CAPÍTULO 23

78 13 7
                                    

Cuando llegué a casa cerré la puerta violentamente tras mí y me lancé al sofá.
¿Quién se suponía que era Scott?
¿Cómo sabía lo que yo podía ver?
Siempre tuve cuidado de que nadie me descubriera porque sabía que me podrían llamar de todo por ello, siempre tuve que guardármelo dentro y pasar miedo sola.
Y ahora venía él de la nada y descubría todo.
Lo peor es que me hizo pensar, me dijo que si me creía que era normal la coincidencia de los días de luna roja y sombras y esto me condujo a pensar que ni siquiera era normal lo que me estaba pasando.
Finalmente le hice caso, me di una ducha para intentar relajarme con The Scrit de fondo y la verdad es que algo me relajó.
Cuando volví al cuarto para coger la ropa envuelta por una toalla vi que había algo pegado sobre la ventana.
La abrí y alcancé un pos-it amarillo en el cual me habían escrito un número de teléfono y una nota.
"Si necesitas algo ya sabes."
No lo dudé ni un momento, busqué mi móvil y lo llamé.
-¿Sí?
-Scott, soy Alexa.
-¿Necesitas que vaya a tu casa?
-Por favor.
-Está bien.
-Aún hay muchas cosas que necesito saber.
-Vale -colgó.
Ya todo había pasado un poco y además Scott iba a venir ahora, podría preguntarle muchas cosas por lo que comencé a relajarme.

Unos 15 minutos después cuando ya me había puesto ropa cómoda (como no, una de las sudaderas de Brad) y estaba metiendo la ropa que me había quitado en el armario de repente algo me tocó la espalda haciendo que me sobresaltara muchísimo, me giré.
-Joder, ¿pero qué haces aquí?
-Me dijiste que viniera.
-Ya, pero ¿cómo has entrado?
-Por la ventana, no sabía si tus padres estaban en casa.
-Ah, no, se podría decir que vivo sola.
Di unos cuantos pasos hasta la ventana, me asomé con cuidado hasta ver un árbol muy cercano a ésta. Lo miré arrugando al ceño.
-¿En serio?
-Sí -respondió, marcando sus hoyuelos.
-Será mejor que bajemos al salón.
Él asintió y me siguió hasta la planta baja.
Nos sentamos cada uno en un sofá, enfrente del otro.
-¡Que comience el interrogatorio! -bromeó.
Yo lo ignoré, estaba claro que para eso quería que viniese. Quería saber muchísimas cosas, principalmente sobre las sombras y él parecía tener respuesta a algunas de mis frecuentes preguntas.
-En primer lugar, ¿se supone que no puedo contarle lo que me pasa a nadie?
-Así es -asintió.
-¿Y por qué?
-Básicamente por ti misma y tu seguridad, imagina de todo lo que te podrían llamar y, creeme, que conforme pase el tiempo te alegrarás de ello.
-¿A ti si puedo?
-Hombre, creo que puedes confiar en mí, además he sido yo el que lo ha descubierto, no tú la que me lo has contado. Te vendrá bien tener a alguien que lo sepa.
Asentí.
-Yo si fuese tú confiaría en mí -prosiguió con sus frecuentes dos hoyuelos enmarcándole la sonrisa.
-Claro, todos creemos que deben de confiar en nosotros -le respondí con una pequeña sonrisa.
-No -negó, esta vez algo más serio-. Te lo digo en serio, confía en mí.
Yo volví a asentir y retiré mi mirada de la suya. Me incorporé y di un par de vueltas por el salón.
No sabía si preguntarle lo más importante de todo; las sombras. Su origen, procedencia o qué es lo que eran. Pero no le pregunté por ello, realmente me daba miedo conocer la respuesta.
Finalmente me detuve frente a él:
-Hace un rato te pregunté qué soy... ¿qué se supone que eres tú?
Mi voz sonó en todo el salón, firme y cortante.
Él se incorporó del sofá y se puso de pie frente a mí a pocos centímetros mirándome desafiante a los ojos.
Me sacaba cerca de dos cabeza y entre su altura y su forma de mirarme estaba haciendo que de repente me sintiera mucho más pequeña.
Bajé la cabeza y di un paso hacia atrás.
De nuevo él me levantó la cara poniendo las yemas de sus dedos en mi mentón.
-Te he dicho que no agaches la cabeza. Eres fuerte, una de las personas más fuertes que jamás he visto, eso lo sé de sobra y ya es hora de que empieces a darte cuenta.
Moví la cabeza asintiéndole.
-¿Qué se supone que eres? -le volví a preguntar.
-Solo soy Scott.
-¿Entonces cómo sabes todo? ¿Tú también ves... lo que yo veo?
Negó con la cabeza.
-Pero sé diferenciar a las personas como tú.
-¿Y conoces a más gente así?
-No, hace mucho que no me encuentro con alguien capacitado.
-Dime la verdad, ¿esto es bueno o es malo?
Me miró fijamente.
Y automáticamente su intensa mirada verde me atravesó.
Ya sabía la respuesta pero necesitaba escucharla.
-Es malo. Finalmente te acaba consumiendo.
-¿Qué quieres decir?
Esta vez fue él quien se levantó y se apoyó en el respaldo del sofá.
-Pues que cada vez va a más y si no cortas de raíz puedes acabar realmente mal.
Miré al techo y tragué saliva, era duro escuchar eso.
-Quiero que todo cese de una vez. Espero que me ayudes.
-Yo no sé si puedo ayudarte en ese sentido Alexa... solo te doy un consejo, sé fuerte, sigue siendo fuerte pero, por favor, empieza a creértelo e intenta no confiar en nadie, solo en ti.
-Antes dijiste que también puedo confiar en ti.
-Sí, ya sabes a lo que me refiero...
Me eché el pelo hacia atrás, en cierto modo me relajaba saber que había alguien que lo sabía. Tal vez tenía que empezar a hacerle caso.
-Bueno y por hoy ya está -musitó, esta vez sí, marcando sus hoyuelos-. Tengo un hambre...
Sonreí hacia mis adentros, volvía a ser el Scott número uno. Que al menos aunque me pusiera de los nervios conseguía que me aislase por un rato.
-¿Quieres que cenemos?
-Estaría bien -respondió.
Cuando llegué a la cocina me apoyé sobre la encimera, abrí un par de puertas de estanterías y lo miré:
-¿Qué te apetece cenar?
-¿Tienes pizza?
-¿Precocinada? Por supuesto - respondí.
Puse a precalentar el horno y después metí una pizza grande para ambos de jamón, tomate, queso, champiñones y pocas cosas más.
Mientras la pizza se hacía yo me limitaba a dar vueltas por la cocina haciendo parecer que estaba haciendo algo, mientras, Scott permanecía por el salón dando vueltas a su vez, mirando cuadros y fotografías haciendo que me pusiera de los nervios, pero prefería no decirle nada.
Cuando la pizza terminó de hacerse la saqué con sumo cuidado, la puse sobre un plato en la mesa baja del salón y me senté.
-Si quieres bebida la coges tú, no me voy a levantar de nuevo.
-Menuda forma de tratar a los invitados.
-Te has acoplado tú solo.
Me miró, alzando una ceja.
-Mejor no comento -dijo mientras se alejaba hasta la nevera-. ¿Tú quieres algo?
-Hombre, pues sí.
Cuando volvió puso al lado de la pizza dos latas de seven up, cogió una y tras abrirla se la llevó hasta los labios.
-¿Qué? -exclamó, viendo que yo lo miraba fijamente-. Agradecerás esto, así hay que lavar menos cosas.
-Menudo vago.
-Ya -cogió un trozo de pizza-, hm, ¡esto está realmente bueno!
-Es pizza congelada, nada del otro mundo -le respondí -. Parece que no has comido en un mes.
-Que va, la pizza es mi debilidad, algún día le enseñaré a alguien mi receta secreta.
-¿De pizza?
-De pizza.
Continuamos comiendo en silencio hasta que se quitó la chaqueta que llevaba puesta quedándose en manga corta. Estaba fuerte. Se le marcaban los músculos pero de una forma nada exagerada y, sin embargo, sí destacaban mucho sus venas.
Con disimulo logré ver otro tatuaje que tenía, esta vez en el antebrazo del brazo derecho en la parte superior, era un triángulo, también en negro con un círculo en su interior.
-Tengo más -dijo, leyéndome la mente.
Yo miré hacia la pizza. Mierda.
-¿Por qué no preguntas las cosas que quieres saber, Alexa?
Me quedé callada de nuevo, esta vez alzando un poco la cabeza hasta lograr ver sus ojos, que me observaban inmóviles y sus hoyuelos, esta vez marcados muy débilmente.
-¿Alexa? ¿Por qué no lo haces? -insitió.
-¿Acaso me responderías?
-¿Y por qué no? Tal vez sí.
Me encogí de hombros y me levanté para llevar el plato vacío.
-No sé -empezó a decir estando yo de espaldas a él -. Creía que serías de otro modo.
-¿Cómo?
-Da la sensación que haces más caso a mi "yo" irritante que a mi "yo" serio.
-¿Pero a qué viene eso? -respondí girándome, ciertamente alterada.
-Es un comentario -alzó los brazos-, no te pongas así.
-Tal vez no me conoces lo sufienciente como para juzgar.
-Tal vez te conozco más de lo que crees.
Su voz sonaba normal, seria, pero no de con enfado, además, ya me había acostumbrado a escucharla.
Empecé a reírme, irónicamente y noté como se le empezaba a enrojecer la frente.
-¿Sabes? A lo mejor a mí también me gustaría que me tomasen en serio, será mejor que me vaya.
-Como quieras.
-Gracias por la pizza.
-No hay de qué.
Cogió su chaqueta y se fue y a los 30 segundos me senté en el suelo, justo donde momentos antes había permanecido inmóvil.
Era imbécil, era realmente imbécil por comportarme así con Scott.
Tal vez él tenía razón y, leyendo entre líneas, debía de centrarme más en las cosas importantes.
Qué narices había hecho.

Entre mis sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora