Jeong me miró boquiabierta. Todo su juego de “mujer dominante” se había desmoronado en un segundo. Al verla allí, estática frente a mí, me di cuenta de que no era más que una muchacha asustada, como un pequeño cachorro abandonado en una noche lluviosa. Me debatí entre si debía dejarla sufrir un poco más o ser piadosa con ella. Como ya había tenido sexo con ella me di cuenta de que mi cuota especial de mimos ya había sido entregada, podía dejarla sufrir un poco.
No me moví ni dije una sola palabra durante algunos tensos segundos; la historia que me había contado Nayeon me volvía a la mente y me dejaba cierta amargura. Jeong tenía suerte de que ella no la hubiera asesinado. Nayeon había hecho su mayor esfuerzo por suavizar lo ocurrido, al menos esa fue la impresión que me dio, pero estaba segura de que había obrado de esa forma porque estaba hablando de su novia y madre de su futuro hijo o hija, si otra persona se hubiera tomado semejante atrevimiento con ella, hubiera sido cruel y despiadada. A mí me costaba ser cruel, por lo que finalmente tuve que hablar con Jeong, ya que estaba con la mirada perdida en algún punto aleatorio y su mandíbula parecía estar a punto de desencajarse.
—Va a ser mejor que hablemos con Nayeon —le dije dándole un par de palmaditas en su mano.
—No quiero hablar con ella —me contestó después de un par de segundos de silencio.
—Vas a tener que hacerlo, Jeong. Hablé con Nayeon y después vine a verte con la promesa de que las ayudaría a resolver el problema.
—¿Por qué? Tu no tienes nada que ver con todo esto —noté que fruncía su ceño.
—Ustedes son parte de mis amigas y lo que yo busco es una amistad unida. No me gustan estas peleas que tienden a separar y a arruinar todo.
—¿Me estás diciendo que yo arruiné todo?
—Te estoy diciendo que vayamos a hablar con Nayeon —le devolví una mirada fría—. No me hagas enojar, Jeong. Creo que ya dejé muy en claro que no estoy en tu contra, no me trates como si tuvieras que defenderte de mí —esta vez se quedó muda mirándome una vez más con sus ojos de cachorro mojado—. Vamos, Nayeon nos está esperando y debe estar preguntándose...
—¿Por qué tardaron tanto? —preguntó Nayeon en cuanto nos vio entrar, totalmente desnudas, a la habitación.
—Estaba poniendo a Jeong al tanto de la situación.
Nayeon se mordió los labios, nerviosa. Escudriño con su mirada a Jeong y, si vio lo mismo que yo veía, habrá notado la fragilidad y el espanto que se habían apoderado de Jeong. Su miembro viril, que minutos antes se había mostrado rígido e imponente, ahora se balanceaba como un gusano malherido y agonizante. Por mi parte, y agradecí que Nayeon no pudiera percatarse de eso, tenía un poco de dolor en el culo, Jeong había sido muy dura conmigo y, si bien me encantó lo que hizo, ya estaba sufriendo las consecuencias.
Me senté en la cama de mis compañeras, procurando apoyarme sobre una de mis nalgas. ¡Dios, qué puta me sentía! Sabía que debía hablar de un tema serio con mi amiga y si novia, pero al mismo tiempo podía sentir mi conchita empapada, por el mero recuerdo de la increíble noche de sexo que estaba teniendo. Había algo malo en mí, eso era evidente, pero estaba aprendiendo a convivir con ello y ya no me pesaba tanto, simplemente lo dejaba ser.
Volví a serenarme e intenté tomar una actitud seria ante los acontecimientos. Jeong se sentó del otro lado de la cama, frente a mí. Nayeon quedó acostada en el medio, se había cubierto, de la cintura para abajo, con la sábana; sólo podíamos ver sus tetas.
Nos rodeó un incómodo silencio, era como si las palabras se hubieran perdido para siempre. Ninguna era capaz de mantener contacto visual con el otro. Me di cuenta de que no era lo mismo ofrecerme para ayudar, que hacerlo realmente. Vi que Nayeon se mordía el labio inferior y se miraba las manos, las cuales mantenía juntas, con los dedos entrelazados, casi como si quisiera formar un escudo protector con ellas. Por su parte, Jeong, tenía la cabeza ladeada hacia atrás, como si estuviera observando a una persona imaginaria sentada a los pies de la cama.