Capítulo 8

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Ren

Estamos los tres solos en medio del salón-cocina de la cabaña, mirando a la nada y con un mismo pensamiento.

"¿Qué hemos hecho?"

-Ya no hay vuelta atrás...- Susurra Lale.

-De todos modos, al saltarnos el entrenamiento e ir al bosque ya nos estábamos jugando bastante. -Se encoje de hombros León, soltando un hecho.

Sigo en silencio. Porqué, ¿qué les voy a decir? Soy uno más, como ellos, brujos no mágicos, no bendecidos con el don de la màgia, por lo cual estamos destinados a ser guerreros. Cómo único objetivo: acabar con los Ninfa. Y sinceramente, prefiero que me maten a tener que formar parte de esta masacre grupal que están llevando a cabo.

Llevan años así, no se cansan. Porque su objetivo es acabar con ellos, no de manera física, sino mental. Que no les quede nada. Nuestra especie está podrida.

-Pues prefiero ser un hombre muerto mientras ayudo a una buena causa, que mientras soy entrenado por esos locos del Castillo. -Les digo, decidido.

Lale me mira serio, para decir:

-Me gusta esta chica, ha sido más amable con nosotros que cualquier brujo o bruja del Castillo, por no hablar de los del pueblo. - Y sigue -Quien sabe, quizá con ella conseguimos algún cambio. Estaba en el bosque, dónde por lo visto, los nuestros patrullan así que es imposible que no la hayan visto. Y aún así ahí seguía, ha estado 60 años en ese árbol. Chicos, hay algo raro. Algo que ellos no han podido hacer y nosotros sí.

Aunque suene todo bastante loco, Lale tiene razón. Sabían que estaba ahí, ¿Por eso prohibían que entraramos al bosque?

-Tienes razón, Lale. -Sonrio un poco- A mi también me gusta.

-Ya, sino le quitas ojo de encima - Comenta León mientras se tumba en el viejo sofá y se levanta una nube de polvo. Tose.

-Si, Ren, ¿Te molan pelirrojas? - Me da en el costado con su codo Lale mientras se ríe.

-Reiros lo que queráis, pero también es la primera chica que se os acerca y no sabías ni como mirarla.

Después de unas pocas bromas, que necesitabamos para apaciguar la situación, Lale y yo vamos a la segunda habitación que contiende dos camas, León duerme placidamente en el sofá.
Cierro los ojos y lo primero que aparece en mi cabeza son unos ojos negros y pecas, muchas pecas.

Me despierto unas pocas horas después, por lo que es medio día. León no está en la cama, salgo de la habitación y no hay nadie en el comedor-cocina, pero les escucho hablar fuera.

Salgo al porche y me recibe el fresco interior de la cueva. Y ahí están Lale y León con su entrenamiento matutino.
Voy a unirme cuando una voz me sobresalta:

-Hola, brujo

Me giro inmediatamente y la veo sentada en el alféizar exterior de la ventana que da al porche. Con las piernas cruzadas y su cara de poker.

-No te había notado... -Es buena, mucho de hecho. - ¿Qué haremos hoy?

Ella suspira y se baja, se pone a mi lado mirando hacía los chicos, su cabeza me llega al hombro. Se me pone la piel de gallina.

-Pues trazar el primer paso de nuestro plan.

-¿Ya somos un equipo entonces?

-Desde que me desperté y os dejé vivos, lo somos. Os huelo. Noto cómo sois, confiables.

-¿Confías en nosotros? -Levanto una ceja inquisitiva e ignoro el hecho de que ha insinuado que puede matarnos a los tres.

-Nop. Pero sois confiables. Quién sabe.

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