzó sobre mí y comenzó a chuparme las tetas, dando leves mordiscos a mis pezones, mientras tanto yo jugaba con su pene. Luego me puse en cuatro en el borde de la cama.
> —Aqui me tienes, Mina, a ver qué puedes hacer... metémela toda —se acercó a mí por detrás, esta vez me penetró con mayor fuerza.
> —Ya vas a ver, Jennie, vas a gritar de placer.
> —Eso quiero verlo —dije apretando los dientes, al clavarse la verga tan rápido me había producido una repentina oleada de placer.
> Sus movimientos no se parecían en nada a los que había hecho en la cocina, esta vez me tomaba firmemente por la cintura y se bamboleaba con destreza, podía escuchar el golpeteo rítmico de su pelvis chocando contra mis glúteos, la verga entraba y salía con facilidad, como si mi concha no opusiera resistencia alguna.
> —¿Te gusta, Jennie?
> —De momento vas bien, pero todavía no estoy impresionada.
> Aún podía controlarme, era capaz de recibir sus duras embestidas sin gemir, tan sólo tenía la respiración agitada; pero debía admitir que cada vez me gustaba más lo que Mina me hacía y sabía que esto me dificultaría mucho las cosas. Para empeorar todo aún más, a ella se le ocurrió seguir diciéndome cosas al oído, sin dejar de metérmela.
> —Vas a ser mía, putita... vas a venir a rogarme que te coja.
> —Claro que sí, Mina... —le dije en tono despectivo, pero ya no confiaba en mis propias palabras.
> —Estás muerta por mí, lo puedo ver en tu carita.
> —Tienes mucha imaginación —no paraba... no me daba respiro, seguía taladrándome la vagina y ésta ya comenzaba a sentirlo de otra manera.
> —Te tengo justo donde te quería.
> —Lo que tu querías era... ¡Ah, ah! —comencé a gemir, me estaba llevando a un nivel de excitación que no podía controlar—. Tu querías... ¡Ahh, ahhh!
> —¿Qué pasa putita, no puedes hablar?
> —¡Ah... ahh! ¡Callate! —me resultaba imposible parar de gemir, ella aceleró el ritmo.
> —¿Yo quería qué?
> —Callate... ¡Ah, ah, ah! Callate y cogeme fuerte...
> Mina hizo lo que yo le pedía, empezó a darme con todas sus fuerzas, mis gemidos se hicieron cada vez más agudos e incontrolables. Me agarró con fuerza del pelo y tiró mi cabeza hacia atrás, puso su boca junto a mi oreja, sin dejar de cogerme.
> —Escucha atentamente, Jennie. Vas a ser mía, eso es una promesa... y cuando te rompa el culo, te va a gustar —estaba demasiado excitada como para responderle, no hice más que escuchar y gozar de todas sus penetraciones—. Admite que estás muerta por mí, te calienta mucho que yo te coja —solté unos gemidos más profundos, una inmensa ola de placer me cruzaba todo el cuerpo— ¿Qué pasa, Jennie? —Preguntó dándome con fuerza— ¿Estás por acabar?
> No tuve que responder, mi cuerpo habló por sí mismo, tuve un rico orgasmo; pero ella no me soltó ni dejó de metérmela hasta que el clímax finalizó. Luego caí de cara en la cama, intentando recuperar el aliento.
> —¿Ya está Jennie, eso es todo lo que aguantás?
> —No —le dije jadeando—, no es todo.
> —tu ya acabaste... y yo todavía la tengo dura.
> —Puedo tener muchos orgasmos —me reincorporé.