CAPÍTULO 24

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Durante los dos próximos días todo avanzó como lo había hecho días antes, sí, sin rastro de Scott ni cosas fueras de lo cotidianas.
Gaby intentaba quitarme la comida pero no lo conseguía.
James seguía igual que siempre, Karen seguía igual que siempre y Gaby también.
Todo seguía igual que siempre y yo me sentía extraña, me sentía diferente.
El primer día estuve mirando cada rincón del comedor por si veía a Scott, al igual que en el patio, pero él no estaba. Posiblemente estaría trabajando o entrenando.
No fui a ver a James entrenar, a parte de porque tampoco era una cosa que hiciera siempre porque no era plan de que yo apareciera allí pudiendo dar la sensación de que buscaba a Scott... aunque a lo mejor era así.
Había sido una idiota hablándole mal y aún más diciéndole que se fuese de mi casa. ¿Y si no volvía a aparecer? El hecho de pensar que tenía a Scott al lado mía me erizaba el bello, pero aún más imaginarme no volver a verlo nunca más.
Él parecía ser la única persona que se había dado cuenta hasta el momento de... en fin, ya sabéis, y no creo que sea normal llevar más de dos años rodeada de una oscuridad que intentaba absorverme, pero tampoco que él se diera cuenta ya que no es algo que se pueda saber con facilidad, digo yo.
Tenía que enterarme de más y esto hizo que el primer día me lo pasara machacando mi actitud. Estaba claro que él era así, es decir, un poco bipolar aunque creo que ese adjetivo me definía mejor a mí, pero me refiero al hecho de saber comportarse de dos maneras diferentes y cambiar del polo norte al polo sur en cuestión de segundos.
Pero el segundo día ya comencé a enfadarme un poco (o más bien a molestarme) ¿veis lo que decía de la bipolaridad? Mi manera de comportarme tampoco le había hecho daño al mundo, por lo que yo sabía el sol seguía saliendo cada mañana y la tierra no había parado se girar, tenía que machacarme menos.

18:12
Una tarde con álgebra daba para mucho.
Al menos entretenía.
Las matemáticas no eran mi punto fuerte, pero tampoco mi punto débil.
Lo cierto es que no conocía ningún punto fuerte en mi, nada por lo que destacara. No sabía tocar ningún instrumento y era más bien patosa para todo.
Y, sin embargo, si que tenía puntos débiles, demasiados diría yo, pero se me daba bien esconderlos porque, al fin y al cabo, eran míos.
Una de las canciones de la carpeta de Coldplay se paró momentáneamente al sonar el móvil, alargué el brazo hasta llegar a él.
Suspiré.
Scott.
[Scott: ¿Vienes esta noche a la bolera?]
Inspiré y conté 60 segundos hasta responder.
[Alexa: No.]
[Scott: Yo tampoco.]
Leí el mensaje un par de veces, ¿y por qué me preguntaba entonces? Era absurdo preguntar, era Scott y, a veces, la realidad parecía mantenerse bastante lejana a él.
El móvil volvió a sonar y a interrumpir a Coldplay.
¡Maldita sea no iba a dejar a Paradise terminar de reproducirse!
[Scott: ¿Vienes conmigo a la bolera?]
[Alexa: Estoy estudiando álgebra, además, mis amigos creo que andan por allí.]
[Scott: ¿Y si vamos a otro sitio?]
[Alexa: Ando bastante liada, Scott.]
Dejé el móvil en el otro extremo de la mesa, Scott no me volvió a escribir nada y la canción de Viva la vida empezó a sonar.
Conecté rápidamente el móvil a los altavoces y la música empezó a sonar en toda mi habitación, envolviéndome.
Los vecinos debían de odiarme, pero me daba igual.
Me puse en pié y casi sin quererlo empecé a moverme al ritmo de la música, fundiéndome con cada una de las notas.
"I used to rule the world..."
Escuché una pequeña risa detrás mía y me giré rápidamente.
Scott, como no.
—¡Scott! —grité, mientras casi se me salía el corazón del susto.
El sonrió, estaba apoyado en la ventana igual que siempre, con su barba de tres días, hoyuelos y pelo revuelto.
Llevaba una camiseta de mangas cortas, ¿cómo no podía tener frío?
—Lo siento, estaba mejor mirándote mientras no te dabas cuenta.
Notaba como las mejillas me ardían como nunca, debía de parecer un volcán intentando explotar. Me aplasté el pelo intentando disimular el leve encrespado que tenía, me llegaba por la cintura y eso no ayudaba a su rebeldía.
—Deberías de avisar si vienes, además, te dije que estaba sola en casa, ¿por qué no llamas a la puerta?
—Porque me dijiste que no querías salir, no que no quisieras que viniera, además estaba escuchando la música desde abajo y me pregunté si sabrías bailar, pero vaya, que mi pregunta está más que respondida —dijo mientras se le marcaban profundamente los hoyuelos.
Sacudí la cabeza y avancé ruborizada hasta la ventana para cerrarla.
Miré el par de metros que separaba la pared de la rama del árbol que parecía ser más estable.
—¿En serio eres humano? —musité mirándole.
—A veces también me pregunto eso yo de ti —respondió sin pensar —. Llevas bien álgebra por lo que veo, ¿no?
—Bueno, hago lo que puedo.
—Si quieres te puedo ayudar.
Negué con la cabeza.
—Gracias, pero no hace falta.
—Anda, ¡si acabas de ser amable! —exclamó—. No sabía que podías llegar a serlo.
—Exageras.
Él alzó los brazos.
—Scott, hay cosas que aún necesito saber.
—Yo también necesito saber cosas de ti.
—Sabes a lo que me refiero...
—Ya, es solo que me imaginaba que estarías enfadada conmigo —me miró y al ver que yo no decía nada continuó —, habría sido lo normal después del otro día supongo, primero te enfadas contigo misma y luego conmigo.
Me quedé en silencio, porque tenía razón.
—Tal vez me equivoqué.
—No, no lo haces, pero hay cosas prioritarias.
Asintió.
—Me alegra saber que empiezas a aceptar lo que te digo.

Es un capítulo largo, va unido al 25, ¡gracias!

Entre mis sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora