CAPÍTULO 8

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Muchos dirán que no hay nada más agradable que despertarse junto a su pareja rodeados de flores, velas, música o algún desayuno especial.
Pues para mí la mañana siguiente no pude despertarme mejor tras una noche tranquila, de dormir 10 horas del tirón y completamente sola en mi habitación.
El aroma de la mezcla de café y chocolate me obligó a levantarme sin dar muchas vueltas previas en la cama.
Bajé las escaleras de dos en dos y me encontré con la sonrisa de mi madre sobre la isla de la cocina.
—Justo iba a despertarte.
—Pues ya no hace falta —dije con una sonrisa —. ¿Qué has hecho de desayuno?
Me asomé tras ella y vi sobre la mesa un gran plato con crêpes, chocolate derretido y frutas, aquello no podía tener mejor pinta.
—Espero que tengas apetito.
—Ahora por supuesto.
Y desayunamos juntas en la encimera de la cocina la cual sólo utilizábamos cuando estaba ella en casa ya que si estaba yo sola prefería comer escuchando al menos algo de la tele, del ordenador o de mi equipo de música.
Hablamos de muchas cosas, salvo que de nuevo se iría que era de lo único que intentábamos no hablar demasiado.
Pero aún más sobre Brad.
Y sobre el tío que tenía que llamar papá.

5:54
—Venga mamá que al final pierdes el tren.
—¿Estarás bien?
—Siempre lo estoy y lo sabes, además con toda la comida que me has dejado preparada creo que puedo sobrevivir más de un mes.
Se rió.
—Te echaré de menos.
—Y yo.
Me abrazó y me dio un beso en la mejilla.
Después empezó a andar no sin mirar un par de veces atrás hasta llegar al control, lo atravesó y tras perderla de vista me giré en dirección al garaje.
No me gustaba alargar las despedidas, era totalmente innecesario y sabía con seguridad que mi madre lo pasaba mucho peor que yo.
Solo serían dos semanas, aunque en ocasiones se podían convertir en un mes, pero ya era bastante capaz de ser autosuficiente.

Llegué al garaje, saqué las llaves del bolsillo de mi chaqueta y las metí en mi Chrysler azul oscuro de los 90' o como era apodado por mi; mi chatarra porque pese a que tampoco tenía tantos años se le caían las piezas, literalmente.
Había quedado con Gaby y tenía que pasarme por su casa antes de ir a la mía, que estaba a 2 minutos en coche, pero las nubes se empezaban a poner oscuras por lo que me apresuré.
Puse uno de los primeros discos que pillé en la guantera, The Verve, y subí el volumen al escuchar la canción Bitter Sweet Symphony, fui todo el camino cantando con el seductor Richard Ashcroft de los 80', aunque he de reconocer que cantar es una de las tantas cosas pendientes que se me habían quedado por hacer.

Cuando llegué a casa de Gaby le mandé un mensaje mientras esperaba en la puerta de su casa, la cual era bastante más grande que la mía y con echarle un simple vistazo al jardín la imagen ya te imponía.
Unos minutos más tardes apareció con su pelo bien colocado y, como siempre, corriendo pues solía llegar tarde a todos lados.
Abrió la puerta del coche y tras sentarse en el asiento copiloto, cerrar la puerta y darme un gran abrazo dijo:
—Lo siento, no quería hacerte esperar hoy también.
—Pero si acabo de llegar - sonreí.
—Ya, bueno, pero te conozco de siempre, señorita que se agobia por llegar tarde a todos sitios.
Reí.
Sin duda entre mis amigos me había ganado esa fama pues prefería estar media hora antes en el sitio que quedásemos que hacer esperar a alguien un solo minuto.
—Exactamente, me agobia llegar yo tarde no que los demás lo hagan.
—Sí, lo que tú digas, ¿dónde vamos?
—Voto por ver una peli en mi casa, cenar y ponernos al día, ¿qué me dices?
—Pues que no sé a que estás esperando, te he echado de menos Alexa.
Sonreí.
Y yo Gaby, y yo.

Entre mis sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora