Capítulo 11

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Aylin

Mis piernas responden por mí y me adentran a la casa.

Cierran la puerta.

Unas cuantas lámparas en las paredes, de gas, iluminan la estancia con luz amarillenta. Hay una chica, con una niña en el regazo, el chico que parece Elías y bueno, Elías.

Se me acerca, estamos a la misma altura, con la edad se ha encogido, tiene la espalda encorvada y los ojos cansados.

Sin decir nada, le abrazo, le abrazo lo más fuerte que puedo.

Creo que estoy temblando o igual es él. O los dos. No lo sé. Tampoco sé de quien son las lágrimas, si mias o suyas.

Me separa con cuidado y me coge la cara con suavidad.

-Aylin...- Susurra -¿Cómo es posible? ¿Que haces aquí?

-Bueno, alguien me tuvo 60 años en coma, así que he venido a buscarlo.

-Papá, ¿es ella? -Exclama la chica con la nena en brazos. -¿Es la Ninfa inmortal?

¿Qué?

-Sí -Le responde Elías.

Espera, ¿los dos le han llamado 'Papá'?
Y le miro. Tenía 25 años la última vez que hable con él, así que ahora tendrá unos 85 años.

Mi Elías. El chico que me tenía locamente enamorada, con el que crecí y aprendí. Siempre pensé que acabaría envejeciendo con él, formando una familia.
Le amaba.

Pero él ha avanzado, tiene su familia y han sufrido la guerra, una guerra que él me impidió vivir.
Y empiezo a calentarme. A enfadarme.

-¿Por qué coño lo hiciste, Elías? -Le digo alzando la voz, poniendo mis manos en su pecho para empujarle - ¿Por qué coño lo hiciste, joder? Eramos amigos, joder, sabes que estaba enamorada de tí, lo hubiera dado todo por tí, Elías. Y me lanzaste ese hechizo de dormir qué, ¿dormir eternamente? ¿Ese era tu plan? Explícamelo porque no lo entiendo. -He ido aflojando la voz por miedo de ser escuchados fuera.

Además, los tres brujitos están esperando donde el agujero en el muro, no quiero que tenga que venir alarmados.

Elías se sienta, sus dos hijos están de pie, detrás de él, la nena se agarra a la pierna de la chica, con ojos llorosos.

-Aylin, podíamos haber muerto, estaba desesperado por salvarte...

Me siento a su lado, en el viejo sofá
No puedo evitar el movimiento de mi pierna. Arriba, abajo. Así constantemente.

-Y usé uno de los hechizos prohibidos que aprendí del libro del Gran maestro. Y no lo siento, no siento lo que hice, Aylin. - Me mira- Pero sí siento no haber sabido deshacer el hechizo y que volvieras.

¿Cómo?

-Perdimos la guerra, como supongo que ya habrás visto... Pero conseguimos quedarnos en nuestro pueblo, tratados como una mierda, pero peor estar muertos. Y fui cada día a verte, hasta que empezaron a poner vigilancia en las puertas de la ciudad. Aún así, muchos seguiamos escapandonos y ya no era el único que iba a verte.
El árbol milenario donde estabas, floreció contigo ahí y nunca se caían las flores, lloviera o nevera. La gente de la ciudad empezó a verte como una Deidad Ninfa. - Tomó aire- Pero los cabrones de los Brujos te encontraron y cómo no entendían que eras y porque estabas ahí, empezaron a tener miedo y prohibieron la entrada de los suyos al bosque, les daba miedo que te vieran y se rindieran a la especie de Deidad que eras.

Tose brevemente y cómo ve que no voy a hablar, sigue:

-Pero no podían evitar que nosotros siguieramos yendo... Fui a verte siempre que podía. Fui a verte el día de mi boda. El día en que nació mi primera hija. Y luego mi hijo. Fui a verte cuando enviudé. Todos tus cumpleaños.

La NinfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora